Tarnished Hero

Capítulo XI

"My thoughts, they're slipped away"

Cuando les comenté a mis amigas que sí, ya era totalmente oficial, mi ruptura con Flinn, que ya me sentía libre y dichosa, Laia sugirió que saliéramos a un pub. Teníamos la edad suficiente como para darnos ese lujo. Ella decía conocer uno, así que el viernes me arreglé lo mejor que pude, sin dejar de lado mi estilo, ese intento de grunge que saqué de internet, y esperé a que Laia pasase por mí.

—No llegues tan tarde —dijo mi mamá antes de que me fuera.

Me causaba cierta gracia, y es que mi mamá me cuidaba demasiado cuando salía, pero Derrick podía salir en plena madrugada y ella no se ponía tan sobreprotectora. Claro, cada que se lo comentaba decía que "el mundo no es amable con las mujeres", y, bueno, eso no es mentira.

—¿Traes una identificación? —preguntó Mandy, a quien habían pasado a buscar primero.

—Sí, mi licencia de conducir —respondí con orgullo.

No es como si yo tuviese planificado beber demasiado, sin embargo, necesitaba tener la oportunidad de poder sentirme libre mediante el movimiento y la agitación de mi cuerpo. Qué mejor que el baile, y ¡qué mejor que en compañía de amigas!

Las luces de neón afuera del pub "The Golden Cage III" llamaban por completo la atención de cualquiera. Era uno de los nuevos atractivos de Western Heights, según dijo Laia, su apertura fue motivo de conmoción entre los comensales, porque era un servicio nuevo y con una carta de cocteles que iba de lo clásico hasta coctelería de países asiáticos.

—Según dicen, la dueña es de la yakuza —dijo Laia—, pero, según tengo entendido, esa es la gracia de este pub.

—¿Es cierto? —preguntó Caitlyn.

—Por supuesto que no —respondió Laia riendo—. Me refiero a que el tema del pub es ambientarse como si fuese administrado por la yakuza. He visto series y sí da ese ambiente.

—Interesante elección —señaló Mandy—, me gustan los locales temáticos.

—Mira, con tal de que solo sea algo temático, no tengo problema —dije y reí un poco.

—Relájate, Dora. De verdad, no te vas a decepcionar.

Confié en la seguridad de Laia, así que entramos sin problemas. Solo éramos Laia, Mandy, Caitlyn, Flora y yo. Almendra se tuvo que ausentar porque ya había hecho compromisos con su novio, y Amalia, creo, que tenía una cita con un nuevo pretendiente.

—¿Todo bien? —le pregunté a Flora luego de que todas ordenáramos nuestros primeros tragos.

—Sí, estoy mejor —sonrió con tranquilidad—. Todavía no lo converso con mis padres, pero sí lo hice con Phinneas, ambos llegamos a una decisión y, cuando se la comuniquemos a mis padres, se las diré a ustedes.

—Entonces ¿sigues una relación con él? —preguntó Mandy.

—Sí —asintió e irradió una enorme felicidad con su hermosa sonrisa—, él quiere seguir conmigo, y yo no me podía negar. Chicas, conocer a Phinneas me abrió los ojos y me sacó del pozo profundo en el que me encontraba. Quizás me esté enamorando muy fuerte, pero...

—¿Eres feliz? —preguntó Caitlyn.

—Mucho.

—Eso es lo que importa. Y creo que hablo por todas cuando decimos que esta junta es para celebrar que Dora, por fin, está soltera, y, por supuesto, celebrar que ya pudiste tomar una decisión y que pusiste tu felicidad primero.

Ante las palabras de Caitlyn, simplemente asentimos. Era un momento de dicha, no había nada mejor que compartir buenos momentos con amigas.

No pude evitar, entonces, pensar en Zareen y Chanelle. Ambas fueron mis amigas desde el colegio, sin embargo, y de manera inesperada, se alejaron de mí. No había querido comentar nada al respecto, me lo estaba guardando porque pensé que podía ser una simple malinterpretación, pero uno de los días en que tuve que asistir a una reunión de UH, me metí a redes sociales y vi que ambas subieron una foto juntas. Chanelle estudiaba en otro estado, había venido de visita, y no me dijo nada. Está bien, yo tampoco pregunté, sin embargo, Zareen sabía que estaba aquí, y en lugar de avisarme o recordarme, no dijo nada.

¿Lo peor? Es que había vuelto a pasar para mi propio cumpleaños, y me di cuenta al día siguiente cuando revisé las redes sociales. ¿Podría ser que habíamos tomado distancia? Yo creo que es lo más probable, no obstante, eso no significa que no me moleste. Por una parte, esa noche, me sentía triste, porque una amistad había muerto a causa de la distancia, y, por la otra, estaba feliz de poder tener, todavía, a alguien a quien recurrir para compartir momentos de alegría.

Es increíble que, recién ahora, pude hacer una reflexión al respecto, y no sé si el momento fue el adecuado, porque todas en la mesa me estaban mirando.

—¿Dijeron algo? —pregunté.

—Que si estás bien —respondió Mandy.

—Sí, solo me perdí en mis pensamientos, perdón. Me falta el alcohol.

Como si lo estuviese invocando, el mesero, siguiendo ese rol como si fuese sacado de algún tipo de ficción, nos trajo los tragos. Me asombraba que estuviese demasiado pulcro y que, a pesar de que, por temas de atractivo del comensal, hacían como que chocaban con otro mesero para generar ese ambiente de tensión, ni una gota era derramada y sus uniformes quedaban impecables.

—Que disfruten —nos dijo antes de irse.

No sé cuántos bebimos esa noche, solo recuerdo que Flora no dejaba de tomarnos fotos, que Mandy y yo bailamos una especie de vals y que Laia y Caitlyn rechazaron a unos cuantos tipos que se acercaron insistentemente.

—¿Estás feliz?

Ante la pregunta de Mandy, sentí que volvía a ser consciente del espacio, de la música y de las luces rojas y azules que ambientaban. Ella me tenía tomaba de las manos, me miraba preocupada, pero, al mismo tiempo, emocionada. Yo le sonreí y asentí.

—Estoy tan feliz de ser amiga de ustedes. Hay que hacer esto más seguido. Seamos amigas para siempre, Mandy.




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