“Malena era morocha, medía un metro setenta y cinco y tenía ojos color café. Ella bailaba tango en un grupo llamado “El día que me quieras”. Nunca le había sido fácil conseguir pareja con la cual conectar correctamente hasta el día que llegó Carlos. El era de tez blanca, ojos claros como el cielo y de un metro ochenta de estatura. Se prepararon todo un año para participar de un concurso en donde los premios eran dinero y reconocimiento mundial. Se presentaron y ganaron. Bailaban como los dioses griegos.
Carlos estaba enamorado de Malena y quería declararle su amor pero antes de eso debía contarle su gran secreto para que ella pudiera aceptarlo por completo. Así que la invitó a dar un paseo, la tomó de la mano y salieron volando. Carlos era hijo de una humana y de un marciano. A Malena esto la tomó por sorpresa pero disfrutó de este paseo excepcional. Ella también estaba enamorada de Carlos. En un beso fundieron sus corazones. Ahora no solo bailaban en las pistas sino también entre las nubes, sobre los cables de luz, sobre los faroles y en los edificios más altos.”