Christal entró a su cuarto y allí por fin pudo liberarse de todo lo que sentía. Lloró con rabia más que con tristeza porque no entendía el destino. Hay tantos hombres en el mundo y ella se enamora justamente del primo de David, además se notaba que a ella sí le importaba Daniel.
Miró el celular que se llenó de mensajes y llamadas de Daniel pero no quería hablarle.
Le escribió a Anthony para que no se preocupara por ella. Daniel la había traído a casa, ella se encontraba bien y le explicaría todo en la universidad.
Escuchó los mensajes de Daniel pidiéndole disculpas por ocultar la verdad. Respiró profundo y se calmó. Después de meditarlo durante un largo tiempo, tomó una decisión que no tenía reversa, a la mañana siguiente iría al apartamento de Daniel. Si él no venía a buscarla antes porque necesitaba aclarar sus dudas. No lo dejaría porque él necesitaba de ella.
Daniel se quedó en su apartamento y se emborrachó como de costumbre. Cada vez que tenía un problema lo hacía porque sentía que su vida se hacía un poco menos miserable de lo que ya era.
Christal salió muy temprano de su casa. Dejó una nota a su tía en la cocina para que no se preocupara por ella.
Tocó el timbre del apartamento de Daniel pero él no abrió, lo hizo una y otra vez sin obtener respuesta. Le marcó al teléfono pero tampoco le contestó. Decidida a esperar su regreso se sentó a un lado de la puerta.
El timbre despertó a Daniel quien tenía un fuerte dolor de cabeza, producto de la resaca que lo acompañaba esa mañana.
— ¿Quién demonios toca ese maldito timbre a estas horas? Lo voy a quitar — dijo en voz baja mientras agarraba su cabeza con las manos.
Abrió la puerta y ahí estaba Christal acurrucada como aquel día en el callejón.
— ¿Qué haces ahí? ¿Enloqueciste?
— Esperaba que abrieran la puerta.
— ¡Oh lo siento! Sigue pero no te va a gustar lo que vas a ver.
El apartamento estaba hecho un caos . Parecía que había ocurrido un terremoto y sólo afectó aquel lugar. Ella pasó un vistazo y miró a Daniel con desaprobación, le desagrada más el desorden que lo ocurrido la noche anterior, de pronto ella rompió el silencio.
— ¿Estás sólo?
— No.
Daniel pudo ver la cólera en los ojos de Christal que brillaron más azules de lo que ya eran.
— Estoy contigo. No puedo estar solo.
Ella sonrió avergonzada.
— No me agrada verte así. Daniel este lugar está hecho un asco.
— Al igual que toda mi vida, soy especialista en estropear todo lo que está a mi alrededor.
— Te equivocas Daniel. Ahora yo hago parte de tu vida y no voy a permitir que la sigas destruyendo de este modo tan absurdo.
— ¿Qué has dicho? — Daniel no podía creer lo que había escuchado.
— No te vas a librar tan fácil de mí. Me ayudaste cuando necesitaba de ti, ahora no seré yo quien te dé la espalda.
Él la abrazó fuerte, le parecía que estaba
soñando. No podía ser cierto aquello.
— Ahora es mejor que te duches porque apestas a alcohol y cigarrillo ¡Detesto ese olor! Mientras yo recojo este desastre. Te advierto Daniel que voy a botar todo el licor que encuentre.
Daniel le sonrió e hizo caso a aquella chica mandona que iluminaba su vida con esos ojos azules profundos como el agua del mar.
Cuando él salió del cuarto su ángel había echado medio apartamento a la basura, incluyendo aquellas botellas carísimas de licor que él tenía.
— ¿Christal no crees que exageras?
— No. Para nada de ahora en adelante solo deberás jugo de fruta y batidos naturales.
— Me has perdonado o ¿Quieres intoxicarme y matarme de hambre para vengarte?
— No seas exagerado. Tómalo como una penitencia
Ella sonrió y lo vió con esos ojos hermosos mientras le servía desayuno.
Daniel la estrechó en sus brazos y la besó apasionadamente, él solo pensar que la podía perder lo enloquecía. Se iba a sincerar con ella aunque no sabía cómo hacerlo aún. Por el momento quería disfrutar de sus labios. Christal también deseaba a Daniel y como no hacerlo si su cuerpo era maravilloso, su piel blanca hacía un contraste con los tatuajes que le daban un aire sexi además de varonil.
Ella sintió como él acariciaba su piel de una forma excitante mientras su mente se nublaba. Daniel necesitaba sentir su cuerpo, el deseo por ella lo estaba volviendo loco. Tenía miedo de
presionar hacer algo que después se arrepintiera, continuó besándola y sus manos acariciaban sus senos debajo del sostén mientras ella se estremecía y temblaba en sus brazos. La tomó cargada y la llevó a la habitación. Luego empezó a quitarle la ropa lentamente mientras acariciaba su suave piel. El cuerpo de Christal era realmente hermoso.
La boca de Daniel se deslizó por el cuello de ella, hasta llegar a sus senos donde jugueteaba con su lengua, mientras ella emitía gemidos ahogados por la emoción que le recorría el cuerpo. La mano de Daniel se deslizó en su entrepierna tocándole el sexo húmedo por la excitación pero en ese momento Christal reaccionó y se sentó bruscamente en la cama tapándose con la sábana.
— Daniel… no puedo.
— ¿Por qué princesa?
— Me da miedo.
— ¿No confías en mí?
— Sí, pero…
— ¡No te voy hacer daño!
— ¡Nunca he estado con un hombre!-. _ confesó Christal agachando su cabeza avergonzada.
Él la abrazó y la besó nuevamente. Aunque sentía una enorme culpa por haberle tratado de seducir. Quizás él no merecía a Christal, su mundo era una basura y no quería arrastrarla a ella por ningún motivo hacia ese lugar.
— ¡Perdóname! No tienes porque sentir vergüenza. Todo lo contrario, tu cuerpo tiene la misma pureza que tu mirada. No te preocupes mi amor, debes estar segura de querer hacerlo y yo no te voy a presionar porque en verdad te amo.