Tal vez, para Siempre (bilogía) Libro 1

CAPÍTULO 2

Luego de una larga y aburridísima charla sobre todo lo que está mal de hacer bullying a la gente, el director Brown nos castigó a mí y a mis amigos. Estuve a punto de amenazarlo con el subsidio de mi padre, pero ni siquiera eso pude hacer porque sus nada sutiles palabras sobre que eso no serviría me acallaron por completo. Lo único que me dio algo de satisfacción es que a la odiosa chica también la habían castigado, por agredirme.

—No tolero que nadie aquí se falte el respeto, ellos actuaron mal, pero tú no has debido agredirlo —reclamó a la chica, todavía no sabía su nombre.

—Pero…

—Pero nada, Amalia. Tú y Janet, vayan a ducharse, y usted también… Lucas —dudó tratando de recordar mi nombre. Me pareció muy raro que se supiera con tanta naturalidad el nombre de las otras dos, quizá eran cosas mías, pero me dio la impresión de que se conocían.

Salimos de la oficina en dirección a las duchas.

—No tienen que seguirme, la ducha de mujeres es por allá —dije señalando el sentido contrario.

—¿Me crees estúpida? yo sé dónde están las duchas y por allá no es —me respondió Amalia, la enana odiosa que no cerraba la boca ni un segundo, su amiga era demasiado callada, no había hablado en ningún momento, estaba empezando a creer que era muda.

—La verdad, sí lo creo, cometiste un terrible error al hacer esto, el director será nuevo, pero pronto aprenderá que con nosotros nadie se mete.

—Mi padre es incorruptible —respondió ella, eso explicaba la naturalidad con la que les hablaba, ¿cuánta mala suerte puedo tener para que precisamente fuera la hija del director nuevo?

—Así que tu papi es el director —repliqué en tono burlón, no iba a dejar que me intimidara—, eso no me importa, yo soy el rey de esta escuela.

—Ya, Amalia deja de pelear, vamos a las duchas —habló al fin la otra.

—¡Ah! Así que si tienes voz —dije burlándome—, estaba empezando a creer que eras muda.

—¡Con mi amiga no te metas! —gritó Amalia empujándome, me llenaba de ira que se atreviera a tocarme—. Te crees muy macho y muy “rey”, pues vamos a ver cuánto te dura, princeso —dijo mientras se mofaba, se veía ridícula toda llena de pintura diciéndome eso.

Sacarme la pintura no fue tan difícil, afortunadamente era de agua; sin embargo, mi ropa quedó totalmente arruinada, mientras me restregaba no podía dejar de sentirme enojado, ni tampoco podía dejar de pensar en ella, me frustraba que se creyera tanto como para hablarme así, yo le llevaba una cabeza de altura, ella era menudita y belicosa, parecía una pulga; gritona y chillona. Terminé de bañarme y me cambié, no era lo mejor que tenía y después del entrenamiento no tendría ropa para cambiarme, y lo peor de todo es que debía quedarme para limpiar el pasillo y el salón, y luego de eso, dos semanas más en detención.

Ya me había perdido las primeras dos horas de clase, y eso sí que no me agradaba, mi padre era demasiado exigente conmigo respecto a los estudios, además debía tener las mejores notas si deseaba esa beca en California, me apresuré al salón antes de que sonara la primera hora, mis amigos ya estaban ahí pues ellos no tuvieron que sacarse un montón de pintura de encima.

Justo al momento de entrar sonó la campana, el profesor me miró enojado, pero me dejó pasar.

—Tienes suerte de que sea el primer día de clases, señor Hall —dijo llamándome por mi apellido—, póngase al día con sus amigos, no se preocupe.

Asentí agradeciéndole, Daniel y Eric salían del salón, así que nos reunimos en el pasillo mientras íbamos a nuestros casilleros.

—¿Qué ha dejado el profesor? —pregunté.

—No mucho, más tarde te lo llevo a tu casa, ahora ¿qué vamos a hacer para vengarnos de las soplonas esas? —dijo Daniel.

—Nada, por ahora nada, la tal Amalia es hija del director. —Expliqué. Eric y Daniel se miraron asombrados.

—¡Maldita sea! precisamente ella tenía que ser la hija del cabeza de rábano ese —refunfuñó Eric molesto.

—Relájate, yo me ocuparé. —Sabía que me la encontraría en el castigo, pues el director nos había separado por grupos para realizar tareas en la escuela durante las dos semanas, lamentablemente nos había puesto juntos a ella y a mí, a pesar de que ambos habíamos protestado con la idea.

No pude concentrarme bien el resto de las clases; porque estaba demasiado distraído pensando cómo podía vengarme de Amalia sin volver a tener problemas con el director, de nuevo. El sonido del timbre me sacó de mis ensoñaciones, era la hora de entrenar.

Me jactaba de ser uno de los jugadores estrella del equipo de futbol, además de eso también era el capitán del equipo. En mí caía mucha responsabilidad, pero eso no me preocupaba porque mi equipo siempre estaba preparado, nunca habíamos perdido un juego importante.

—Muy bien muchachos, esta temporada jugaremos con todo, de este campeonato depende la entrada a la universidad de muchos de ustedes —decía el entrenador cuando estábamos en los vestidores.

—No lo decepcionaremos entrenador —respondió Corey, otro de los jugadores del equipo, en ese momento nos pusimos de pie y lanzamos nuestro grito de guerra.

— ¿¡Quienes somos!?




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