T.A.N.M.I.

CAPÍTULO III

—¿Acaso dijo que querían demostrar algo si no hacían nada al respecto? —preguntó en voz alta Caspian—. ¿Acaso está delirando?

Mientras hablaba, la katana se acercaba lentamente al cuello de Maelys, hasta que el sujeto la detuvo y la lanzó a un lado.

—Ya llegaron... Ahora tienes tu vida a salvo —dijo mientras la soltaba y comenzaba a alejarse.

—Vete con tus compañeros... y búscate una vida propia —añadió el extraño, sentándose a unos diez metros de distancia de los demás.

Maelys, rota por dentro, no pudo hacer más que llorar y caminar hacia sus compañeros. Ellos intentaban consolarla, en especial las chicas, pero ella solo murmuraba entre lágrimas:

—No quiero... su lástima.

Secándose el rostro, se alejó en silencio hacia la casa donde se había preparado para el combate.

Nikola, sin decir nada, se acercó al extraño y se sentó de espaldas a él.

—Veo que tu espalda no tiene heridas —comentó Nikola, intentando iniciar una conversación.

—Así es —respondió el sujeto—. Nada la ha lastimado, ni la lastima, ni la lastimará.

—¿Y si yo te hiriera ahora? ¿Qué harías?

—Simplemente dejaría de vivir por cobarde.

Nikola no entendió a qué se refería con eso.

—Ahora vete —ordenó el sujeto.

—No —respondió Nikola con firmeza—. No hasta que me digas tu nombre.

El hombre permaneció en silencio. Nikola, sin moverse, seguía allí.

Mientras tanto, el resto del grupo debatía qué hacer. Maelys los rechazaba a todos y parecía impermeable a cualquier consuelo.

—Está dolida —comentó Caspian acercándose a las chicas—. Algo le duele... su ciudad, su familia... Voy a hablar con ella, aunque me quiera matar.

Se dirigió a la casa y, al entrar, fue recibido con un ataque directo. Maelys arremetió contra él con un cuchillo, clavándoselo cerca del corazón. Él no se defendió.

—¡¿Por qué no esquivaste el ataque?! —gritó ella, alterada.

—Porque mi corazón no es el que está dañado... sino el tuyo —respondió Caspian, y con una leve sonrisa añadió—. Por eso acepté el golpe: para estar en tus mismas condiciones.

Maelys rompió en llanto.

—No saques el cuchillo —le dijo Caspian mientras sangraba—. Déjalo ahí, o no estaré en tus mismas condiciones... ni en ninguna otra condición más allá de la muerte.

Ella esbozó una pequeña sonrisa.

—Sécate esas lágrimas y cuéntame qué pasó —pidió Caspian.

—Gracias, pero... no quiero hablar de eso ahora. Solo te hablo por lástima. Que te quede claro —respondió Maelys, volteando el rostro.

—Entonces finge que estás bien, para que los demás no se preocupen. Zoe, María y Jack lo están... las chicas, sobre todo —dijo Caspian mientras se quitaba el cuchillo.

—¡No lo hagas! ¡Vas a morir! —exclamó ella.

—Tu corazón ya está un poco mejor, lo puedo ver. Por eso puedo sacarme el cuchillo y fingir que nada pasó —dijo con una sonrisa.

Ambos salieron juntos. El grupo los observó en silencio al ver a Maelys mucho mejor que antes. María se acercó a Zoe y le susurró al oído. Zoe abrió los ojos con sorpresa.

—Sigue estando mal —le dijo María con seriedad.

Jack, en cambio, pensaba para sí:

"Ella dice estar bien... pero si este fue el oponente más débil a enfrentar... nuestra misión peligra."

—¡Oigan! —interrumpió Zoe—. ¿Alguien sabe dónde está Nikola?

En ese momento todos cayeron en cuenta: Nikola no estaba.

Había permanecido junto al extraño, esperando su nombre. Pero el sujeto ya se había levantado y caminaba por la ciudad en busca de enemigos. Nikola lo seguía.

—Oye... ¿Por qué peleas contra los Tanmis? Son máquinas peligrosas. ¿Por qué no te fuiste y buscaste refugio? Mis compañeros y yo lo hicimos y...

—Cállate —interrumpió el sujeto—. ¿Acaso sabes lo que es perderlo todo? ¿Tu hogar, tu ciudad, a tu hija? ¿Sabes lo que es perder algo verdaderamente valioso?

—Sí —respondió Nikola—. Por eso necesito tu nombre, para presentarte al líder y que te unas a nosotros. Necesitamos acabar con los Tanmis.

El sujeto rió con amargura.

—¿Y qué crees que he estado haciendo? ¿Jugando a la cocinita?

Nikola comprendió que no obtendría nada si no era directo.

—¿Te quedarás aquí matando sirvientes, sin ir al hormiguero? Si no destruyes a la reina, solo estás matando hormigas.

El hombre se quedó en silencio. Sabía que tenía razón: solo estaba llenando el vacío.

—Darek —dijo finalmente—. Ese es mi nombre.

Nikola sonrió. Lo había logrado.

—Muy bien, Darek... —Nikola dudó un momento, luego prosiguió—. No tengo nada. No sé por qué peleas, pero sé que perdiste tu ciudad... como todos.

—Rose —susurró Darek, con el rostro quebrado—. Mi hija... Rose. Por eso me quedé. No puedo creer que un mocoso me haga hablar de esto...

—Tal vez no fue por mí, sino porque... bueno, necesito dar mi discurso —bromeó Nikola.

—Está bien, chico. Pero primero... —dijo Darek mirando hacia el horizonte—. Derrotemos a esas malditas máquinas.

—Por Rose —afirmó Nikola, transformando su mano en una espada de plasma.

Darek, mirando su rostro, recordó a su hija.

En pocos segundos, ambos comenzaron a luchar contra una oleada de Tanmis.

El grupo escuchó estruendos y corrieron en esa dirección. Zoe fue la primera, seguida por Jack, María y, algo más rezagados, Maelys y Caspian.

—Oye... ¿Y si salimos algún día? —preguntó Caspian con una sonrisa, aprovechando la cercanía.

—Ni loca —respondió Maelys, pero luego dudó—. Aunque...

—¿Aunque...?

—Aunque, por haber estado conmigo sabiendo que podía matarte... creo que sí lo haré. Pero con una condición.

—¿Cuál?

—Si me vences en un duelo.

—Acepto —dijo Caspian, viendo la oportunidad de cumplir su meta: tener un ligue en esta vida.

Ambos sonrieron y corrieron juntos, alcanzando a los demás. Maelys comenzaba a cambiar.

Mientras tanto, Darek y Nikola continuaban la pelea. Habían destruido a casi todos los Tanmi, excepto uno: un enemigo increíblemente rápido.



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En el texto hay: distopia, robots y humanos, reclutamiento

Editado: 10.07.2025

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