Tambien Mañana

Capitulo 7

El silencio se instaló en el apartamento después de la irrupción de Isabella, un silencio tenso pero diferente al de la rabia. Alan me soltó el brazo, su mirada oscilando entre la dueña del edificio y yo, con una mezcla de vergüenza e irritación. Yo me frotaba el brazo, sintiendo el latido acelerado de mi corazón y la punzada de esperanza que la intervención de esa joven había encendido.

Isabella, a pesar de su firmeza, tenía una mirada preocupada al observarme. Su rostro, aunque enojado por los gritos, mostraba una humanidad inesperada.

—¿Está usted bien, joven? —me preguntó, su tono ahora más suave.

Asentí levemente, sin poder articular palabra. La sorpresa y el miedo aún me tenían agarrotado.

Alan carraspeó, intentando recuperar la compostura. —No es nada, señora. Solo una discusión acalorada.

—Una discusión que se oye hasta la calle y que parece dejar marcas —replicó Isabella, señalando mi brazo con la mirada—. No me parece una simple discusión.

Un silencio incómodo volvió a llenar la habitación. Alan parecía sopesar sus palabras, consciente de la presencia de Isabella. Yo la observaba, sintiendo una gratitud silenciosa hacia esta desconocida que había interrumpido un momento que temía que terminara muy mal.

Finalmente, Isabella suspiró. —Vivo en el piso de arriba. Si vuelve a escuchar gritos así, no dudaré en llamar a la policía. Quiero paz en mi edificio. ¿Entendido?

Alan asintió rápidamente. —Sí, señora. Entendido.

Isabella me dirigió una última mirada de preocupación antes de volverse hacia la puerta. —Si necesita algo, joven, mi puerta siempre está abierta. Vivo en el apartamento 3B.

Con esa advertencia final, se marchó, dejando tras de sí un silencio cargado de tensión. Alan me miró con una furia contenida.

—Esto no se va a quedar así, Lian.

Pero en ese momento, algo en mí había cambiado. La intervención de Isabella, la mirada de preocupación en sus ojos, me había dado una pequeña bocanada de aire fresco, una sensación de que no estaba completamente solo.

—¿Quién era ella? —pregunté, mi voz aún temblaba ligeramente.

Alan bufó. —Una mocosa entrometida. No importa.

Pero sí importaba. Más tarde esa noche, después de que Alan se durmiera en la cama, dándome la espalda como de costumbre, no pude conciliar el sueño. La imagen de Isabella y su inesperada ayuda seguía en mi mente. Necesitaba saber más sobre ella.

A la mañana siguiente, aproveché que Alan había salido para buscar trabajo y subí al apartamento 3B. Isabella me abrió la puerta con una sonrisa amable, aunque con un dejo de preocupación en sus ojos.

—Joven, ¿está todo bien?

—Sí, Isabella. Quería agradecerte lo de anoche.

—No tiene nada que agradecer, muchacho. Nadie merece vivir con miedo. Por favor, entre.

Su apartamento era acogedor, lleno de plantas y con una luz cálida que entraba por las ventanas. Me ofreció un té y nos sentamos a hablar. Le conté brevemente mi situación, omitiendo los detalles más dolorosos, pero dejando claro que necesitaba alejarme de Alan.

Isabella escuchó con atención, asintiendo en silencio. Cuando terminé, suspiró.

—Entiendo, Lian. Es valiente lo que estás haciendo. Y quiero que sepas que no estás solo aquí.

Luego, su rostro se iluminó con una sorpresa repentina. —Espera un momento… tú dijiste que llegaste de lejos, ¿verdad? ¿De dónde exactamente?

—De Rusia —respondí.

—¿Rusia? —exclamó—. ¡Qué casualidad! Mi novio, Paul, tiene un mejor amigo que también vive… bueno, vivía en Rusia. Ahora está en Corea también, creo. Es estudiante de arte.

Mi corazón dio un vuelco. ¿Un estudiante de arte en Corea? Solo conocía a uno.

—¿Cómo se llama su amigo? —pregunté, con la voz apenas un susurro.

Isabella sonrió. —Se llama Marco. ¿Lo conoces? Tiene veintitrés, un chico muy creativo y apasionado. Paul siempre habla maravillas de él.

El mundo pareció detenerse por un instante. Marco. El chico que había iluminado mis días en Seúl con su calidez y su pasión por el arte. ¿Estaba conectado con esta joven que inesperadamente había intervenido en mi vida?

—Sí —logré decir, la sorpresa y una extraña sensación de esperanza mezclándose en mi interior—. Sí, conozco a Marco. Es… un amigo.

Isabella sonrió aún más. —¡Qué pequeño es el mundo! Paul siempre habla maravillas de él. Dice que es un chico increíble.

La conexión era inesperada, un hilo invisible que unía mi pasado doloroso con este presente incierto en Seúl. ¿Podría ser que esta casualidad, este vínculo a través de Marco, fuera una señal? ¿Podría Isabella, una joven de veintiún años conectada a mi único amigo en esta nueva ciudad, ser la ayuda que tanto necesitaba para escapar de la oscuridad que Alan representaba? Una nueva esperanza comenzaba a florecer en mi interior, alimentada por la inesperada calidez de una desconocida y el nombre familiar de un amigo.



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En el texto hay: amor

Editado: 07.05.2025

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