Tyler
¿Qué ha pasado?
Veo a Nora alejarse de mi casa y no puedo dejar de mirar en ningún momento, recordando lo que hace unos minutos ha pasado entre nosotros. ¿En qué momento hemos pasado de casi no hablar a acabar liados en la mesa de mi casa?
Ni siquiera he sido del todo conscientemente. Sólo… la he visto alejarse después de que ella me besase –cosa que me pilló desprevenido, pero que sinceramente, me gustó– y tuve el impulso de ir hacia ella y seguir con ese beso.
Y porque llevabas tiempo esperándolo.
Yo no he dicho eso.
Pero lo piensas.
Yo no…
Reconócelo.
¡Vale! ¡Sí! Puede que yo también quisiese hacerlo. Pero no encuentro la razón por la que he querido que eso pasase. Quiero decir… ¿por qué?
Pues porque te gusta, tampoco es tan complicado.
–¿Tyler? ¿Estás aquí o en la Luna? –mi padre me mira desde el salón.
–Sí, estoy aquí –vuelvo a la realidad cuando me percato de que no estoy solo.
–Decía que nos pasábamos por aquí para hacerte una rápida visita. Hemos pasado cerca de aquí y Ashley vería pasar a verte –dice mi madre.
–Sí, ya veo el caso que me hace –miro a Ashley, quien se ha sentado en el sofá–. ¡Eh, enana! ¿Vienes a mi casa y no me haces caso?
–Es que no me hacías caso –se queja ella, pero se levanta y se acerca a mí.
–Pues perdóname –la cojo en brazos–. Es que acabo de llegar del rodaje, estoy un poco cansado.
–Yo también tengo sueño –dice ella mientras bosteza.
Río por lo bajo y después miro a mis padres.
–Pues será mejor que vayamos yendo a casa –añade mi padre–. Además, Tyler parece tener muchas cosas en las que pensar –me lanza una mirada–, ¿no?
Enarco una ceja en su dirección y él sonríe de lado, divertido. Mi madre, a su lado, ríe por lo bajo. ¿A qué se refieren? ¿Acaso se han dado cuenta de que Nora y yo…? No, no. Es imposible.
Cuando salen de mi casa y vuelvo a quedarme solo, mi mirada se detiene en la mesa donde hasta hace un rato estábamos Nora y yo. Y no puedo evitar volver a recordar todo lo que ha pasado.
Intento no centrarme mucho en ello y subo al cuarto de baño de mi habitación, pero ni siquiera sirve estar bajo el agua para recordar lo que ha ocurrido. Ese beso, sus manos en mi nuca, las mías en su cadera o en su espalda por debajo de la camiseta… ¿qué hubiese pasado si mis padres no nos hubiesen interrumpido? ¿Habríamos llegado a algo más, ahí tumbados en la mesa del salón?
El calor comienza a recorrer cada centímetro de mi piel con tan sólo imaginar su cuerpo desnudo sobre el mío en la mesa del salón, centrándose –cómo no– en mi parte más íntima. Lo que me faltaba.
Evado cualquier pensamiento que tenga que ver con ella, pero hoy ni siquiera tengo suerte para eso. Y lo pienso mucho más. Al final, acabo llevando mi mano a la erección que se había formado con esos pensamientos y me toco.
Sí, me toco pensando en ella. Joder, quién lo diría.
En ningún momento he negado que Nora me parezca guapa. Por supuesto que no. Al contrario. Pero… ¿tanto como para esto? Joder, si ni siquiera me había pasado esto con Bonnie.
Al salir de la ducha, me visto con unos vaqueros negros, una camiseta básica blanca y mis zapatillas negras. No me molesto en peinarme y me pongo un poco de desodorante antes de salir de allí y, a continuación, también de mi casa –no sin antes coger mis llaves, mi cartera y mi móvil–.
Cuando estoy dentro del coche, me quedo un momento parado sin saber a dónde ir, y por fin decido el lugar. Cualquier sitio menos estar ahora solo en mi casa donde sé que volveré a pensar en Nora. Una y otra vez.
Conduzco sin prisa hasta que el bar en el que la encontré hace unos días, donde trabaja uno de mis amigos, Otis, y aparco cerca de allí.
Otis y yo nos conocemos desde, literalmente, que éramos unos niños. Sí, es mi mejor amigo. Cuesta pensar que yo pueda tener un mejor amigo, pero lo tengo. Obviamente, somos personas totalmente diferentes. Mientras yo soy esa persona seria que todo el mundo ve, él es mucho más extrovertido y abierto a hablar con la gente. Supongo que por ello le va tan bien como camarero en aquel bar; se lleva genial con todo el que entra.
Pero a pesar de esas diferencias siempre hemos sido buenos amigos. De hecho, es la única persona a la que puedo considerar amigo como tal después de 20 años. Incluso a mí me sorprende que después de tantos años sigamos siendo amigos.
Aunque después de todo lo que hemos pasado juntos, tampoco me extraña. Fiestas, alguna que otra escapada cuando deberíamos haber estado en clase, problemas en los que normalmente yo me metía y él me ayudaba a salir… Bueno, para eso dicen que están los amigos, ¿no? No lo sé, él es el único que he tenido.
Bueno, está Dylan y me llevo bien con él, así que también podría considerarlo un amigo. No lo sé. Por supuesto, la relación que tengo con Otis no es la misma que con él, pero salimos de vez en cuando juntos y lo pasamos bien, así que… puede que él también lo sea. Tampoco lo sé, no soy experto en estas cosas y, sinceramente, tampoco me preocupa.
Entro en el bar de una vez y por suerte no hay demasiada gente. Mejor. Veo a Otis a un lado de la barra, comiendo un bocadillo tranquilamente, y me acerco a él.
–¡Hombre, tú por aquí! –exclama al verme–. ¡Menuda alegría!
–Sí, sí. Muchísima.
–Tú nunca dejes esa alegría a un lado, eh –bromea él.
–Por supuesto que no –me siento en una de las sillas altas que hay frente a la barra–. ¿Qué comes?
–Un bocadillo de jamón con… –se interrumpe cuando se lo quito de las manos y le doy un bocado–. ¡Oye!
–Tengo hambre, no he comido –respondo con naturalidad, dándole otro bocado.
–Pues te haces tú tu comida, no te jode –se queja, quitándome el bocadillo y apartándolo de mí. Le miro divertido–. ¿Qué haces aquí?