Nora
Me quedo mirando la casa de mis padres desde el interior de mi coche, haciendo un poco de tiempo ahí dentro antes de tener que entrar. Sinceramente, no me apetece. Pero ya he llegado hasta aquí y le dije a mi padre que no faltaría a esta cena.
Así que hago un mínimo esfuerzo, cojo mi bolso del asiento del copiloto y me dispongo a salir del coche.
Pero me detengo cuando me suena el móvil.
Saco el aparato del bolso y, una vez más, leo el nombre de Austin en la pantalla. Literalmente, lleva llamándome desde esta mañana, pero he rechazado las llamadas todas esas veces. Parece que no ha entendido que si no le cojo el teléfono es porque no quiero hablar con él.
–¿Qué quieres? –le suelto, aceptando la llamada. Igual si lo hago y hablo con él, dejará de llamarme.
–Lo siento –dice rápidamente.
–Me da igual, adiós.
–¡No, espera! –me interrumpe–. Escúchame, Nora. Por favor.
–No me apetece.
–Ayer por la tarde tuve que ir a las prácticas –me explica de todas maneras–. Cuando terminé, dijeron que iban a salir a tomar algo y… y yo les dije que no podía. Porque había quedado contigo. Pero insistieron. Y aún faltaba una hora para que fuese contigo, así que acepté. Pero... pero no me di cuenta, la hora pasó y…
–En resumen, que me dejaste plantada porque te fuiste con tus compañeros a tomar algo mientras yo te esperaba. Y, encima, no respondiste a mis mensajes ni a mis llamadas.
–El móvil se me quedó sin batería, por eso no me di cuenta de que se me pasó la hora.
–Ah, claro, porque no te das cuenta de que anochece y de que habías quedado conmigo.
Él suspira.
–Se me pasó, vale. Me entretuve con ellos y cuando me di cuenta, ya era tarde. Déjame compensártelo.
–Ah, no, no, no –niego rápidamente–. Tuviste la oportunidad anoche de que hablásemos. La echaste a perder. Y si al hecho de que me dejaste plantada le sumamos que me pusiste los cuernos… pues no me apetece.
–Nora…
–Para ya –le interrumpo y veo como mi hermana se asoma desde la puerta, así que llevo mi mano a la puerta para bajar de una vez–. Voy a colgar. He quedado con mis padres y mi hermana para cenar. Así que ni se te ocurra llamarme más.
Hay un momento de silencio en lo que yo tardo en cerrar la puerta del coche y asegurarme de cerrar éste con llave.
–Está bien –dice finalmente, suspirando–. Pásalo bien.
–Sí, vale –me limito a decir–. Adiós, Austin –y cuelgo.
–¡Por fin estás aquí! –exclama Olivia cuando me acerco a ella, con una gran sonrisa–. Venga, pasa. La cena ya está lista.
Le sonrío yo también y entro por fin en la casa.
Llevaba sin venir aquí desde hace meses, y me resulta un poco extraño volver a estar aquí después de tanto tiempo. Me quedo un momento parada en la entrada, mirando a mi alrededor, y deteniendo unos segundos de más la mirada en la parte del salón donde se encuentra el sofá en forma de L y el televisor enfrente.
Rápidamente, aparto la mirada de ahí y miro la otra parte del salón, donde ya está la mesa preparada.
–Nora –aparece mi padre saliendo de la cocina, sonriendo–. ¿Qué tal estás?
–Muy bien, papá –le doy un pequeño abrazo–. ¿Y tú?
–Ya sabes que yo muy pocas veces estoy mal.
Le sonrío a él también, aunque dejo de mirarle en cuanto veo a mi madre salir también de la cocina. Sonríe al instante en el que me ve y se acerca a mí a paso rápido.
–Hola, cariño.
–Hola, mamá.
Y ya ninguna dice nada más durante los siguientes segundos.
Me quedo mirándola un momento más, en los que ella parece dudar en lo que hacer ahora, hasta que aparto la mirada de ella y miro la mesa.
–Bueno, ¿cenamos ya? –les pregunto.
–Sí, sentémonos –responde mi padre.
Los cuatro nos sentamos alrededor de la mesa. Me quedo mirando los platos que hay preparados unos segundos, hasta que me sirvo un poco de verdura para empezar. También, me sirvo un vaso de agua.
–Bueno, Nora. Cuéntanos. ¿Cómo van esas prácticas? –mi padre me mira cuando él también se sirve su plato.
–Pues bien –me encojo levemente de hombros–. Empecé un poco perdida, más que nada porque me limitaba a no hacer nada, pero ya parece que poco a poco me va teniendo más en cuenta.
–¿Tu jefe ha dejado de ser un capullo y por fin te deja hacer las cosas? –Olivia me mira.
–Olivia…
–Perdón, papá. Pero es que ese hombre es un capullo. ¿A qué sí, Nora?
–Bueno, la mejor persona del mundo no es, eso está claro –le miro divertida antes de volver la vista a mi padre–. Pero repito, ahora me tiene más en cuenta.
–Eso está genial, ¿no? –mi madre sonríe ampliamente y yo me obligo a mirarla y sonreír un poco, amable.
–Sí. Estoy contenta.
–Eso seguro que es porque está con Tyler Wayne trabajando, ¿a qué sí? –Olivia me mira, levantando y bajando las cejas en repetidas ocasiones.
Yo la miro enarcando una ceja, por lo que ella ríe y empieza a comer de su plato.
–¿Quién es Tyler Wayne? –pregunta mi padre.
–Me sorprende que no lo conozcas, papá –Olivia niega con la cabeza–. ¡Es el protagonista de las películas de Impacto!
–Ah, ¿ese chico se llama Tyler?
–Madre mía… –murmura y mi padre la mira, divertido–. Bueno, pues sabéis que ese chico llevó a vuestra querida hija y a mi querida hermana a su casa, ¿no?
–¿Cómo? –mi madre frunce el ceño.
–Cuando el coche se me estropeó, me hizo el favor y me llevó un par de veces, nada más –miro a mi hermana–. No empieces a montarte tus propias películas.
–¡Pero si no he dicho nada!
–Como si no te conociese…
Olivia sonríe angelicalmente y yo niego con la cabeza, divertida, antes de seguir con mi cena.
El resto de la cena transcurre con normalidad. Olivia habla de ella, de sus clases y de sus muchos planes. Mi padre habla un poco de su trabajo cuando yo le pregunto y yo, finalmente, hablo un poco más de mis prácticas y de mi coche ya arreglado. Mi madre se limita a escuchar e intervenir de vez en cuando, sobre todo cuando es mi padre quien habla.