El chico continuaba corriendo por las vacías calles.
—Tengo que llegar donde ella está… antes de que sea tarde —se repetía entre jadeos—. Vamos… no la perderé otra vez.
Mientras avanzaba, su mente se deslizaba hacia un recuerdo.
Era una mañana hermosa. Los pájaros cantaban; todo parecía perfecto aquel día. Llevaba un gran ramo de flores y su mejor traje: un gabán largo, un sombrero de copa con lentes encima, pantalón oscuro y botas altas. La ciudad vibraba de vida. Todos lo saludaban con sonrisas, como si supieran que ese día sería especial. Eso lo animó aún más, y corrió directo a la casa de su amada.
Ella abrió la puerta, sorprendida por el obsequio.
—¿Salimos, mi bello ángel?
—Por supuesto, mi apuesto caballero.
Pasearon por la ciudad, se divirtieron en la feria del centro. Él tarareó con dulzura:
—My Beautiful Angel is soaring beside me…
Ella sonrió al escuchar la melodía.
—To a new life free from pain and anguish…
—Eso suena bien —respondió ella entre risas.
Las memorias se desvanecían lentamente cuando llegó a la casa de su ángel: una vivienda de madera. Pero al frente no estaba ella… sino Maelys.
—¿Quién eres? —preguntó el joven, confundido.
—¿Y a ti qué te importa? —respondió ella con frialdad.
—Sí me importa… porque esta es la casa de mi ángel.
—Aquí no hay nadie —replicó ella, firme.
Aquella frase bastó para romper algo dentro de él. Sus ojos se nublaron de rabia y desconsuelo. Se lanzó sobre ella con un cuchillo que había sacado rápidamente del gabán.
—¡¿Qué le hiciste a Ángela?!
Maelys no alcanzó a reaccionar: lo había tomado por sorpresa. La apuñalada le alcanzó el vientre.
Un sonido gutural escapó de su garganta, como si le hubieran arrancado el aliento.
—¡Aaagh…! —gimió entre dientes, doblándose de dolor, antes de soltar un chillido desgarrador que partió el aire—. ¡CASPIAN!
Al oírla, Caspian apareció de inmediato. Encontró a Maelys en el suelo, sangrando, y al chico de pie, con el arma aún en la mano.
—¿Qué le hiciste? —rugió con furia.
—¿Tú qué le hiciste a Ángela? —gritó el joven, cada vez más alterado.
Caspian arremetió con un golpe, pero falló. El chico retrocedió de un salto, con una sonrisa torcida. Silbó… y luego cantó:
—No one can save you… no one can save you… from the clutches of… this… monster…
Caspian lo reconoció al instante. Era aquel que los había atacado mientras cuidaban a Zoe.
—Así que eres tú.
—Al parecer, sí…
Caspian corrió hacia él e intentó golpearlo, pero el otro siempre lograba esquivarlo.
—Sí que es ágil… —pensó, frustrado.
—Sí que eres lento —se burló el extraño.
—Si te burlas de mí, al menos dime tu nombre.
—¿Para qué? ¿Qué harás si te lo digo?
Por una vez, Caspian se quedó sin palabras.
Entonces, el chico comenzó a alucinar. Su voz se quebraba entre la emoción y el delirio.
—¿Quieres que lo mate? ¿Solo así tendré el amor de Ángela?
—Yo nunca dije eso, Daimon.
—Pero usted quería que la protegiera… ¿no, señor Daniel?
—Sí, pero no de esa forma…
—Pero no está Ángela aquí… eso fue lo que me dijo esa chica —señaló a Maelys, aún tirada en el suelo.
Caspian, al ver a dónde apuntaba, dejó de lado su enfrentamiento con Daimon y corrió a auxiliar a Maelys. La cargó en brazos y se alejó rápidamente.
Daimon, asegurándose de que se habían ido, entró en la casa de madera.
—Ángela… ¿estás aquí?
Caminó por la casa, sumido en recuerdos. Se veía a sí mismo junto a su amada, en la cocina de la casa, cuando su padre no estaba.
—¿Te gusta así, Daimon?
—Sí, mi ángel. Pero está un poco salado.
—¿En serio? —preguntó ella, avergonzada.
—Sí. Pruébalas —dijo él, ofreciéndole una galleta en la boca.
Ángela probó y luego lo golpeó con dulzura.
—No están saladas.
Ambos rieron, hasta que escucharon la puerta abrirse.
—Tengo que irme.
—¿Cuándo podremos ser felices los dos juntos?
—Cuando tu padre me permita estar contigo…
—Sí… —suspiró ella con tristeza—. Ojalá te aceptara...
Antes de irse, él la besó en la frente.
—Otro día nos vemos, My Beautiful Angel… Somewhere only we know.
—Yes… Somewhere only we know.
Ya fuera de la casa, Daimon escuchó al señor Daniel hablar con Ángela: