Levántate – la voz de Míriam, mi madrastra, se escuchaba en el pasillo – no voy a llevarte si se hace tarde – alzó la voz y abrió la puerta de mi cuarto.
Nunca dije que me lleves – me cubrí con toda la frazada mientras ella abría las cortinas – sabes que puedo irme sola.
Tu padre no lo permitiría – suspiró – así que se niña buena y levántate. Sale de la habitación, miro de reojo y me levanto. Mi relación con Míriam no era la mejor del mundo pero, hacíamos un esfuerzo por llevarnos bien; todo sea por papá, él estaba mal, tenía cáncer a los pulmones; sin embargo, eso no le impedía pasar momentos buenos conmigo, como ir de viaje, salir al cine o a comer, cosas así.
Agarré lo primero que vi, me lo puse y baje al comedor – ya estoy lista, me tengo que ir – abrí la puerta pero, la voz de mi padre hizo que me quede.
Que Míriam te lleve cariño – la mire por unos segundos sonriendo, luego volví la mirada hacia él.
Claro – ella se paro de la silla donde estaba muy cómoda, cogió las llaves del auto y salió de la casa, fui detrás de ella – puedes dejarme unas cuadras antes de la escuela, por favor – Miriam volteó a verme con una sonrisa sarcástica
Eso no fue lo que dijo tu padre – abrió la puerta y encendió el automóvil, de inmediato entré – no creo que a él le guste que te deje a unas cuadras.
Pero… - su rostro serio decía mucho y sin decir nada más arrancó.
Se estacionó cerca a la entrada principal – adiós – tire de la puerta y salí. Muchos maestros andan diciendo que somos afortunados de estar en esta escuela, porque somos hijos de padres con buena posición económica; la verdad es muy tonto eso, la única diferencia es que en las otras escuelas no pagas una gran suma de dinero.
Mientras pasaba por el jardín que se encuentra adentro, en el cual se encontraba unos árboles al rededor juntos con unos bancos y flores, para ser específicos rosas y margaritas. Escucho una voz, inmediatamente volteo para ver quien era, Mike Collins estaba llamándome mientras levantaba la mano haciendo señas para que me acerque – guapa, acércate – hasta ahora no pierde ese lado coqueto que lo caracteriza, ni su buena apariencia y el gran físico que tiene; tenía que ser el capitán del equipo de fútbol.
Solo sonrío y me acerco – hola Mike, a pasado mucho tiempo – dejo caer mis cosas en la banca de a lado.
Es lo único que dirás Claire – su rostro cambio por un momento, una mirada seria, hacía mucho que no lo veía así. La última vez que nos encontramos, la verdad no lo recuerdo; pero tuvimos una discusión y no una tranquila, sino fuerte tanto que no volvimos a cruzar palabra alguna. Por un tiempo salíamos, pero en toda bonita relación siempre hay una víbora que se mete y carcome a la feliz pareja; la consume poco a poco y si nadie la salva se muere. Eso es lo que pasó con nosotros, la víbora se llamaba Dacota Mckensy, es la peor persona que puede existir en el mundo. Felizmente se fue del país, todos estaban alegres de que se mudara, es más casi hacemos fiesta; sin embargo, no derrocharíamos dinero en ella.
Qué es lo que quieres que diga entonces – volteo a verlo y no escucho palabra alguna, solo se encoge de hombros.
No lo sé Claire, pensaba que podíamos… - no lo deje terminar. Aun recuerdo todo lo que pasó, y dolía, dolía mucho.
Déjalo ahí, es mejor para los dos – volteo y mi querida amiga estaba acercándose. Venía a toda prisa, emocionada como cuando le compras un dulce a una niña. Era demasiado carismática y popular entre los chicos. Siempre andaba con el cabello sujeto, le gustaba teñirselo y sus ojos marrones hacían que su mirada sea profunda.
Kylie me alegra que estés aquí – Mike cambia de cara al verla, se cruza de brazos y, acomoda en una de las bancas.
A mí también me alegra verte Mike – ella siempre era sarcástica, en especial si Mike estaba cerca. Tal vez no le caía bien por lo que pasó hace tiempo – no deberías de estar entrenando con tus amiguitos los descerebrados.
Por algo estás acá cierto, así que dilo – respondió algo gruñón
Puso los ojos en blanco por un momento y volteó a verme – supongo que sabes de la fiesta que Bryce Dorian hará hoy – por un momento Mike se exaltó y paró de su lugar
Estás loca si piensas ir – me lanzó una mirada amenazadora – sabes quién es Bryce
Claro – sonrío – es uno de tus amigos sin cerebro
Claire no puedes ir y punto – se cruza de brazos y frunce el ceño – Kylie deberías de apoyarme – la miro un poco desconcertada hasta que me agarra del brazo apartándome de él.
Déjalo, ya sabes como es. Está celoso – vuelvo un rato la mirada a Mike.
Pero… ¿de qué lo estaría? – ella se encoje de hombros.
Suena la campana de entrada, vamos apresuradas para tomar el ascensor; es lo único bueno de esta escuela y no subir tres pisos por las gradas.
Apresúrate Claire – Kylie toma mi mano y jala de ella
Espera, ya me cansé – trato de correr algo agitada. El deporte no es lo mío así que no es novedad que me canse. Por ejemplo en clase de educación física ando diciendo que estoy mal para no correr la cancha
Deberías de ponerte en forma – sus intentos para que corra parecen en vano pues, se detiene y da un suspiro – llegaremos tarde
Trato de tomar aire y exhalar – faltan cinco minutos, no es tarde
Llegamos a clase algo cansadas y acaloradas. Nos sentamos en nuestros sitios y en ese instante el maestro de álgebra ingresa al salón. Parecía que su clase no acababa, hablaba y hablaba; su voz se convertía en murmullos, parecía que la hora se detuvo, la clase se hacía eterna. Echaba un vistazo al reloj cada minuto pero no se apresuraba.