Una semana había pasado desde mi llegada a Berkeley, pero yo sentía que ya tenía años en ese lugar. Acostumbrarme a tener que hacerme todo solo, a no tener a mis amigos cerca o a Amalia era difícil.
Por suerte había logrado ganarme a mi compañero de cuarto, resultó ser que el pobre era bastante abusado en la universidad. Él solo tenía unos cuantos meses más que yo ahí, también era de primer año y estaba estudiando bioquímica molecular.
—No puedo creer que seas tan buena persona —me decía Ed. Su nombre completo era Edward, pero yo prefería decirle Ed.
—¡Ja, ja, ja! No creo que sea una “buena persona”, pero yo no me dejo llevar por estereotipos. —La verdad era qué, si lo hubiera conocido meses atrás, lo más probable hubiera sido que sí, pero eso había cambiado ahora.
—Y ¿de verdad eres tan bueno en el futbol? —preguntó—, ¿sabes lo difícil que es conseguirse una beca aquí en deportes?
—Por supuesto que lo sé —le dije riendo.
Ed y yo caminábamos por el campus mientras me ensañaba bien dónde estaban las aulas, la cafetería, y las oficinas; todavía me perdía entre los enormes pasillos y los edificios.
Entre el gentío, avanzar era complicado, Berkeley contaba con una enorme cantidad de estudiantes.
Las primeras semanas serían de adaptación, tenía que asistir a diversos cursos dónde vería mejor qué carrera se adaptaba a mí. Me ponía nervioso tener que escoger alguna, no quería estudiar nada demasiado complicado.
Ed me acompañó hasta el mesón donde debía anotarme para los cursos. Me paseé por las mesas intentando decidir cuál escoger primero, pero mi atención se detuvo de golpe sobre una mesa en específico, donde una cabellera pelirroja llamó mi atención.
Había estado el tiempo suficiente con ella como para reconocerla de espaldas, sentí que la sangre había huido por completo de mi cuerpo, y Ed me lo confirmó al preguntarme por qué me había puesto tan pálido.
¿Cuánta mala suerte podía tener, para que justamente, de todas las personas de Castle High School, precisamente a Irina, también le saliera la beca?
En realidad, no debía sorprenderme, ella había aplicado a la misma beca, en la misma sede, al mismo tiempo. Pero sinceramente, jamás pensé que podría lograrlo.
—Esa chica… —dije sin terminar la frase.
—Es atractiva —Ed asentía con la cabeza y la miraba con los ojos desorbitados—, ¿pero no me habías dicho que tienes novia?
—Sí, esa que está ahí es mi ex.
—No sé por qué no me sorprende —dijo sarcástico.
—Tengo que irme, no puedo dejar que me vea. —Me di media vuelta e intenté caminar lo más rápido que pude, pero esa vocecita chillona que ya había olvidado, me hizo detenerme en seco.
—¡Lucas!, ¡Lucas! —gritaba.
—¡Uy! Creo que ya te vio. Lo siento amigo, pero te dejo solo. —Ed se fue caminando con paso apresurado. No podía creer que me hubiera abandonado de esa forma.
No quería darme la vuelta, pero las insistentes llamadas de Irina estaban atrayendo la atención de la gente. Me giré y llevé una mano a la parte de atrás de mi cabeza, sonreí con nerviosismo y por pleitesía más que todo.
—¡Irina! Hola… ¿Qué carajos haces aquí? —la pregunta final la dije entre los dientes, esperaba que no me hubiera escuchado.
—¿Qué? —preguntó.
—Nada.
—¿¡No te parece increíble!? Estamos aquí, lo que siempre habíamos soñado.
—Sí, es increíble.
Irina me tomó de la mano sin previo aviso, me zafé de su agarre y comencé a caminar en la dirección contraria, ella me siguió, aunque quise evitarlo.
—La carta me llegó a los pocos días de la tuya, pero ya te habías ido, sino hubiéramos venido juntos.
—Ni en un millón de años. —Volví a susurrar.
—¿Qué dijiste?
—Nada, me alegro de que también hayas sido aceptada, ahora debo irme —caminé aún más rápido pero la mujer no se rendía.