Tantos locos -Cuentos cortos-

Continuación...

        Daniel ya estaba abriendo la puerta del bar, arreglando su cabello en el reflejo de esta y esperando a que él saliera, cuando por fin contestó con un encogimiento de hombros:

        —Da igual, trabajo en la tarde —salió del local y luego siguió a Daniel hasta un parqueadero cercano—. ¿Dónde vives?

         —A diez minutos de aquí —subieron al auto y Marco se quedó mirando por la ventana en silencio, Daniel se sentía demasiado intranquilo con la falta de conversación, así que no tardó en hablar: —Antes dijiste que tu novia te dejó a los tres meses, ¿cómo es eso?

        —Pues —comenzó, rascando su oreja con aire pensativo—, no sabría decirte. He tenido ya tres relaciones serias, pero lo curioso es que las tres rompieron conmigo al cumplir los tres meses —ya Marco no gesticulaba, Daniel lo veía de reojo y notaba su desaliento—. Obviamente antes de terminar empezábamos a distanciarnos y reconozco que no hice mucho al respecto con Laura o Diana, pero te juro que con Lucía traté de evitarlo... No sirvió.

         —¿Sabes? —dijo Daniel tratando de animarlo—, no deberías sentirte mal por ello. Digo, eres muy atractivo, puedes tener cuantas chicas quieras.

         —Pero es como si tuviera una maldición o hiciera algo mal.

         —¿Cómo puede haber algo malo en ti? —preguntó el barman mientras acomodaba el espejo retrovisor y aprovechaba para ver su propio reflejo—. Es muy probable que fueran esas chicas las que tuvieran algún problema, o tal vez eres demasiado bueno para ellas. Deberías pensarlo.

         —Claro que no, todas eran inteligentes y atractivas —Marco miraba la carretera vacía por delante de ellos—. No voy a decir que fueran perfectas, porque nadie lo es, pero tenían defectos que también llegaban a gustarme. Eran perfectas, de otro modo, pero lo eran. Yo en cambio debo tener algo demasiado malo para que me pasen cosas así.

         Daniel aprovechó un alto para dirigirle una mirada contrariada. No lograba entender cómo alguien tan agraciado podía pensar tan mal de sí mismo. Él, por ejemplo se sentía hermoso, pensaba de él cosas hermosas, hacía cosas hermosas y se esforzaba por verse hermoso. Marco no parecía esforzarse y era mucho más lindo que él. Bueno, también pensaba cosas lindas y hacía cosas lindas, pero al parecer eran por (y para) los demás. Aparte, no estaba del todo de acuerdo con eso de "nadie es perfecto", ¿acaso no lo veía?

        —Mira, no soy un experto, pero te lo puedo asegurar porque he estado tanto con hombres como con mujeres —hizo una pausa breve para estudiar el espejo una vez más—. Eres hermoso, físicamente eres el sueño de cualquier mujer y te confieso que me atraes bastante —Marco lo miró con extrañeza—. Ambos sabemos que no te conozco sino desde hace unas horas, pero podría apostar a que tiendes a preocuparte más por los que te rodean que por ti mismo y eso es admirable. Siendo sincero, no entiendo por qué eres tan cruel contigo mismo.

        Pasaron los segundos, las calles, las luces y Marco no dijo nada. Afortunadamente no tardaron mucho en llegar a la que parecía ser la casa de Daniel y finalmente se rompió el silencio.

        —Bonita casa —dijo Marco al bajar del auto.

        —Lo sé —contestó el barman con una sonrisa. Se dirigió hacia la puerta y la abrió, haciendo pasar a su invitado—. Adelante, mi casa es tu casa.

        Daniel se quedó observando a Marco mientras cerraba la puerta a sus espaldas. Parecía como si quisiera alejarse de los espejos que él tenía ubicados estratégicamente en todo el lugar, no importaba a cualquier lado mirara, se iba a encontrar con su reflejo. Al barman eso le encantaba, pues amaba verse a sí mismo, como hacía en ese preciso momento.

        —Tienes muchos espejos —Marco había fijado la vista en el techo, lo único que no le devolvía su imagen—. ¿No te incomodan?

        —Para nada —contestó Daniel, guiñándole un ojo—, sé que no me veo tan bien como tú, pero me gusta mi reflejo.

        Y con un encogimiento de hombros se dirigió a la cocina, de donde regresó luego a la sala, junto con dos botellas de cerveza. Marco dio un largo trago a la suya en cuanto se la hubo pasado, mientras Daniel lo miraba con cierta satisfacción. Hasta ahora lo había analizado, y verlo le provocaba casi tanto gusto como verse a sí mismo. Por eso había hecho todo lo que tenía en mano para tenerlo con él, incluida esa última cerveza.

        A la mañana siguiente Daniel se levantó temprano a correr como de costumbre, hizo su desayuno y siguió con su rutina diaria, a excepción de que en su cama se encontraba Marco, todavía dormido por los efectos de la resaca. Después de llegar lo observó un rato desde el marco de la puerta, se veía tan calmado, tan hermoso. Era tan perfecto que por alguna razón quería conservarlo, tal vez él podría la excepción a todas sus anteriores parejas. Sí, a él quería conservarlo. Sólo el rato que pasaron juntos fue maravilloso, podría acostumbrarse a ello. Esperaba que Marco lo entendiera.




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