— ¿Dónde quieres ir? — preguntó Daniel.
— No sé ¡Estás consciente que esto no es una cita! — respondió Christal sonriente .
— No importa.
Christal se sentía en un sueño, estaba ahí en el automóvil de este misterio y apuesto hombre en una cita no programada.
Daniel la invitó al cine con la única condición de que ella no escogiera una película de romance porque él no se creía capaz de soportar tanto dramatismo, por lo tanto optaron por una comedia.
Una vez finalizó la película fueron a un restaurante sencillo pero muy agradable en el centro de la ciudad. Cuando ya estaban en el restaurante él empezó a preguntarle.
— ¿Christal fuiste al médico?
— No era necesario.
— Déjame decirte que eres una irresponsable.
— ¡Perdón!
— No te das cuenta que después de lo que te ha pasado... Debiste ir.
— ¿Qué es lo que me ha pasado?
—Tú sabes… ¡lo que te hicieron esos tipos!
— Espera un momento, estás pensando ¿qué me violaron?
— No es así.
— ¡No!
— Estabas llorando y decías que te querías morir.
— Mi problema era otro muy diferente.
Daniel la observó con una sonrisa en su rostro. No podía creer que todos estos días se había desvelado pensando en algo que no era cierto. Con razón su angelito de ojos azules lucía tan tranquilo.
La cena transcurrió en silencio hasta que Christal lo rompió.
— ¿Te puedo preguntar algo?
— Sí, dime.
— ¿Cuál es la razón por la que viniste a buscarme?
El no podía decirle la verdad. No sé atrevía a contarle que desde que la beso impulsado por la ira tenía sus ojos grabados en la mente todo el tiempo, que se moría por besar sus labios y la deseaba de una forma inexplicable.
— De hecho pasaba cerca de tu casa y sentí curiosidad por saber cómo te encontrabas después de aquella noche — Respondió Daniel un poco nervioso.
Ella sintió tristeza porque era evidente que el beso que él le había dado no significaba nada para él. Solo lo había hecho impulsado por la ira, qué tonta pensar en un hombre como él que llevaba una vida libertina se fijaría en una chica simple como ella. Sin duda a Daniel le sobrarían mujeres dispuestas a pasar tan sólo una noche en sus brazos disfrutando de sus caricias.
Una vez que salieron del restaurante él la llevó a un lugar muy bonito del se podía ver la ciudad.
— ¿Te gusta? — preguntó Daniel.
— Sí me encanta ¿Vienes muy seguido a este lugar?
— No. Solo un par de veces. Me gustaría saber si no te importa ¿qué te ocurrió la noche que nos conocimos?
Christal empezó a contarle a Daniel que tenía un novio llamado David, esa noche fueron a la fiesta de su graduación, ella encontró en una habitación así novio haciendo el amor con una chica. En ese momento se deslizaron lágrimas por sus mejillas. Él la abrazó fuerte por su espalda y ella continuó relatando la historia de aquella noche aunque Daniel ya no le prestaba tanta atención porque a su mente llegó el recuerdo de algo que le había contado su primo David sobre su novia. Todo coincidía estaba casi seguro que su ángel de ojos azules era la ex novia de David.
— ¿Aún lo amás? — preguntó Daniel.
— No sé, me da nostalgia recordar. Me alegra en cierta forma lo que pasó porque me dí cuenta la clase de hombre que es David y pude conocerte a tí.
—Christal, no sé si yo sea precisamente algo bueno para ti, mas sin embargo me siento muy feliz de haberte conocido. Eres un ángel de ojos azules.
Dicho esto posó un beso suave y tierno en sus
labios que estremeció su cuerpo. Una sensación extraña que él no había sentido antes por una mujer.
El regreso a casa fue silencioso. A Daniel algo le preocupaba, al llegar a casa de Christal le dio un discreto beso de despedida en la mejilla mientras le decía.
— Oye se me olvida algo
— ¿Qué cosa?
— Tu número de teléfono, no me lo has dado aún.
— ¡Oh sí! Por supuesto.
A la mañana siguiente el teléfono Christal sonó y era un número desconocido.
— ¡Hola!
— ¿Cómo estás preciosa has dormido bien?
El corazón de la chica se aceleró, sintió como si su estómago habitaran un montón de mariposas y sus mejillas se colocaron muy rosa.
— Sí y ¿tú? — respondió Christal un poco nerviosa.
— Aún no me acuesto. Acabo de llegar a mi apartamento y no sé porqué pero sentí unas enormes ganas de escuchar tu voz, de sentir tu respiración, no imaginas como quisiera besarte en este momento.
Daniel estaba ebrio y se encontraba recostado en su cama, sintiendo el aroma que Christal le había impregnado a sus sábanas. Christal se quedó sin aliento, no le salían palabras y no tenía la menor idea que responder. Por lo tanto guardó silencio.
— Preciosa no te quito más tiempo. Espero que tengas un hermoso día — él colgó el teléfono sin esperar respuesta.
Mientras ella apenas se recuperaba de escuchar sus palabras. De pronto entró su tía a la habitación y Christal la miró con preocupación porque sabía que tenía mucho que explicar.
— ¿Te gusta ese hombre?
— Sí.
— ¡Christal estás loca! ¿Ya no quieres a David?
— No lo sé, Daniel es muy diferente.
— De eso no me cabe la menor duda. No sé si te has dado cuenta pero ese hombre tiene una mirada muy sombría. Estoy segura que no es para nada bueno.
— Tía no puedes juzgar a las personas por su apariencia, Daniel no es una mala persona-.
Christal sonrió y la abrazó mientras le decía que no se preocupara porque él solo la veía como una amiga. Aunque ella sabía que eso no era del todo cierto.
Todas las mañanas él la llamaba para preguntarle cómo había amanecido y también en las noches lo hacía antes de que ella se acostara a dormir, le preguntaba qué había hecho en el día, le contaba cosas graciosas y se despedía pidiéndole que soñara con él. Pero nunca venía a su casa, ni a la universidad, ni siquiera Anthony lo conocía; era un hombre bastante misterioso.