Tal vez es ahora

Capítulo 29

Nora

Dejo el plato ya limpio en el armario y me giro al instante en el que me suena el teléfono. Es Olivia. Me apresuro a secarme las manos y aceptar la llamada antes de que ésta finalice.

–¡Hola! –exclama ella–. ¿Te pillo ocupada?

–Hoooola. No, acabo de cenar ahora –voy al sofá–. ¿Por qué?

–Ah, pues genial. ¿Te apetece que nos veamos mañana? Podemos ir de compras, o a dar un paseo, o a las dos cosas. En fin, a lo que sea.

–Claro, me paso a buscarte por la mañana –acepto–. Así que, ya sabes, madruga.

–Qué remedio… –ríe ella–. Vale, pues te dejo. Mañana te tengo que contar una cosa, ¡recuérdamelo!

–¿Y me vas a dejar ahora con la intriga?

–Lo siento, pero por teléfono no te lo voy a decir.

–Miedo me das… –ahora soy yo la que ríe–. Bueno, te escribiré mañana cuando vaya a recogerte. Que descanses.

–Buenas noches, hermanita favorita. Que sueñes con los ángeles –hace una pausa–. O con Tyler.

Y, antes de darme tiempo a replicar nada, cuelga.

Niego con la cabeza, riendo por lo bajo, y miro un momento la pantalla antes de dejar el móvil a un lado y mirar el televisor. Busco algo que poder ver y entretenerme antes de irme a dormir, pero no consigo encontrar nada. Así que tras varios minutos pasando de canal en canal, decido ir a mi habitación y estar con el ordenador un rato.

Mientras espero a que mi portátil encienda, entro en el cuarto de baño y me levanto los dientes rápidamente. Cuando salgo –apenas cinco minutos más tarde– ya está el ordenador preparado sobre mi cama.

Me tumbo en ésta, coloco el ordenador en mi regazo y miro un momento la pantalla antes de abrir el documento que contiene aquel guion que le comenté a Tyler que escribí, y que sólo ha leído –una parte– Selena. Lo miro y leo un poco por encima todo lo que escribí hace menos de un año, corriendo errores que voy encontrando por casualidad, simplemente para entretenerme.

¿Y si se lo enseñas a Marcus?

Sí, claro. Para que haga una hoguera.

Si se lo llevas en pendrive, no podrá hacer una hoguera.

No, podrá pisotearlo y dejarme claro que no me va a ayudar.

Qué pesimista eres.

Suspiro y, tras un rato mirando el documento, lo guardo y lo cierro. Si es cierto que me gustaría que alguien lo viese, lo leyese y me diese su opinión. Pero también es cierto que acabo de terminar la carrera, esto de prácticas, es mi primer guion –terminado, quiero decir– y que es uy difícil que alguien pueda llegar a interesarse por él.

Cuando cierro el documento, paseo la vista y el cursor del teclado por cada carpeta, eliminando muchas cosas que ya no me sirven y echando un vistazo a muchas otras. Hasta que me detengo en una de las muchas fotos que esto viendo en estos momentos, y en la que salimos Selena, Tara, Benton y yo.

Una sonrisa nostálgica se instala en mi rostro y miro la foto durante varios minutos. La hicimos un día de verano que pasamos juntos en la playa; recuerdo que después fuimos a cenar una hamburguesa a uno de los puestos del muelle, y que Selena y yo acabamos dormidas en la parte trasera del coche después de haber pasado todo el día fuera, sin parar.

Me detengo un poco más en Tara y cierro un momento los ojos. La echo de menos. Cuando hoy he salido con Selena y hemos parado en su casa antes de que yo volviese a la mía, he notado su casa muy vacía. Faltaba ella.

Estoy bien, pero la echo en falta. Me hubiese gustado que, al llegar hoy a su casa, estuviese en el sofá, viendo la televisión, y hubiésemos comentado juntas cualquier programa que estuviesen echando, junto con Selena.

Por supuesto, ella no está bien. Lo intenta, pone todo su esfuerzo en mostrarse alegre. Pero la conozco demasiado y sé que, en realidad, no lo está. Yo intento animarla, entretenerla, mostrarle que, tarde o temprano, estará bien; pero a veces me cuesta hacerlo. Si a mí me duele muchísimo saber que no volveré a ver y hablar con Tara, no me puedo imaginar cómo se puede sentir ella cuando es su madre.

Mis ojos comienzan a escocer, así que decido cerrar ya la foto y centrarme en otra cosa. Busco cualquier película que poder ver y acabo eligiendo una que ya he visto cientos de veces. Pero prefiero eso al silencio de la casa y los recuerdos que, aunque son felices, me entristece saber que no volveré a vivir.

Me hubiese gustado estar ahora con Tyler, sinceramente. Consigo olvidarme un poco de todo lo malo que pueda haber y centrarme sólo en él. En nosotros. Tal y como ocurrió anoche y que, al volver a recordarlo, las mejillas se me sonrojan.

Madre mía, qué tonta estoy.

¿Ahora te das cuenta?

Al final, termino acomodándome un poco más en la cama, dejando el portátil ahora sobre el colchón. Sé que en cualquier momento me quedaré dormida, pero prefiero hacerlo con la conversación que mantienen los protagonistas de la película, centrándome en ello y no en la sensación que me ha dado Tyler de que le pasaba algo.

* * *

–¿Me vas a decir ya lo que me tenías que contar o qué? –le pregunto a mi hermana, saliendo de una de las muchas tiendas en las que hemos entrado hoy. Ella ya va cargada con tres bolsas; yo, en cambio, con ninguna–. Llevamos toda la mañana dando vueltas, y aún no me has contado nada.

–Mira que eres impaciente –pone los ojos en blanco.

–¿Perdona? ¿Tú a mí me vas a llamar impaciente? –enarco una ceja.

–Vaaaale –hace una pausa–. Es… bueno, es que me da vergüenza.

–¡Olivia!

–Me gusta una chica –suelta finalmente.

La miro al instante esperando a que siga hablando, pero se limita a mirar al frente y no decir nada más. Sus mejillas cada vez están más sonrojadas, e intento no reírme.

–Vale, ¿algo más? –le pregunto cuando veo que no me va a decir nada más.

–Espera, ¿qué? –me mira con el ceño fruncido–. ¿Has escuchado lo que te he dicho?



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En el texto hay: romance, amor, cine

Editado: 04.01.2021

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