Me encuentro acostada en el suelo de una habitación. Observo el techo color beige, es de un tono pastel agradable.
Al rato se oyen risas de niños... de un bebé, tal vez. Me inclino hacia delante, levantándome, y sonrío al ver a uno de ellos vestido de payaso; lo peculiar es que se vistió de un azul marino que le queda muy bonito.
La bebé está en su cuna, jugando con sus peluches. En el mismo lugar puedo ver una mesa. En ella se encuentran un hombre, de unos treinta años, hablando por teléfono y, a su lado, se encuentra su mujer bebiendo una taza de té.
«¿Conozco a éstas personas? ¿Dónde estoy?» Me pregunto a mí misma.
Y de un momento a otro estamos jugando y riendo. Nos encontramos solos, los niños y yo.