Tal vez, para Siempre (bilogía) Libro 1

CAPÍTULO 39

Un golpe sordo en la puerta llamó mi atención. De haber sabido que era Irina, no le hubiera abierto la puerta. Al final había logrado descubrir dónde me quedaba y no podía evitar que se apareciera cuando le diera la gana. Realmente estaba agotando mi paciencia y no sabía cuánto más podría aguantar antes de mandarla al mismísimo demonio.

—Hola bebé, ¿cómo estás? —preguntó, entrando en mi habitación como perro por su casa.

—Irina, ¿en qué idioma te lo tengo que decir? ¡Déjame en paz!

—¡Ay!, ya no tienes que fingir cariño, estamos juntos en la universidad, ¿acaso no fue eso lo que me prometiste?

—¡Estás loca! Yo no te he prometido nada —le grité.

—No seas tan condescendiente —me acaricié la frente con el pulgar y el índice, ella se acercó a mí y tomó mi mano—, sabía que cumplirías tu promesa.

—Irina yo… —de pronto, la puerta se abrió de golpe. Volteé a mirar y la sorpresa me cayó como un balde agua helada. Amalia estaba ahí, de pie en la puerta, interpretando esto de una manera muy equivocada seguramente.

Pude ver la decepción en sus ojos, salió corriendo de vuelta y quise morirme, ¡estúpida Irina!, le solté el agarre de mi mano y salí corriendo tras ella.

—¡Amalia!, ¡Amalia! ¡Espera por favor! —por más que le gritaba, ella no paraba de correr. Bajó las escaleras de prisa sorteando a los estudiantes. Logró llegar hasta afuera del edificio, pero; finalmente, la alcancé.

Le tomé la mano, ella se zafó de mi agarre, pero se dio la vuelta.

» Espera por favor, déjame explicarte —supliqué.

—¡No! ¿¡Qué vas a explicarme!? Claro, “ella está loca”, “no sé de qué promesa está hablando” —dijo imitando mi voz—, ¡eres un maldito mentiroso! —me gritó ahí frente a todos, la gente rápidamente volteó a vernos. Ella se dio cuenta de eso y siguió avanzando. La seguí.

—Te juro que las cosas no son lo que parecen —volví a tomarla de la mano, esta vez no dejé que se soltara de mi agarre. La arrastré a un lugar más solitario, apartado de las miradas curiosas.

—¿¡Y qué es lo que parece!? ¿Qué estuviste jugando conmigo todo este tiempo? Estabas confabulado con ella, todo el tiempo —comenzó a llorar sin siquiera darse cuenta, odiaba verla así, sobre todo porque era un gran malentendido.

—Amalia, sabes que eso no es verdad. Yo te amo, Irina solo está loca, ¡es verdad que está loca!

—No, no sé si eso es verdad. Quería venir a sorprenderte, pero terminé siendo yo la sorprendida. No me busques más Lucas.

Volvió a darse la vuelta y comenzó a alejarse de mí.

—Amalia, ¡no, por favor! No me hagas esto —le pedí.

—¿Yo? —negó con la cabeza—tú lo hiciste Lucas, no yo.

Me quedé ahí, congelado, sin saber qué hacer. Me sentía impotente. No tenía ninguna prueba, no tenía nada que pudiera hacer para que ella me creyera. Me sentía como un completo idiota, empuñé las manos y le di un golpe a la pared. La estaba perdiendo y no podía permitirlo.

Quise seguirla, pero para cuando mis piernas reaccionaron, ella ya se había alejado lo suficiente como para perderla de vista. Cuando mis ojos volvieron a ubicarla, se estaba subiendo a un taxi.

Salí corriendo como un demente para intentar alcanzarla.

—¡Amalia! ¡Espera, no te vayas! —grité, pero el taxi ya había arrancado, y ella se había ido.

 

****

Una semana después…

Sufría de una terrible ansiedad porque no pude seguirla de vuelta a Atlanta, las malditas clases de introducción eran obligatorias, y si me perdía una, mi beca podía estar en riesgo. Tuve que aguantarme toda esa semana sin saber nada de ella. Intenté llamarla, enviarle mensajes; incluso le había pedido a Daniel que hablara con ella, pero nada de eso había funcionado.

Simplemente ella se rehusaba a responderme de ninguna forma. El fin de semana lo tenía libre, y sin dudarlo ni un segundo, ya había comprado los pasajes de vuelta a Atlanta. No le había contado a nadie, así que ni siquiera mis padres estaban enterados de que volvería.

Me puse el collar que me había regalado. Lo usaba todo el tiempo porque me hacía sentir más cerca de ella. De camino desde el aeropuerto, le compré un ramo de flores y chocolates; y de haber sido posible, le hubiera llevado un zoológico entero si con eso me perdonaba.




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