Nora
Soy feliz.
Salgo del taller con una gran sonrisa y conduciendo, por fin, mi coche de nuevo. Esta mañana me llamo Deacon para avisarme de que ya habían arreglado la batería y que me podía pasar a partir de media mañana a recoger el coche. Y he aprovechado que hoy sólo tengo que ir por la tarde al estudio para recogerlo de una vez.
Con la música de la radio de fondo, repiqueteo el volante el ritmo de la música con los dedos y conduzco hacia mi piso. Pero, cuando llego, desearía no haberlo hecho. Tengo la intención de seguir adelante y no ir a mi piso de momento, esperar un poco más para volver, pero si hago eso, volveré a llegar tarde a las prácticas. Y no quiero darle a Marcus más razones para que se ría de mí.
Así que, muy a mi pesar, aparco el coche en un sitio libre cerca de mi edificio y voy hacia allí.
Y la razón por la que tenía pensado irme está ahí parada, en la puerta de mi edificio, mirándome con una sonrisa cuando ve que me estoy acercando.
–¿Qué haces aquí? –paso por el lado de Austin y busco las llaves en mi bolso.
–Quería verte –dice simplemente, colocándose a mi lado–. ¿No me dijiste que te quedarías conmigo y hablaríamos?
–Austin, te dije que me lo pensaría. No te dije que vinieses aquí a esperarme.
–Bueno, ya estoy aquí. ¿No me vas a invitar a subir? Podemos comer juntos.
Me giro hacia él, con la puerta ya abierta. Me está mirando con su característica sonrisa, ladeando un poco la cabeza y sin apartar su mirada de ojos marrones de mí.
–Vale, sube –digo finalmente, poniéndome a un lado de la puerta para que pueda pasar–. Pero no estarás mucho rato. Tengo que ir a las prácticas después de comer.
–Está bien, cari… –se interrumpe al ver mi mirada–, Nora –rectifica.
–Eso es. No hagas que me arrepienta.
Vuelvo a pasar por su lado y subo por las escaleras hasta llegar al tercer piso, donde se encuentra mi pequeño aparcamiento. Él me sigue en todo momento a menos de un metro de mí, y no duda en entrar cuando abro la puerta y entro antes de él.
–¿De dónde venías? –me pregunta mientras yo dejo mi bolso sobre mi cama y la chaqueta también.
–Del taller, he ido a recoger mi coche.
–¿Qué le pasaba?
–La batería dejó de funcionar, he tenido que ponerle una nueva –me encojo de hombros y me muevo por la cocina–. Me voy a hacer una ensalada de pasta, ¿quieres eso o te apetece otra cosa?
–Lo que tú hagas está bien –se acerca a mí y apoya su cadera en la encimera de la cocina–. Oye, ¿y no has pensado en cambiar de coche? No es la primera vez que te deja de funcionar. Algún día te dejará tirada en medio de la carretera.
–Claro, ahora me compro el compro el coche de moda con la gran cantidad de dinero que tengo, ¿te parece bien? O mejor aún, ¿me lo compras tú?
–Si pudiera lo haría, ¿eh? –sonríe de lado.
–Ya, claro… –murmuro–. Bueno, venga. Ayúdame. No lo voy a hacer yo todo.
Él no duda en girarse hacia la encimera y ayudarme a cocinar. En resumen, él se prepara su plato y yo el mío. No tardamos demasiado y, media hora más tarde, estamos los dos sentados frente a la pequeña mesa de la cocina.
–¿Cómo te van las prácticas?
–Bien –me limito a decir.
–¿Bien? ¿Sólo eso? –insiste.
–Sí, bien. Unas prácticas normales. Sin nada en especial.
Tengo claro que no le voy a contar nada de lo que hago o, mejor dicho, no hago en las prácticas. Al menos, ahora no. No me apetece hablar de nuevo de ese tema. Bastante tengo con hablarle a Selena cada noche repitiéndole lo cansada que estoy de que no se me valore ahí dentro.
–Me alegro, entonces –sonríe y decido hacerlo yo también, al menos un poco.
–¿Y a ti? –decido preguntarle yo también–. ¿Cómo te va en esa empresa?
–Bastante bien. Todos son bastante amables. Me tratan guay, como si no fuese un simple chico en prácticas.
–Me alegro –digo, y sigo comiendo. Sinceramente, le envidio.
Él ha estudiado Administración y Dirección de Empresas y, aunque al principio pareció que no harías las prácticas ya que no le llamaron, una empresa de comercio lo llamó a última hora ya que el otro chico que iba a ir declinó la oferta. Y Austin no dudó en aceptar.
–También me han dicho que, si para el final de las prácticas tienen la oportunidad de darme un puesto en la empresa, lo harán –añade.
–Eso está genial.
–Pues sí, no me puedo quejar –vuelve a sonreír.
Asiento y me intento mostrar contenta por él. Al fin y al cabo, le conozco desde hace muchos años. Pero también me es inevitable sentir cierta envidia al ver que a él le va todo genial y que incluso le pueden dar un puesto en esa empresa mientras que yo, por otro lado, aún no he puesto en práctica nada de lo aprendido en 4 años de carrera.
–¿Hoy no tienes que ir? –le pregunto yo ahora.
–Por la tarde. Suelo alternan entre ir por la mañana o por la tarde, para no seguir siempre la misma rutina. Y hoy me dijeron que puede a la tarde, ya que no había demasiado trabajo que hacer.
Asiento con la cabeza conforme me va explicando y hablando del trabajo que suele hacer en esa empresa, de cómo es el sitio y de algunos de sus compañeros. Yo apenas me pronuncio y digo nada de las mías, sólo me limito a escuchar. Y él parece entusiasmado de lo que él hace en todo momento, así que no digo nada.
Un rato más tarde, ya hemos terminado los dos y hemos recogido. Reviso la hora en mi móvil y veo que, en menos de una hora, debería estar ya en el rodaje.
–¿Quieres que te lleve yo? –me propone.
–No, no hace falta. Prefiero ir con mi coche. Llevo demasiados días dependiendo de otras personas, y no me gusta.
–¿Dependiendo de otras personas?
–Sí, del taxi y de Tyler –digo, como si nada, encogiéndome de hombro.
Al instante en el que pronuncio su nombre, me detengo. Me giro hacia Austin y veo que me está mirando con el ceño fruncido.