Tal vez, para Siempre (bilogía) Libro 1

CAPÍTULO 32

Tres increíbles y maravillosos meses habían pasado desde el año nuevo, y nuestro viaje a la playa.

Habíamos vuelto a las clases habituales; mi equipo y yo habíamos ganado todos los partidos y estábamos cerca a campeonar la temporada; mis notas estaban en los primeros puestos de todas las clases, incluso las que me costaba entender; y, lo mejor de todo, Amalia y yo seguíamos juntos.

Después de nuestra pequeña confesión de amor el último día del año, las cosas se habían vuelto geniales para los dos. Al final mi padre terminó aceptándola, aunque con un poco de recelo; todavía recordaba el día en que la había increpado por lo que había sucedido con los tipos del otro equipo.

Ese día había sentido una enorme vergüenza. Afortunadamente Amalia no era una chica tímida, y sabía dominar muy bien sus palabras; le habló de tal forma a mi padre, que este terminó por admitir que la había prejuzgado mal.

Mis amigos y los de ella nos la pasábamos juntos a todos lados; sobre todo después de la salida a la playa, lo cual era irónico considerando que habíamos jurado nunca juntarnos con “la plebe”; pero, así es la vida.

Resultó que Janet no era tan tímida una vez que tomaba confianza y terminó por conquistar el corazón de Eric, quien había prometido —también— que nunca saldría con ella.

De vez en cuando nos gustaba burlarnos de él; y no porque Janet fuera poco agraciada, sino porque eran demasiado melosos para mi gusto, o el de cualquiera.

Además de eso, Víctor se había vuelto muy unido a Ian, tanto, que habíamos empezado a pensar que entre esos dos estaban pasando cosas, pero Ian nunca había mencionado nada acerca de sus gustos, y no teníamos idea de si sería verdad o no.

Nos encontrábamos justo a cuatro meses para finalizar el año escolar; y a pocos días para mi cumpleaños.

—A que no adivinas qué día será el domingo —le dije con tono cantarín a Amalia. La observaba mientras ella le daba un enorme mordisco a una hamburguesa.

—¿Diecisiete? —preguntó despreocupada, intentando tragar el trozo de pan con carne.

—Sí, pero ¿no te dice nada ese día?

Ella me miró confundida y negó con la cabeza. El bullicio de la cafetería no me dejaba ofenderme con el gusto que hubiera querido.

—A ver pulga, ¿no recuerdas qué se celebra el diecisiete de marzo? —pregunté ligeramente molesto ¿de verdad no lo recordaba?

—Aaahh… no lo sé, ¿día de san...to…? ¡Ay, no sé! Dime.

—¡Es mi cumpleaños! ¡niña ingrata! —Amalia soltó una risotada que resonó en el comedor.

—Lo siento, sabes que soy mala para las fechas. Tengo suerte de recordar el mío —se encogió de brazos y tomó un sorbo de la gaseosa que tenía al lado.

—Pues yo si lo recuerdo, es el veinte de junio —dije sacando el pecho.

—Eres tan tierno —me respondió con una sonrisa— ¿Y qué vamos a hacer? ¿Una reunión con los chicos?

—Mmm de hecho, he estado pensándolo muy bien, y quisiera ir a la playa.

—¿Otra vez? De verdad quieres verme en traje de baño.

—Por supuesto, además el invierno ya pasó. Hay un sol hermoso allá afuera y no lo podemos desperdiciar, esta vez sí tendrás que quitarte la ropa. 

Sus mejillas tomaron un ligero color rosáceo.

—Le diría a Janet, seguro quiere ir a su primera salida oficial con Eric.

—No. Quiero pasar mi cumpleaños solo contigo —Amalia abrió los ojos como platos y escupió una pequeña parte del líquido que estaba tomando.

—¿Solo los dos? —sus mejillas se sonrojaron automáticamente.

—Sí, el fin de semana.

—No sé si mi padre me dejaría.

Enarqué una ceja de incredulidad. No era la primera vez que salíamos solos por varios días; de pronto tuve la sensación de que no quería hacerlo.

—Ya te ha dejado antes, ¿por qué no ahora?

—Es cierto. Está bien, vámonos a la playa en tu cumpleaños —aceptó; pero seguía teniendo esa sensación de incomodidad por parte de ella.

Intenté ignorarlo y seguir comiendo.




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