Tal vez, para Siempre (bilogía) Libro 1

CAPÍTULO 12

Abrí los ojos casi al punto de que creí que se saldrían de mis órbitas. El recuerdo vívido de aquel sujeto doblándome el brazo hacia atrás me hizo estremecer. Ahora, como si mi mente hubiera encendido un suiche, un enorme dolor comenzó a surgir de mi hombro. Automáticamente me llevé la mano contraria al sitio. ya tenía puesto una especie de cabestrillo para inmovilizarme.

—He tenido que ponerte eso para que se recupere. En unas tres semanas, tal vez dos si te recuperas rápido, te lo quitaremos. Pero debes venir para cerciorarnos de que no haya ninguna herida a algún nervio. —Explicó con tranquilidad. Mi madre solo me miraba llena de angustia. Daniel no emitía ningún sonido, pero supe por su expresión que también estaba preocupado.

—Voy a estar bien. —Le dije a mi madre al verla tan nerviosa.

—Esto no se puede quedar así. Tenemos que denunciar a esos tipos. —Bramó molesta. El doctor chequeó unas cuantas cosas más y salió de la habitación.

No estaba seguro de si quería hacer eso. Definitivamente se lo merecían, pero era un proceso legal demasiado tedioso y no tenía ganas de estar haciendo todo eso.

—Daniel, Lucas tiene que descansar —le dijo mi madre—, no ha desayunado nada y debe alimentarse.

—Mamá no soy un niño —protesté—, además aquí solo me voy a aburrir como una ostra.

—Se puede quedar mientras te traigo la comida, pero luego se va a tener que ir. —Concluyó y salió de la habitación susurrando improperios.

—Suerte que te lesionaron el brazo contrario. —Dijo Daniel cuando se fue mi madre.

—Son tan imbéciles que ni siquiera fueron capaces de notar que soy zurdo. —Suspiré un poco aliviado. La lesión me iba a hacer perderme unos cuantos partidos, pero no era algo permanente. Además, los tipos me habían lesionado el brazo equivocado. Por suerte.

—Irina y los demás están afuera y quieren verte. —Comentó Daniel.

—Ya oíste a mi madre. No los va a dejar pasar. Además, yo no quiero ver a Irina. ¿Qué hace aquí después de haberme mandado a la mierda e inventar cosas sobre mí? —Pregunté enojado.

—No lo sé. Pero parecía bastante preocupada. Y también la vi discutir con Amalia.

—¿Y esa qué tenía que decirle a Amalia? Por cierto, hay algo que no entiendo. ¿Cómo llegaron ustedes a los vestidores?

—Ah, esa es otra historia. La amiguita fea de Amalia, la de lentes, corrió como loca a avisarnos de que había unos tipos extraños en los vestidores que te estaban golpeando.

—¿Y qué hacía ella ahí? Es más, ahora que lo pienso ¿qué hacía Amalia en ese lugar? —lancé la pregunta al aire, pero era más para mí mismo que para Daniel.

Él se encogió de hombros. Mi madre volvió y Daniel tuvo que irse. Escuché cómo los muchachos desde afuera me gritaron palabras de aliento y ánimo. De hecho, parecía que casi toda la escuela estaba en el pasillo, pero mi madre no dejó pasar a nadie.

Comí el delicioso desayuno que me trajo. Tenía hambre como si no hubiera comido en una semana. Luego me quedé dormido.

 

—Hijo… —unos leves zarandeos me despertaron, abrí los ojos medio empañados, así que me restregué la cara para poder ver bien—Soy yo, tu padre.

Sonreí al reconocer la voz. Me desperecé de un solo brazo pues el otro estaba completamente inmóvil. Una enfermera me había traído unos analgésicos para el dolor y ya me sentía bastante mejor.

—Hola papá. —Saludé. Él me abrazó con fuerza, quizá demasiada.

—Estaba tan preocupado por ti. —Dijo con la voz entrecortada, tuve la sensación de que iba a llorar.

—No te preocupes papá, estoy bien. —Intenté calmarlo.

—¿Tu brazo cómo está?

—Me duele, pero el doctor dijo que en tres semanas estaría como nuevo. —Dije con una sonrisa en mi rostro. Quiero que se calme, odio ver su expresión de tristeza.

—Por suerte no te lesionaron el brazo izquierdo. Mira cómo te dejaron —movía la cabeza de un lado a otro, estaba empezando a enojarse—, definitivamente vamos a tomar acciones legales.

—No creo que sea necesario.

—¡Por supuesto que sí! Eso no se lleva a discusión. Van a terminar tras las rejas, haré lo que haga falta —. Cuando a mis padres se le metía una idea en la cabeza no había forma de que cambiaran de opinión.




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