Tal vez es ahora

Capítulo 10

Nora

Maldita la hora en la que decidí que era buena idea beber tanto.

Suelto un suspiro exasperado, pasándome las manos por la cara, y me quedo mirando el techo de mi habitación. Me duele la cabeza. Muchísimo. Demasiado. Y tengo que levantarme ya si no quiero llegar tarde a las prácticas.

Pero antes de levantarme, me quedo un momento pensando en lo que hice anoche. La cena, la discusión con mi madre, me fui de casa y llegué al local donde bebí… ¿4 copas? Pero, ¿en qué momento pensé que era buena idea? Sigo pensando e intento hacer memoria. Me acuerdo del chico joven de la barra, Otis creo que se llamaba, me acuerdo que fui al baño y…

Mierda.

Tyler. Estaba ahí. Me vio borracha. Él y su amigo. Seguro que hice el ridículo.

Para variar.

Estiro mi brazo para coger mis gafas y el móvil y, al ver la pantalla, veo un pequeño rasguño en ésta. Recuerdo cómo se me cayó cuando intenté llamar al taxi. Y… recuerdo a Tyler trayéndome a casa y estar justo aquí, en mi habitación.

No. No puede ser.

Pero, ¡¿qué se me pasó por la cabeza?! Apenas recuerdo gran cosa de lo que le dije.

Lo tengo claro, no volveré a beber en la vida.

Ya, claro.

Rectifico: no volveré a beber tanto en mi vida.

Eso está mejor.

No. No quiero ir a las prácticas. Me quiero quedar aquí, bajo las sábanas, y dejar de existir un tiempo hasta que la noche de ayer sea olvidada por todo el mundo. No tengo dudas de que hice el ridículo. Si suelo hacerlo sin haber bebido, con cuatro copas…

Tierra, trágame.

Me quedo unos minutos más tumbada hasta que, muy a mi pesar y con ganas de seguir durmiendo durante todo el día, me levanto de la cama lentamente y me quedo un momento sentada en ésta, mirando el suelo y pensando en el sentido de la vida. Al final, termino por hacer un último esfuerzo y ponerme de pie.

Arrastrando los pies cual muerto viviente, entro en el baño y me quedo mirando mi reflejo unos segundos. Vale, normalmente me veo una cara horrible… pero hoy me supero. Suspiro y me mojo la cara varias veces, intentando despejarme lo antes posible. Pero bueno, tampoco sirve de mucho.

Decido darme una ducha de agua fría –sólo para despertarme por completo–, y apenas dos minutos más tarde salgo de la ducha y del baño, y me acerco a mi armario. Hoy está el sol fuera, así que supongo que hará mejor tiempo que los últimos días. Me decido por –de nuevo– unos vaqueros negros con unas roturas en las rodillas, una camiseta un poco ancha verde militar de manga corta, una chaqueta vaquera y unas Converse blancas.

Reviso la hora en mi móvil y veo que tengo que llegar en 40 minutos. Me tengo que dar prisa. Así que entro una vez más en el cuarto de baño, me pongo desodorante, colonia y me recojo el pelo en un moño rápido, dejando algunos mechones sueltos alrededor de mi rostro. Por último, me dejo las gafas puestas.

Ni siquiera sé cómo fui capaz de quitarme las lentillas si iba completamente borracha.

Ya lista, cojo mi móvil rápidamente de la mesita de noche y lo guardo en el bolso, donde me aseguro de que anoche no perdí nada. Está todo, menos mal. Me quedo mirando la habitación, pensando en si debería hacer la cama ahora. Pero no, no me quiero entretener más. La haré cuando vuelva.

Voy a la cocina, donde me preparo un café para llevar lo más rápido que puedo, y con él ya en mis manos listo, salgo del piso apresuradamente.

–Buenos días, Virgine –saludo a la mujer que vive al otro lado del pasillo, quien se encuentra en la entrada de su casa sujetando una bolsa.

–Buenos días, Nora –me sonríe ella–. Uy, tienes mala cara. ¿Estás enferma?

–No, no. No te preocupes. Todo bien. Sólo que anoche trasnoché.

–Ay, cielo… aún recuerdo las veces que trasnochaba yo con tu edad –dice, melancólica, y le sonrío–. Quién tuviese la oportunidad de volver…

–Estoy segura de que sigues trasnochando muchas veces. Tienes mente joven aún –le sonrío y señalo las escaleras–. Bueno, me tengo que ir. No quiero llegar tarde. Que tengas un buen día.

–Igualmente, cielo. Te voy a preparar un pastel que seguro que te hará sentir mejor.

Asiento con la cabeza y, tras despedirme de ella, bajo las escaleras lo más rápido que puedo, con cuidado de no caerme. Lo que me faltaba ahora sería caerme y empezar el día de una manera espectacular.

Ya en la calle, busco mi coche con las llaves en la mano. Pero no lo veo por ningún lado. Frunzo el ceño y sigo mirando cuando, una vez más, me vuelvo a acordar de que Tyler me trajo a casa. Dejé mi coche frente a ese bar. No tengo coche.

¡¿Cómo voy a ir a las prácticas ahora?!

Me estoy empezando a poner nerviosa al pensar que voy a llegar tarde. Aunque pida un taxi, tardará en llegar y, por lo tanto, tardaré en llegar. Marcus me va a matar.

Cojo mi móvil y marco el número lo más rápido que puedo, pero me detengo cuando un taxis se detiene a unos metros de mí y el conductor se baja.

–Perdona, ¿eres Nora White? –me habla.

–Eh… sí.

–Genial. Vengo a buscarte. Han pedido este taxi para ti. Sube –sonríe cordial.

El conductor vuelve a entrar en el coche y yo me quedo un segundo ahí parada, confusa. ¿Cómo que viene a buscarme? ¿Quién ha pedido este taxi para mí?

Decido acercarme de una vez y me siento en la parte trasera, detrás del asiento del conductor, quien comienza a conducir en cuanto me he abrochado el cinturón. Me quedo mirándole un momento antes de preguntar:

–¿Quién ha pedido este taxi?

–No ha dado su nombre, sólo sé que era un chico –responde rápidamente–. Dijo que se recogiera a Nora White y que la lleváramos a la dirección que nos dijo.

–Oh –me limito a decir.

–¿Te importa si pongo la radio?

–No, adelante –le sonrío.

El hombre enciende la radio y yo me quedo mirando por la ventanilla unos minutos, pensando en esa persona que habrá mandado este taxi para mí. ¿Habrá sido Tyler? Es la única persona que sabe que no tenía el coche. Ha tenido que ser él. ¿Qué otra persona puede ser?



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En el texto hay: romance, amor, cine

Editado: 04.01.2021

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