Tambien Mañana

Capitulo 6

La rutina en el Hospital Internacional de Seúl se había convertido en un refugio precario. El ritmo constante de trabajo, la necesidad de concentración y la camaradería incipiente con algunos colegas me ofrecían momentos de respiro, islas de paz en el tormento interior que aún me acompañaba. Marco se había convertido en una presencia luminosa en mi vida, sus visitas a la cafetería del hospital y nuestras exploraciones por los barrios artísticos de la ciudad eran bocanadas de aire fresco.

Una tarde, mientras revisaba la historia clínica de un paciente, una figura familiar y aterradora apareció en el umbral de la sala. Mi corazón dio un vuelco, un escalofrío de pánico recorriéndome la espalda. Era Alan.

Su rostro estaba demacrado, sus ojos inyectados en sangre. Parecía un fantasma de la persona que conocí. Caminó hacia mí con una determinación sombría, ignorando las miradas curiosas de las enfermeras y los médicos.

—Lian —dijo, su voz áspera y cargada de una amenaza apenas contenida.

Intenté mantener la compostura, aunque mis manos temblaban ligeramente. —Alan, ¿qué haces aquí? ¿Cómo me encontraste?

—No importa cómo te encontré —siseó, acercándose más—. Lo que importa es que vuelvas a casa. Ahora.

—No voy a volver, Alan. Ya te lo dije.

Su rostro se contrajo en una mueca de furia. —Vas a volver, Lian. Te lo juro. Si no vuelves conmigo ahora mismo, te voy a matar. Aquí. Delante de todos.

Sus palabras, pronunciadas con una frialdad aterradora, resonaron en el silencio momentáneo de la sala. Sentí el miedo helarme la sangre, la amenaza palpable en su mirada. Sabía que era capaz de cualquier cosa.

El miedo por mi seguridad y la creciente incomodidad de los presentes me hicieron ceder. No quería un escándalo, no quería poner en peligro a mis compañeros.

—Está bien —murmuré, con la voz apenas audible—. Volveré contigo.

El viaje de regreso al pequeño apartamento en Seúl fue un infierno silencioso. Alan no dijo una palabra, pero su presencia tensa y su mirada fija eran una constante amenaza. Al entrar, la atmósfera opresiva me golpeó de nuevo, recordándome la jaula de la que había intentado escapar.

Apenas cerró la puerta, la rabia contenida de Alan explotó.

—¿Creías que ibas a escapar así como así? ¿Que ibas a rehacer tu vida lejos de mí?

—Yo solo… necesitaba espacio —intenté explicar, mi voz temblaba.

—¡Espacio! —gritó, acercándose peligrosamente—. ¡Tú eres mío, Lian! ¡Mío!

Me agarró del brazo con fuerza, sus dedos hundiéndose en mi piel. Intenté soltarme, pero su fuerza era superior. La discusión escaló rápidamente, volviendo a los reproches y las acusaciones. Sentía el miedo paralizándome, reviviendo la impotencia de los momentos anteriores.

De repente, la puerta del apartamento se abrió de golpe. Una mujer de mediana edad, con el rostro enrojecido y el cabello alborotado, irrumpió en la sala.

—¡¿Qué está pasando aquí?! ¡He oído gritos desde la calle!

Alan y yo nos quedamos paralizados, mirándola con sorpresa. No la conocía.

—¿Quién es usted? —preguntó Alan, con la voz entrecortada por la rabia.

—Soy Isabella, la dueña de este edificio —respondió la mujer, con una mirada furiosa clavada en Alan—. He oído sus peleas antes, pero esto ya es demasiado. ¿Qué le está haciendo a este chico?

Sus ojos se posaron en mi brazo, donde la marca de los dedos de Alan comenzaba a enrojecerse. Su expresión se endureció aún más.

—Si no me dicen ahora mismo qué sucede, voy a llamar a la policía. No voy a tolerar este tipo de comportamiento en mi propiedad.

La presencia inesperada de Isabella había cortado la tensión en el aire como un cuchillo. Alan aflojó su agarre en mi brazo, su rostro palideciendo ligeramente ante la amenaza de la policía. Yo me quedé en silencio, sintiendo una mezcla de alivio y confusión. ¿Quién era esta mujer que había irrumpido en mi infierno personal? ¿Y qué significaría su intervención en este oscuro capítulo de mi vida?



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En el texto hay: amor

Editado: 07.05.2025

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