Tal vez, para Siempre (bilogía) Libro 1

CAPÍTULO 40

AMALIA

 

Aunque lo hubiera querido, no podía odiar a Lucas; así que creerle no fue tan difícil como imaginaba. Al principio me sentía muy dolida por lo que había visto. Pero analizando la situación con frialdad, me daba cuenta de que había exagerado por nada. Ya sabía que Irina estaba intentando separarnos, y; aun así, había caído en su juego.

La visita sorpresa de Lucas me había encantado, y esperaba el momento en que se repitiera. Por lo pronto habían vuelto a pasar un par de semanas y algo más, y eso de estar yendo y viniendo a escondidas era un tanto complicado.

Cada vez faltaba menos para el final del año escolar. El baile de bienvenida era la comidilla del pueblo.

Pensar en eso me producía ganas de vomitar. Los bailes escolares no eran los primeros lugares donde me gustaba estar, y mucho menos si sabía que Lucas no estaría conmigo.

Janet se había distanciado un poco de mí para pasar tiempo con Eric, y eso no me molestaba, excepto en los momentos en los que deseaba distraerme de pensar en él y no podía hacerlo porque no tenía a nadie con quien hablar.

—¿Estás bien? —me preguntó Camila.

Estaba distraída en mis pensamientos; aunque, en realidad, la mayoría de ellos era sobre Lucas sin ropa. Solté una risita y volteé a mirarla.

—Sí, no te preocupes.

—¿No estás emocionada por el baile? —preguntó excitada.

—Sí —respondí con desgana.

—¡Ay, vamos! No dejes que el que no esté te afecte. Vendrás, ¿no es cierto?

—Realmente no lo sé.

El timbre de salida sonó, recogí mis cosas sin decir nada más. En la cara de Camila pude notar la decepción, y es que, aunque no quería hacerla sentir mal, mis ánimos para el baile estaban por el suelo.

 

Llegué a la casa y el ambiente se sentía particularmente tenso. Mi hermano no estaba por ningún lado, mi padre veía la tv y ni siquiera me dirigió la palabra cuando llegué.

—Hola papá —saludé.

Volteó a mirarme y de pronto un sudor frío recorrió mi espalda, sus ojos parecían hinchados, como si hubiera llorado, pero eso era imposible. Se compuso enseguida y me sonrió.

—Hola hija. —Me llevó un tiempo caer en cuenta de que había llegado primero que yo de la escuela. Eso era extraño. Usualmente a mitad de semana él se quedaba hasta tarde arreglando las gestiones de finanzas del colegio, pero temí preguntar, así que no lo hice.

Cuando me disponía a subir las escaleras me topé con mi madre. La sorpresa me conmocionó pues no sabía que ella estaba ahí.

—¡Mamá! —exclamé.

—Hola mi niña —saludó. Su voz sonaba un poco ronca, y también parecía tener unas enormes bolsas en los ojos.

Definitivamente algo muy extraño estaba pasando en la casa.

 

Esa noche en particular no podía dormir, así que bajé a la cocina a prepararme un chocolate caliente. Todo lo que había pasado durante el día no dejaba de darme vueltas en la cabeza.

Un pequeño bulto estaba hecho ovillo sobre el sillón y me asusté; pero cuando encendí la luz, me di cuenta de que era mi madre.

—¿Mamá? ¿Qué haces despierta a esta hora? —le pregunté, como si ella fuera la adolescente y no yo. No me había dado cuenta de que estaba llorando—¿Qué sucede? —corrí hacia ella y la abracé.

—Oh, mi niña —me abrazó de vuelta y lloró con más intensidad.

—Mamá, ¿qué tienes? ¿Le pasó algo a Cris? La preocupación me embargaba, quizá esa era la razón por la que todos se comportaban raro en la tarde, la causa de sus ojos ojerosos.

—No, tu hermano está bien —levantó la cabeza y me miró secándose las lágrimas—, no quería contarte esto así; pero de todos modos lo iba a hacer.

—Me estás asustando.

—Tu padre y yo nos vamos a divorciar.

—¿¡Qué!? —sabía que mi padre no era el mejor hombre del mundo, pero jamás me hubiera imaginado que hacía infeliz a mamá, ahora todo me quedaba más claro.




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