… Cinco días después.
—Vamos, dale ¡dispara! —Gritaba Ian mientras presionaba con euforia los botones del mando. El sujeto del videojuego corría a todos lados disparando a diestra y siniestra sin darle a ningún objetivo.
—Vamos a perder por tu culpa. —Le decía Diego, quien, a diferencia de Ian, tenía muy buena puntería.
—Déjalo de carnada que yo voy detrás de ti. —Comentó Daniel.
—Chicos, si él pierde no hay problema, yo lo revivo y ya. —Les dije yo.
—¡Ay mírenlo! Siempre haciéndose el héroe. Así como con Amalia. ¡Rescátame, rescátame! —Dijo Eric tratando de imitar la voz de una mujer mientras se burlaba.
—Te aprovechas de que no te puedo dar tu buen manazo. —Le dije riendo.
Ya había pasado casi una semana desde mi lesión. El hombro me seguía doliendo, pero afortunadamente el doctor dijo que no había mayor problema, solo debía esperar que la hinchazón bajara pues él ya me había colocado el hueso en su lugar.
Cinco días sin ir a la escuela habían sido maravillosos al principio. Mi mamá me atendía como a un rey. Como no podía moverme con la misma facilidad gracias al cabestrillo que tenía, me llevaban el desayuno, almuerzo y cena a la cama.
Por otro lado, también tenía cinco días sin saber de ella. Obviamente no iba a venir a verme, y me moría por saber cómo estaba, incluso si me agradecería lo que había hecho por ella.
Daniel me contó que los evitaba en el pasillo o en el comedor, cada vez que se topaba con él o con alguno de mis amigos. Incluso con Irina.
—Dime otra vez, exactamente qué fue lo que hizo. —Le pregunté a Daniel cuando nos quedamos solos.
—No hizo nada, solo me vio luego bajó la cabeza y se fue casi corriendo.
—No lo entiendo.
—Yo tampoco. Pero menos te entiendo a ti. ¿Por qué tanto interés? Ya te dije que físicamente está bien. Dime la verdad ¿te gusta?
No era la primera vez que Daniel me preguntaba eso en la semana, pero yo siempre encontraba formas de evadir las respuestas, el único problema era que se me estaban acabando las excusas.
—Yo… Aaahh —ya no tenía más excusas.
—No tienes que decir nada más. Con eso entendí todo.
—¿Qué has entendido? —Preguntó Diego. No me había dado cuenta de que estaba en la puerta.
—Que Lucas está cansado y ya nos tenemos que ir. —Mintió.
—¡Ay! ¿Cómo vas a estar cansado si te la pasas acostado ahí?
—Chicos, la mamá de Lucas quiere que nos vayamos. —Habló Eric, que venía por el pasillo seguido de Ian.
Nos despedimos y cada uno se fue a su casa. Cada vez que se iban me quedaba muy aburrido. La televisión se ponía tediosa después de un rato, y ya había visto casi todas las películas de Netflix.
Lo único que me sacaba del aburrimiento era conversar con la desconocida que me mandaba mensajes. Suponía que era mujer por la forma en la que se expresaba, esperaba que así fuera, si no, le rompería la cara cuando me recuperara.
“—¿Cómo estás?”
La chica no me quiso responder quién era o por qué me había escrito eso en primer lugar. No quería hablar más hasta que la convencí de que no iba a insistir más sobre su identidad.
“—Aburrida, ¿y tú? ¿cómo sigue tu lesión?”
“—También estoy aburrido. Por cierto, te acabas de delatar, ahora puedo confirmar 100% que eres una chica.”
“—Eres muy confiado Lucas Hall, podría escribirlo así adrede.”
“—Si así fuera, te estás tomando muchas molestias.”
“—Quizá. Pero creo que por ti vale la pena”
“—¿Acaso eres una admiradora secreta?”
“—¿Admiradora? Jajaja, no lo creo. No llegas al punto de la admiración.”
Me gustaba la forma en la que me hablaba, me hacía sentir extraño. Incluso sacaba a Amalia de mi mente por un instante, pero luego se volvía a meter en mis pensamientos y no salía de ahí en toda la noche.