Nora
Mantengo el pie en alto, sobre la pequeña mesa de café frente al sofá, y con una bolsa de hielo envuelta en un trozo de tela colocada sobre mi tobillo. Hace un rato que llegué con Selena a mi casa y, tras darme una ducha, insistió en que me pusiese frío en el tobillo ya que no quería ir al médico.
Así que aquí estoy, sentada en el sofá con el pie helado por el frío mientras mi mejor amiga termina de hacer la cena para las dos. En realidad, íbamos a salir a cenar, pero cuando me vio llegar cojeando, decidimos que lo mejor sería quedarnos en mi casa.
–…y me dijo que si en unos meses todo iba tan bien como ahora, podría ir a ese viaje con ella para ocuparme de las fotografías –termina de contarme–. ¿A que es genial?
–Sí –asiento rápidamente–. Es una propuesta genial.
–¿A qué sí? –se gira y termina de emplatar–. Tengo muchas ganas, la verdad.
Vuelvo a asentir con la cabeza, aun sabiendo que no puede verme, pero sin estar atenta a lo que dice a continuación. Y todo porque vuelvo a recordar todo lo que ha pasado hace unas horas. Vuelvo a pensar en Tyler.
Sí, lo reconozco. Me gusta. No tanto como para estar enamorada –por supuesto–, pero me atrae tanto física como mentalmente hablando. Cuando lo veo… siento un pequeño nudo en el estómago que se transforma en un cosquilleo. Las típicas mariposas de las que habla todo el mundo, supongo. Cada vez son más esas mariposas las que vuelan en mi interior.
Y de nada va a servir que intente apaciguarlo. De hecho, no quiero hacerlo.
¿En qué momento ha cambiado tanto mi percepción sobre él?
–¡Tú! –exclama Selena a mi lado, provocando que de un respingo.
–¡¿Qué haces?! –me llevo una mano al pecho.
–Que te estaba hablando y no me hacías caso, ¡mala amiga!
–Perdón, perdón. Es que estaba pensando.
–¿En qué? –se cruza de brazos. Pero yo no digo nada–. Ah, ¿no me lo vas a decir? ¿Esa es la gran amistad que tenemos? ¿Ya me estás empezando a ocultar cosas?
–Ya estás siendo una exagerada…
–¡Es verdad! Además, ¿sabes qué? Te noto algo diferente –se da la vuelta y vuelve a la cocina. No tarda en volver conmigo con un plato para cada una–. Son demasiados años juntas, y me doy cuenta de esas cosas aunque intentes demostrarme lo contrario –se sienta a mi lado–. Pero tranquila, no voy a insistir.
Enarco una ceja en su dirección, sin creerme del todo su última frase, pero ella no dice nada más. Coge el mando del televisor y pone un canal cualquiera, donde ahora están echando uno de esos realities que tanto le gustan a ella y que a mí, sinceramente, me importan poco.
Bajo la vista a mi plato y veo con una sonrisa que ha preparado uno de los muchos platos que suelo hacer yo. Al parecer, sí que me presta atención cuando me ve cocinando algo. Así que empiezo a cenar de una vez.
–¿Qué me estabas diciendo antes? –le pregunto no mucho más tarde.
–¿Eh? –me mira.
–Cuando no te estaba escuchando, ¿qué me estabas contando?
–Ah, ya no me acuerdo –se encoge de hombros y vuelve a mirar el televisor–. ¡Pero qué pesada es esta tía, en serio! ¡Que la echen a la calle de una vez, a ver si deja de ser tan estúpida!
Empiezo a reír y vuelvo a mirar yo también el televisor, sin enterarme mucho de lo que está ocurriendo. Al parecer, varias personas de ese reality están discutiendo sobre algo que, sinceramente, no me importa mucho. Así que dejo de prestar atención casi al instante.
Aún no le he contado nada a Selena de lo que ha pasado con Tyler. ¿La verdad? No lo sé. En cuanto la vi esperándome en el coche, iba preparando mi discurso para contarle lo que acababa de pasar. Pero nada más entrar, me quedé completamente en blanco.
Y aquí estoy, debatiéndome en cuál es la mejor opción: si contarle lo que ha pasado y arriesgarme a que me deje sorda cuando empieza a gritar de emoción, o esperar a ver qué es lo que siguiente que ocurre.
–Anda, mira –me dice Selena y la miro al instante. Me enseña su móvil–. Es un vídeo de Dylan. Están de fiesta.
–Guay –me limito a decir.
–Pues sí, ojalá tener la vida social de ellos –comenta–. Que no quiero decir que me aburra contigo, eh. Si a mí este plan es el que más me gusta: comer y ver la televisión. Pero, ¿te imaginas ser famosa y ser invitada a fiestas y eventos y entrevistas? Menuda fantasía.
–Y menudo agobio.
–¿Agobio? Bah, qué va –se encoge de hombros y vuelve a mirar su móvil–. Uy, creo que Tyler también está. Se le ve de lejos.
Me quedo callada. Bajo la vista de nuevo a mi plato y sigo cenando como si nada.
Ese gesto es suficiente para que mi mejor amiga me mire al instante y se quede unos segundos así, sin decir nada, hasta que deja el móvil y su plato sobre la mesita.
–Vale, he dicho que no iba a insistir, pero lo voy a hacer. ¿A ti qué te pasa?
–¿A mí? Nada.
–Te prometo que como no me lo cuentes, te tiro la bolsa de hielo que tienes en el pie a la cabeza.
Nos quedamos mirándonos unos segundos de más sin decir nada hasta que, al final, repito el gesto de ella dejando mi plato sobre la mesita de café. La vuelvo a mirar y ella me mira de brazos cruzados, esperando a que diga algo de una vez.
Bien, allá vamos.
Prepárate.
–He besado a Tyler –digo directamente. Así, sin rodeas.
–¿Qué?
–Que he besado a Tyler. Bueno, y él luego a mí. A ver… –hago una pausa y cojo aire, soltándolo después lentamente–. Ya sabes, me he caído antes, ¿no? Pues te estaba esperando y Tyler me dijo que fuese con él. Fuimos a su casa y dijo que me ayudaría a curarme la rodilla. Cosa que, sinceramente, no me esperaba. Pues… –vuelvo a coger aire–. Me desequilibré y él me ayudó a que no me cayese. Estábamos muy cerca y, por impulso, le besé. Luego me di cuenta de que la podría haber cagado, así que le dije que me iba. Pero no me dio tiempo a salir cuando él… bueno, él… se acercó a mí y… y nos volvimos a besar.