Caminé directo hacia la mesa donde ella estaba. Solo necesitaba veinte segundos de valor para poder encarar la situación, pero después de eso, no tenía idea de lo que haría. Ella por fin volteó a verme, y noté como se puso pálida de inmediato. Su posición cambió, se enderezó y se puso rígida. Su amiga Janet fue la siguiente en darse cuenta de que yo estaba yendo hacia ellos.
Le dio un empujón con el codo, pero Amalia no se inmutó. Brayan estaba de espaldas a mí. Así que no se había dado cuenta de nada.
Llegué a la mesa y la miré directamente a los ojos.
—Ven conmigo. —Exigí. Ni siquiera le di tiempo a responder, pues la tomé del brazo y la jalé hacia mí. Toda la cafetería se nos quedó mirando mientras salíamos del lugar.
Abrí la puerta de la primera aula que encontré. Afortunadamente estaba vacía, o la situación se habría vuelto más incómoda de lo que ya era. La adrenalina y la rabia se me estaban pasando y mi mente no dejaba de repetir que lo que estaba haciendo era una pésima idea.
—¿¡Qué carajos te pasa!? —Me gritó ella.
—¿¡Que carajos te pasa a ti!? —Instintivamente también le alcé la voz. No era mi intención gritarle, pero cada vez que recordaba a Brayan, la ira quería volver a estallar en mi interior.
Ella me miraba confundida y claramente molesta.
—¿De qué hablas, Lucas? ¿Te has vuelto loco? —Preguntó un poco más calmada.
—¿Por qué te la pasas con él? ¿Quieres que la gente piense mal de ti? —Solté. Deseaba golpearme contra la pared en ese momento. Estaba celoso, no podía negarlo, me moría de celos verla con él, pero no podía decírselo así como así.
—¿Brayan? —Preguntó sorprendida, luego esbozó una sonrisa y se echó a reír.
—¿De qué te ríes?
—A ver, no entiendo este repentino interés en mi vida, pero espero que te quede claro algo: no somos amigos, no te metas.
—Ese chico solo es problemas, es un mujeriego, solo juega con las chicas. —Comencé a decir, pero no sabía qué más hacer para alejarla de él sin tener que confesar mis sentimientos.
—¡No es tu problema! No te metas en mi vida. ¡No. Somos… Amigos! —por un segundo, sentí que flaqueó en sus palabras.
—Amalia, él no te conviene.
—No es tu problema, Lucas.
Estaba justo detrás de la puerta, así que le impedía salir, hizo un gesto con sus manos para que me quitara. Automáticamente me moví del camino y la dejé ir.
No quería volver a salir, todo el mundo iba a verme y eso era lo que menos quería en ese momento. Tampoco deseaba que Daniel o Diego o cualquiera de mis amigos empezaran a acribillarme a preguntas.
Así que decidí irme al único lugar donde sabía que nadie me molestaría. Tenía un tiempo considerable sin ir allí, pero era bueno porque nadie iba nunca.
Salí corriendo hacia la azotea del colegio. Había conseguido la llave en una de esas veces en las que el antiguo director era mucho más condescendiente conmigo. Siempre cargaba la llave para alguna emergencia, y definitivamente esta era una.
El aire fresco allá arriba se sentía casi como estar en un lugar completamente diferente, tomé asiento y coloqué mi cabeza entre mis piernas. De repente el sonido de un mensaje apareció en mi teléfono. No tenía ganas de mirarlo, seguramente era Daniel preguntándome dónde estaba. Sin embargo, lo abrí.
“—¿Qué te pasó? Te vi salir corriendo con esa chica.”
Era ella. La de los mensajes misteriosos de nuevo. No había dudas de que iba en la secundaria, solo así habría sabido lo que pasó. Lo más probable es que hubiera estado en la cafetería también. Era una persona increíble, pero no podía sentir nada por ella. A pesar de eso, me gustaba desahogarme hablándole.
“—La verdad, no sé qué me pasó.”
“—¿Ella es tu novia?”
Era una desconocida, me estaba arriesgando al responderle cosas personales, podría ser cualquiera, incluso Irina para usar algo en mi contra, pero no me importó en ese momento, decidí desahogar todo lo que sentía, aunque quizá me arrepintiera después.
“—No lo es, pero me gustaría.”