Nora
Me paro justo en la entrada del gran polideportivo, a un lado, y me quedo mirándolo. Hay mucha gente pasando ahora por mi lado y dirigiéndose a las gradas, donde ya puedo escuchar a la multitud de gente que se está reuniendo para ver la competición. De hecho, hay tanta que como no me apresure a llegar yo también, no podré encontrar un sitio en el que sentarme.
Sin esperar más, me uno a las demás personas que también están entrando. Me hago hueco entre una familia, adelantándome, y sigo caminando hasta que por fin llego a las gradas y me paro un momento.
Como esperaba, casi todas las gradas están ocupadas. He llegado con el tiempo demasiado justo.
Me pongo de puntillas para conseguir ver entre los cuerpos mucho más altos que yo –cosa que tampoco es muy difícil– y busco a Tyler. Tardo unos minutos en encontrarle, y cuando lo hago veo que está sentado con una pareja que imagino que son sus padres.
Dudo un momento en si debería acercarme o buscarme otro sitio. Su hermana me invitó a venir y él también quiso que lo hiciese, pero no sé si debería acercarme. Quiero decir… está con sus padres. No quiero molestarles. Prefiero ver a Ashley desde otro sitio e ir con ellos cuanto termine la competición. Sí, será lo mejor.
Les miro un momento antes de buscar un sitio libre con la mirada. Por suerte, veo un pequeño hueco en el espero caber y me acerco ahí rápidamente antes de que me lo quiten. Está en la tercera grada y se ve todo genial.
–Mamá, ¿cuándo empieza? –escucho la voz de una niña frente a mí, en la segunda grada y hablando con su madre.
–En cinco minutos.
–¿Y después iremos a cenar?
–Claro que sí –su madre le sonríe.
La pequeña aplaude emocionada y se abraza al brazo de su madre. Parece tener la edad de Ashley.
Inevitablemente, me quedo mirándolas un momento. Madre e hija felices esperando a que compita su otra hija y hermana o alguna amiga. Y no puedo evitar acordarme de mi madre mientras las sigo mirando.
No siempre nos hemos llevado mal, claramente. Antes éramos como esa madre e hija que tengo a menos de un metro de mí; podíamos parecer la familia perfecta a ojos de los demás. Éramos felices. Éramos una familia feliz que disfrutaba de esos fines de semana que pasaban juntos. Estábamos bien.
Hasta que mi madre decidió que era buena idea arruinar su vida. Su vida y la nuestra. ¿Por qué yo no puedo estar con mi madre como lo están las que tengo a mi alrededor con su hija? ¿Por qué tuvo que ser tan egoísta, pensar sólo en ella, y olvidar por completo que tiene dos hijas? ¿Acaso las madres no tienen como prioridad a sus hijas?
Entonces… ¿por qué la mía no lo hizo?
Sacudo la cabeza para olvidar esos pensamientos; de nada sirve pensarlos ahora. He venido a ver a Ashley y disfrutar de ella. No pensar en mi madre y en… nada. No sirve de nada.
Aparto la mirada de esa madre e hija y miro al frente, donde ya están empezando a salir las primeras personas que van a competir. Por lo que veo, son de una categoría mayor a la de Ashley, pero aun así presto toda mi atención a lo que ocurre, intentando no perderme ningún detalle.
Media hora más tarde, veo aparecer a la pequeña Ashley dirigirse al centro del pabellón. Va acompañada de cuatro chicas más que deben tener la misma edad de ella, y sonrío un poco cuando se coloca en su posición. Miro de reojo al lugar donde se encuentra Tyler, quien está mirando alrededor del pabellón como buscando a alguien –¿me estará buscando a mí?– antes de mirar a su hermana, al igual que sus padres, quienes ya han sacado sus móviles para empezar a grabar.
Sonrío y vuelvo a mirar al frente cuando las niñas comienzan a hacer sus piruetas y ejercicios de gimnasia rítmica. Si ya me sorprendía ver a personas adolescente y adultas hacer esos ejercicios, es bastante admirable ver cómo lo hacen unas niñas de apenas 6 años. Aunque me centro más en mirar a Ashley. No sé anda de gimnasia rítmica, pero creo que lo está haciendo genial.
Después, esas cinco niñas actúan individualmente y yo no aparto en ningún momento la mirada de Ashley. Está haciendo sus ejercicios con una cinta y me deja totalmente embobada hasta que termina y hace su saludo. Incluso veo como saluda con la mano a sus padres y a Tyler. Por supuesto, a mí no me ha visto.
Cuando, una hora más tarde, termina la competición y todo el mundo comienza a levantarse y a salir, yo bajo de las gradas y vuelvo a buscar a Tyler. Espero que no se vayan antes de que pueda encontrarles. Decido subirme a una grada para conseguir ver mejor entre la gente y, por fin, consigo verle caminando con sus padres y ahora también con su hermana, dirigiéndose a la salida.
Me apresuro a bajar de la grada dando un pequeño saltito y acercarme a ellos a paso rápido.
–Nora no ha venido –escucho que le dice Ashley a Tyler.
–Le habrá surgido algo, enana.
–Pero me dijiste que vendría.
–Ella me dijo que lo haría, pero si no ha podido… –se encoge de hombros.
–Quería que viniese y me viese con la cinta.
–Me ha gustado mucho lo que he visto –intervengo yo ahora, a un metro de ellos.
Al instante en el que me escuchan, los dos se giran –Ashley con mucho más entusiasmo que Tyler– y sonríe ampliamente.
–¡Nora! –exclama antes de llegar a mí y abrazarme con fuerza.
Río y me agacho un poco para corresponderle el abrazo. Después, me incorporo un poco para mirar a Tyler, quien parece contento de verme. Sí, cada vez estoy más acostumbrada a cómo se expresa por mucho que intente evitarlo. Y puedo percibir un atisbo de sonrisa.
–Pensaba que no habías venido –me dice.
–Te dije que lo haría –sonrío un poco y vuelvo a mirar a Ashley–. Y me ha gustado mucho, que lo sepas. Tienes mucho talento.
–¡Gracias! –sonríe ampliamente.
Vuelvo a mirar a Tyler un segundo antes de después la mirada a sus padres, que están a su lado, mirándome. Vale, ahora creo que me he puesto un poco nerviosa. ¿Por qué? Pues no lo sé.