—¿Así que estaban listos, no? —dijo una voz misteriosa.
—Confío en ellos —respondió Leo desde la base, mientras escuchaba desde su consola
—¿Y entonces por qué el teletransportador que les diste tiene un micrófono oculto?
—Confío en ellos... pero eso no significa que deba hacerme la vista gorda con sus debilidades.
—Bueno, si tú lo dices —respondió el sujeto mientras se giraba para marcharse—. Me voy a ver cómo está mi grupo de exploración.
El hombre misterioso ya iba saliendo de la sala de monitoreo cuando Leo lo detuvo.
—No te olvides de que tenemos un nuevo invitado en la base.
—Sí, sí, lo que digas, Leo... Yo me preocuparé por los míos —respondió con desdén mientras se retiraba.
Leo murmuró mientras lo veía irse:
—Sigues igual que siempre, Lucien… A pesar de que invadieron nuestra ciudad, no has cambiado nada.
Se levantó de su asiento y caminó hacia la sala principal. Allí, un hombre esperaba, con vendajes en el torso y marcas de batalla.
—Un gusto verte por fin, Darek.
—¿Cómo sabes mi nombre? —preguntó, desconfiado.
—Porque es mi deber como líder de esta misión. Ahora, por favor, toma asiento.
Darek accedió, aunque aún desconcertado.
—Como debes saber, la humanidad fue arrasada… bueno, sigue siéndolo. Los Tanmi continúan avanzando.
—Lo sé —respondió con firmeza—. He destruido a varios con mis propias manos.
Leo observó las cicatrices en su cuerpo.
—Y parece que lo hiciste a puño limpio.
—Sí… aún no sanan del todo desde la batalla de hace unos días.
—¿Cómo es posible? Se supone que deberías haber recibido atención médica.
—¡Altea! —gritó Leo.
Una joven de cabellos cortos y uniforme blanco llegó corriendo.
—¿Qué sucede, capitán?
—¿No han atendido a Darek desde que llegó?
—No, señor. Nadie se atrevía a acercarse...
—¿Y tú? ¿Por qué no lo hiciste?
—Usted sabe que tengo un código.
Leo suspiró con la mirada desviada.
—Sí… lo sé.
—¿Tenemos algún robot médico que pueda encargarse?
—Creo que sí. Si mal no recuerdo, está la unidad R0S3 4LV4.
—Entonces tráela. Que se encargue de sanar a Darek.
—Enseguida, capitán.
Altea se retiró con rapidez. Leo murmuró para sí, mientras la veía alejarse:
—No necesitas llamarme “capitán”, Altea...
Darek observó la escena con cierta sorna.
—Para ser el líder de una misión, te ablandas mucho con esa chica.
Leo no respondió. Solo lo miró un momento y se retiró, dejando una frase final:
—Espero que aquella unidad te brinde los cuidados que mereces.
Horas más tarde, una figura delicada llegó hasta la sala. Su voz era suave, casi cálida.
—¿Necesitas ayuda con tus heridas?
Darek, de espaldas, respondió con frialdad:
—Sí. Necesito que me curen estas.
—Lo haré con gusto, señor...
—Dar… —empezó a decir, pero se detuvo al girar. Sus ojos se abrieron con asombro. Ante él, una figura idéntica a su hija.
—Hija… —dijo con una voz quebrada por la melancolía y el agotamiento.
R0S3 4LV4 se quedó inmóvil por un segundo, sin comprender por qué aquel hombre la llamaba así. Sin embargo, continuó con la curación con precisión y ternura.
Darek la miró en silencio, atónito por el parecido. Al finalizar, la unidad le sonrió.
—Ya está, señor Darek.
—Gra… gracias, Rossy —dijo él con la voz temblorosa.
—Jejeje —rió dulcemente la unidad—. Me gusta ese apodo. ¿Puedo quedármelo?
—Si eso es lo que quieres, mi niña…
—Jijiji. Me gusta verlo feliz —respondió mientras se daba la vuelta para marcharse.
—¡Rose! —gritó con un nudo en el pecho.
—¿Sí, señor Darek?
—¿Podrías quedarte un rato más? Si no es mucha molestia…
—No es ninguna molestia.
Desde un pasillo cercano, Leo observaba la escena con una leve sonrisa.
—Oye —dijo Lucien al acercarse por detrás—. ¿Qué haces? Se supone que deberías estar supervisando que todo marche bien.
Leo, sin apartar la mirada de Darek y Rossy, respondió con una calidez inusual:
—Eso estoy haciendo.
Lucien se detuvo, sorprendido al ver sonreír a su viejo amigo.
—Ey… sígueme. Tengo algo que mostrarte. Es importante.
Leo lo siguió con curiosidad.
—Mi equipo encontró una cápsula —dijo Lucien mientras caminaban—. Como la de R0S3.