Tal vez, para Siempre (bilogía) Libro 1

EPÍLOGO

Amalia siempre se sentaba a observar el partido de futbol americano, aunque no era demasiado fanática de ese deporte en particular.

Y aunque habían pasado cinco años desde que se había ido de Estados Unidos, siempre albergaba la esperanza de verlo, aunque fuera por televisión.

Esa tarde, desde su departamento; se sentó en el sillón y empezó a devorar el pop corn que había preparado.

Los Golden Bears jugaban ese día y ella sabía que había muchas probabilidades de verlo.

De pronto los jugadores comenzaron a entrar en la cancha, y uno a uno mostraron sus rostros.

“Y aquí viene, nuestro jugador estrella: Lucas Hall, con su debut en la temporada…”

El corazón de Amalia se aceleró a mil, hacía muchos años que no escuchaba su nombre, además de en su mente.

Lucas salió corriendo con su uniforme azul y dorado.

Amalia sonrió complacida al ver que aquel que había sido su primer amor, había logrado convertirse en un increíble jugador.

Cuando terminó el partido, Amalia estaba a punto de apagar la televisión; pero, de pronto, anunciaron que entrevistarían al nuevo mariscal, que había debutado con un excelente partido.

Después de varias preguntas de poca importancia, el entrevistador le preguntó sobre su ritual de la suerte.

“Lucas, Nos han contado que tú tienes un extraño ritual antes de cada partido, ¿podrías contarnos sobre eso?”

Amalia vio que Lucas levantaba una cadena con un dije en forma de balón, y entonces dijo: “Siempre, antes de cada partido, le pido que me eche una mano”, besó la cadena y se echó a reír.

Era aquel viejo collar con forma de balón que ella le había regalado cuando él cumplió los dieciocho años.

Una sonrisa se formó en su rostro y entonces, apagó la tv.




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