Tal vez, para Siempre (bilogía) Libro 1

CAPÍTULO 1

El sonido lejano de un tic contra mi ventana me despertó. Me levanté de sopetón de la cama porque ya sabía quién era el insufrible que lo provocaba: Daniel, mi mejor amigo de toda la vida; siempre se ocupaba de despertarme para ir al colegio, y la razón era, simplemente, porque era un completo flojo. Me desperecé, estirando mi cuerpo, sintiendo como cada músculo se descontraía luego de una relajante noche de sueño reparador.

Mientras bostezaba me asomé a la ventana para avisarle que ya estaba despierto, le hice una seña con las manos y él me devolvió el gesto, lo observé salir corriendo a la entrada de mi casa. Mi madre ya sabía nuestra rutina, así que eso no le parecía extraño. Me apuré porque ya era tarde, me despojé de la poca ropa que traía, pues no me gustaba dormir con demasiado encima, además hacía mucho calor. Corrí a la ducha y dejé correr el agua helada, mi cuerpo se estremeció por el cambio de temperatura.

Me miré al espejo velozmente mientras me peinaba el cabello, era corto pero abundante, lacio y de color castaño muy oscuro, casi negro, la humildad no era precisamente mi fuerte, así que no me daba pena admitir que era un adonis. Me encantaba hacer ejercicio en el gimnasio, así que mi cuerpo estaba muy bien formado, me sentía muy orgulloso de lo que había logrado, mis abdominales eran el suspiro de muchas chicas en el colegio.

De mi madre había heredado sus preciosos ojos azules.

Terminé de admirarme en el espejo y salí corriendo del baño, me vestí apresurado mientras Daniel me gritaba desde abajo que me apurara.

—Te tardas más que una niña —comentó cuando al fin bajé las escaleras.

—Acaso crees que esto —dije señalándome entero— ¿se fabricó en una noche? —Él se carcajeó de la risa y me dio un golpe en la espalda con el bolso.

—Lucas, no te vayas sin desayunar —me dijo mi madre entregándome un batido, lo tomé a prisa y le di un beso de despedida.

—Lo siento mamá, pero hoy es un día importante —le dije ya estando en la puerta, Daniel y yo salimos a paso veloz y nos subimos al auto, un deportivo rojo que era como el hijo que nunca tendría, me puse mis lentes de sol y Daniel me imitó, le dije adiós a mi madre con la mano y nos fuimos a toda velocidad al primer día del último año de secundaria.

Quince minutos eran desde mi casa hasta el colegio; eso por supuesto, evadiendo alguno que otro semáforo sin que la policía lo notara. Llegamos sin contratiempo a la secundaria Castle; y definitivamente le hacía honor a su nombre, pues la estructura tenía ese aire de castillo antiguo.

Estacionamos el auto y nos bajamos para reunirnos con nuestros otros amigos, Diego, el capitán del equipo de básquet; Eric, otro de los jugadores del equipo; y por último Ian. Él jugaba conmigo en el equipo de fútbol, al igual que Daniel. A su lado se encontraba Irina, y a su lado estaba su mejor amiga, Lila.

—¡Qué hay muchachos! —Nos saludó Irina al vernos llegar. Los cinco estaban sentados al borde las escaleras, observando como llegaba la gente nueva. Este sería nuestro último año, así que teníamos que concluirlo en grande; después de esto cada uno tomaría un rumbo diferente, probablemente no nos volveríamos a ver en muchos años; yo tenía pensado irme a estudiar a California; y, quizá, la única que me acompañaría sería Irina.

—Hola, bebé —le dije, tomándola entre mis brazos y estampándole un beso en los labios, ella sonrió y todos los demás nos vitorearon.

—¡Oigan, oigan! esto es espacio público —dijo Ian riendo mientras me pasaba el brazo por la espalda y me saludaba con la otra mano. Nuestras manos chocaron provocando un sonido, hice el mismo saludo con Diego y Eric.

—¿Andan haciendo “check in y check out” con los nuevos? —preguntó Daniel mientras se recostaba sobre la pared de las escaleras, y miraba pasar a los estudiantes.

—Por supuesto, estamos seleccionando víctimas —respondió Diego soltando una mirada pícara.

La parte más divertida de hacer eso todos los años, era ver cómo nos miraban los estudiantes. Las chicas nuevas siempre se babeaban por nosotros; alguna que otra albergaba la esperanza de que quizá, uno de nosotros se enamorara de ella.

Los chicos por su parte se babeaban por Irina y Lila, pero ellas no estaban disponibles. Irina era mi novia, y Lila era novia de Daniel. Nos parecía divertidísimo ver como intentaban conquistarlas con florecitas y chocolates.

—¿Ya escogiste alguna? —pregunté.

—Mira aquellas dos de allá —dijo Diego señalando con la cabeza a dos chicas nuevas que venían caminando hacía la entrada. La primera era la chica más fea que yo hubiera visto en la vida, tenía el cabello amarrado en una cola de caballo que la afeaba todavía más, unos enormes lentes le cubrían casi todo el rostro, y ni qué decir de su ropa, era demasiado ancha para su cuerpo, ni siquiera se podía ver una ligera figura en ella. La otra no era tan horrible, pero la compañía de su amiga la ocultaba. Su actitud no me gustaba, desde donde estaba podía darme cuenta de inmediato que parecía una de esas chicas molestosas. Comencé a detallarla con más énfasis, llevaba el cabello suelto, y este le cubría la mayor parte de la cara. Parecía torpe, en menos de dos minutos se le cayeron las cosas que llevaba tres veces.

—Creo que son las víctimas perfectas —concluí después de observarlas muy bien.




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