Talavera. La herencia envenenada

Gonzalo Baeza

Cuando a Gonzalo Baeza lo avisaron de que un terrible accidente había ocurrido cerca de la finca Los Olivos, salió rápido de la cama. Al inspector le encantaba andar sobre las pistas y poner entre las cuerdas a cualquier sospechoso, por lo que se apresuró para poder llegar lo más pronto posible. 

Al llegar, una patrulla delimitaba el acceso de la carretera, tratando de evitar que cualquier coche accediera. Tuvo que apartar a varios periodistas entrometidos, ansiosos por publicar una foto en portada del siniestro. ¿Cómo harían para llegar antes que la misma policía?

El agente que lo acompañó hasta el coche accidentado, le dijo:

— El vehículo se precipitó hacia la derecha y se estampó contra aquel árbol de ahí —le señaló con la mano.— ¿Algún testigo del suceso?

— Ninguno, inspector.Gonzalo se acercó para ver más de cerca el vehículo, cuyo aspecto era deplorable.

— El coche ha quedado como un acordeón parece improbable que nadie saliera ileso de ahí dentro.

— De hecho, el conductor murió en el acto.

Gonzalo asintió con la cabeza, sin extrañarse de aquel suceso. ¿Cuántos no morirían en la carretera? Miles cada año, por imprudencias, velocidades inadecuadas, consumo de alcohol y drogas...

— ¿Qué juez levantó el cadáver?— No lo sé, puede que el agente López lo sepa mejor.— ¿Quién es el fallecido?

A esas horas de la noche, las luces de colores del coche de la policía se mezclaban con los flashes de las cámaras. Daba la sensación de que estuviera en un sueño, por lo irreal de la combinación. 

El agente sacó una libretita y buscó entre su información, para luego declarar:— Alejandro Talavera, inspector.

*****

El inspector Baeza se dirigió a Los Olivos en cuanto pudo desembarazarse del peritaje del vehículo siniestrado. A ciencia cierta sabía que aquella noche iba a ser muy larga, por lo que lo mejor sería ponerse a trabajar de inmediato.

Para nada le sorprendió ver las luces de la casa de la finca con las luces encendidas. Sin duda todos estarían despiertos tras enterarse de que Alejandro Talavera, el líder de una de las compañías más importantes del país, se había estrellado cerca de aquí. Pero también sabía que podrían estar algo tocados, y es que Alejandro era el dueño de esa finca y los habitantes, su familia.


Cogió el lápiz y la libreta que siempre le acompañaban para escribir la lista de los familiares, y así, garabateó:


<<FAMILIA TALAVERA:
Jaime Talavera: padre del difunto.
Andrés Talavera: hermano mayor.
Santiago Talavera: hermano pequeño.
Ángela Talavera: hermana pequeña.>>


*****

De nada le sorprendió que los miembros de la familia Talavera no fueran los únicos en esa casa esa noche.
 

Habían estado celebrando el sexagésimo cuarto cumpleaños del patriarca, don Jaime, y hasta hace bien poco habían seguido de fiesta.
 

Qué amargo cumpleaños para el patriarca si había tenido que perder a su hijo, uno nunca quería tener que enterrarlos.
 

Cuando accedió al interior de la casa se sorprendió al ver el resultado de las numerosas reformas que Alejandro había llevado a cabo. No solo había ampliado la casa, si no que había invertido mucho en su mantenimiento.
Accedió a la sala donde se encontraban todos reunidos en silencio. Sacando su libretita y lápiz de nuevo, apuntó los nombres de más personas, tal vez sorprendido de que la primera mujer del fallecido estuviera presente.
 

<<FAMILIA HERRERA:
Beatriz Herrera: seis años de matrimonio y cinco desde el divorcio. Primera mujer de Alejandro Talavera y madre de dos de sus hijos.
Enrique Talavera Herrera: primer hijo del difunto con Beatriz, de diez años.
Joaquín Talavera Herrera: segundo hijo del difunto con Beatriz, de siete años.>>


*****

Sin querer guardar del todo su libreta, esperó a poder conversar con uno de los agentes para que le comunicara algo más sobre lo sucedido. Según la información preliminar, Alejandro Talavera había salido de la fiesta y cogido su coche. Abandonó la finca de su propiedad para, acto seguido, morir dentro de su vehículo al chocar con un árbol.
 

Aquello parecía un triste accidente fatídico. El señor Talavera no sería ni el primero ni el último en morir en la carretera. ¿Qué le habla ocurrido? Tal vez saliera de la fiesta demasiado borracho. Puede que condujera a una velocidad muy alta. O quizás se distrajo al volante, perdiendo el control del vehículo. Había muchas posibilidades, pero solo una de ellas era verdadera.
 

Se quedó mirando unos segundos a la viuda, tal vez asegurándose de que era capaz de sobrellevar la pérdida sin asistencia hospitalaria, y apuntó:


<<FAMILIA IGLESIAS:
Elena Iglesias: segunda y actual esposa de Alejandro Talavera, la viuda. Llevaban un año de casados antes del fallecimiento de Alejandro, fruto de su matrimonio tienen un bebé de siete meses.
Pedro Iglesias: hermano de la viuda y cuñado del difunto.
Carmen Iglesias: madre de la viuda y suegra del difunto.
Álvaro Talavera Iglesias: único hijo del difunto con Elena, su segunda esposa y viuda, de siete meses.>>


Después de conseguir toda la información que pudo, se dirigió hasta su oficina, y allí se preparó para iniciar la investigación de la muerte de Alejandro Talavera.


*****

Ahora que tenía la lista completa de sospechosos, tocaba su parte preferida.
Interrogar a cada uno de ellos iba a ser un placer culpable y una parte fundamental para resolver la muerte de Alejandro Talavera.


Conversaciones cara a cara, sin posibilidad de engaños o triquiñuelas. Seguir pista tras pista, trazando los últimos momentos del fallecido. Un estudio usando la intuición y la deducción.
Al acabar aquello, sabría quién es el asesino, su motivo y la forma en la que lo hizo, de eso no tenía duda.




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