Eran las seis de la mañana cuando un estruendo sacó a Nikola de su reconfortante sueño. El sonido provenía de la alarma construida por su abuelo, la misma que ahora resonaba con fuerza, marcando un momento crucial.
—¡Llegó la hora... despierta, Nikola! —gruñó su abuelo con voz ronca y entrecortada.
—Ya estoy despierto —respondió el joven, observando los ojos sin vida de su abuelo, quien era ciego.
—Escucha, niño... Ya es la hora. Lárgate. Lo que creamos... se ha rebelado.
Esas palabras estremecieron a Nikola. Lo que habían creado. Apenas comenzaba a recordar cuando una explosión estremeció el lugar. Todo se volvió oscuridad.
Despertó minutos después, atrapado bajo un bulto pesado: era el cuerpo inerte de su abuelo, quien lo había protegido del impacto. El dolor emocional fue más fuerte que cualquier herida física. Antes de que pudiera asimilarlo, una figura emergió de entre los escombros: un Tanmi —una máquina avanzada, casi divina según su creador— lo había localizado.
Nikola intentó liberar el cuerpo de su abuelo que se encontraba bajo pesados escombros, pero no tenía la fuerza suficiente. El Tanmi alzó su arma. Justo cuando la muerte parecía inevitable, una figura alta y musculosa apareció detrás de la máquina y la atravesó con una enorme mano metálica, salvando a Nikola.
Sin decir una palabra, el extraño retiró con cuidado el cuerpo del anciano, lo colocó sobre una cama improvisada y lo cubrió con una manta. Luego, sin pronunciar palabra, se marchó.
—¿Fue porque no le di las gracias? —se preguntó Nikola, para en ese momento voltear a ver a su abuelo fallecido con tristeza, tomando la decisión de seguir al extraño.
Pero el misterioso salvador se desvaneció entre las ruinas. Nikola, en su intento por encontrarlo, terminó extraviado y fue nuevamente perseguido por un Tanmi. En su huida, chocó con una chica más alta que él, delgada y con una mirada feroz. Sin dudar, ella sacó una pistola y le apuntó.
Luego, simplemente se marchó.
Sin otra opción, Nikola decidió seguirla. Ella, al notarlo, aceleró el paso.
—¿Qué quiere ese imbécil? ¿No sabe que lo puedo matar? —pensaba mientras se alejaba.
Nikola, creyendo que ella podía estar relacionada con su misterioso salvador, insistió en seguirla... hasta que fue acorralado por once Tanmis. Cuando todo parecía perdido, uno de ellos fue atravesado por un sable de plasma. La chica había regresado.
—Creo que me debes una, humano estúpido —dijo sacándole la lengua en tono burlón.
Con agilidad letal, derrotó al resto de los enemigos, pero el esfuerzo la dejó inconsciente. Nikola, a pesar de estar agotado, la cargó. Sabía que no podían quedarse allí: uno de los Tanmi había enviado una señal antes de ser destruido.
La llevó hasta encontrar un refugio temporal. Al despertar horas después, la extraña chica se sorprendió de que Nikola la hubiera cuidado.
—Creo que estamos a mano —susurró él, exhausto.
Ella quiso continuar sola, pero Nikola se negó.
—No, no hasta que estés bien. Así podrás protegerme otra vez.
Aquella noche, encontraron una casa abandonada en buen estado. Mientras preparaban el lugar, Nikola le preguntó su nombre. Zoe le respondió solo después de asegurarse de que él se diera la vuelta mientras se cambiaba de ropa.
—Me llamo Zoe. ¿Y tú?
—Nikola —dijo él aún de espaldas.
—Bueno, Nikola... creo que estaremos juntos un buen rato.
A la mañana siguiente, Zoe se levantó antes que él. Al observarlo dormido, murmuró:
—Estaremos juntos mucho tiempo... ¿no?
Luego dejó una nota junto a sus cosas, tomó lo suyo y se marchó.
Dos horas pasaron, Nikola despertó y, al no verla, pensó que estaba cerca. Pero al hallar la nota, su corazón se hundió:
"Gracias por la ayuda, Nikola... pero olvida todo lo que te dije.
Te dejo mi arma.
Sí, sé cómo defenderme.
Hasta nunca, estorbo.
–Zoe A."
Con rabia, rompió la nota y salió corriendo, cumpliendo finalmente la última orden de su abuelo: huir.
En su camino, se encontró nuevamente con el misterioso hombre, quien le lanzó un GPS.
—Solo sigue la ubicación —dijo antes de marcharse.
Nikola no lo revisó de inmediato. Cuando lo hizo, ya estaba en el extremo opuesto al destino indicado. Furioso, arrojó el GPS... y corrió.
Horas después, regresó a su antigua casa, solo para encontrarla invadida por Tanmis que caminaban en cuatro patas, como bestias. Disparó con el arma de Zoe, pero no logró hacerles daño. Fue entonces cuando ella apareció de nuevo, salvándolo una vez más.
Durante el combate, Zoe fue herida. De su brazo brotó sangre... pero no piel, sino metal. Zoe no era humana.
—Puedo explicarlo... —dijo, nerviosa.
Antes de que pudiera continuar, el Tanmi restante atacó. Nikola, por instinto, puso su brazo en medio. Lo perdió en el acto. Zoe destruyó finalmente al enemigo.
Sin decir palabra, Nikola la cargó. No le importaba si era humana o no. Pasaron horas caminando hasta que, cerca de la medianoche del segundo día desde el inicio del caos, llegaron a una nueva casa hecha pedazos.
El hombre del principio los esperaba. Activó un sistema y ambos fueron teletransportados.
Allí, en una base subterránea, se encontraban decenas de personas de todas las edades. El hombre reunió a todos y se presentó:
—Mi nombre es Leo.
Nikola interrumpió:
—¿Qué quieren de nosotros?
Todos lo miraron con incredulidad.
Leo continuó:
—La humanidad está siendo aniquilada por máquinas. Aquí están a salvo... pero esa seguridad tiene un precio: necesitamos su ayuda para reclutar más sobrevivientes. Debemos unir fuerzas.
—¡¡¿Quién está conmigo?!!
—¡¡¡Nosotros!!! —respondieron los más decididos, incluido Nikola.
Zoe observó cómo Nikola se alejaba y decidió unirse también.
—Quiero estar en su grupo —le dijo a Leo.
—¿Y quién te lo impide? —respondió él con una sonrisa.