Tarnished Hero

Capítulo XX

"Oh, will wonders ever cease?"

Al día siguiente, Mandy y yo salimos de la habitación al mismo tiempo. Nos habíamos quedado dormidas, pero incluso así pensé que teníamos tiempo de sobra para poder secarnos el cabello. Pero Mandy no se lo secó por completo.

—Te vas a resfriar —aseguré mientras esperaba por ella en la puerta—. Quédate aquí, sécate bien ese cabello y después vas a desayunar. Si quieres, te espero, así nos regañan a las dos por igual.

—Ya sequé lo esencial, el resto no importa.

—Qué terca eres.

—Mira quién habla.

Eran las siete. Estábamos con tiempo de sobra, la conferencia empezaba a eso de las ocho y media, así que pasarían por nosotros quince minutos antes de las ocho, en cuarenta y cinco minutos. No estábamos atrasadas considerando que ayer dejamos todo listo para esta jornada, pero sabíamos muy bien que nos ganaríamos un regaño por parte de Valentine, quien ya nos había estado atormentando con mensajes pidiendo que nos diéramos prisa.

—Si se le ocurre hacer algún comentario sexista, te juro que le tiro café.

—Yo te seguiría —aseguré.

Bajamos por la escalera de fierros y nos dirigimos al comedor. Todos ya estaban sentados, está demás decir que ya estaban terminando de comer, pero parecía que todavía tenían sus rostros pegados a la almohada. Ahogué una risa al ver el cabello de Wilson completamente desordenado pese a estar húmedo.

—Buenos días —dije—. Hoy también hará frío al parecer.

—Chicas, dense prisa en comer —pidió Valentine intentando mantener un semblante tranquilo.

Mandy y yo fuimos a buscar una taza de café, yo le puse leche, por supuesto, unas tostadas y un plato de frutas.

—¿Me alcanzas un vaso? Creo que tomaré un poco de jugo de naranja.

—¿Te ocurre algo? —le pregunté a Mandy mientras le pasaba el vaso—. ¿Por qué parpadeas tanto?

—Me mareé un poco, es todo. Quizás sea estrés por mi poca tolerancia al clima frío.

—O es la falta de azúcar.

—Definitivamente, es el clima frío. Yo no sirvo para este tipo de climas.

—Menos mal que no tuvimos que ir a Minnesota —bromeé y Mandy rio por lo bajo.

A pesar de que comimos con tranquilidad, pese a la urgencia presente en el rostro de Valentine, mi atención estaba puesta en Mandy. Ella se veía bien, pero había algo en su expresión que me preocupaba: tenía los ojos cansados, así como también relamía constantemente sus labios por lo resecos que estaban.

—Es por mi medicamento para el acné —me aseguró cuando volvimos a la habitación y le manifesté mi preocupación—. Se me resecan demasiado los labios.

—¿Segura que no te sientes mal?

—Muy segura, no te preocupes.

Salimos al encuentro con los demás, el vehículo ya estaba aguardando por nosotros: una minivan blanca con la insignia de la Universidad de Colorado. La mañana estaba fría, bastante fría, desearía estar acostada en mi cama en lugar de estar en este lugar.

Pero cuando llegamos a la conferencia, el auditorio estaba templado, muy a diferencia del ambiente que reinaba afuera. Nos ubicamos en los asientos asignados y esperamos a que se diera inicio a la conferencia. Habló el director de la Universidad de Colorado, nos dio la bienvenida y luego hizo ciertos comentarios con respecto a la importancia de valorar la educación “incluso si es pública”. Ese comentario nos sentó mal a todos nosotros, y el escuchar la risa de los otros presentes pareció avivar el malestar. Sabíamos que no éramos los únicos presentes que venían de una universidad pública, pero el que ese comentario fuese ampliamente aceptado por los otros se sintió como una humillación gratuita.

Luego pasaron los otros oradores: docentes reconocidos por su labor en instituciones privadas y públicas, aquellos que conocían a la perfección el funcionamiento de la política educacional, sin embargo, me sorprendió que, a pesar de ser un congreso sobre la educación pública, se legitimaba la supremacía absoluta de la educación privada.

—¿Estás escuchando lo mismo que yo? —me preguntó Mandy.

—Nos han estafado. Deberían devolvernos el dinero.

Miré a Mandy, quien se había removido incómoda en su asiento. Le ofrecí un poco de agua, pero ella simplemente negó con la cabeza y se acomodó apoyando su cabeza en mi hombro.

—¿Te sientes bien?

—Quizás me siento un poquito mal. Necesito aire.

—¿Quieres que salgamos?

—Esperemos a que esto termine —señaló al escenario, el director de la facultad de Educación había subido nuevamente al podio—, de seguro ya estamos por concluir.

Y en efecto así fue. El director dio unas palabras de agradecimiento por nuestra presencia, mencionó a todas las universidades asistentes, incluyendo Pedagogical, por supuesto, y nos invitó a la segunda fase de la jornada que incluía una exposición de la facultad de Educación en relación a la historia de Colorado y la inclusión educativa de todas las diversidades presentes en el estado y, por consiguiente, en el país.

Pero Mandy y yo no los seguimos de inmediato. Nos excusamos con el resto, no dimos explicaciones, y simplemente tomé a Mandy de la cintura y me la llevé afuera del auditorio. Saqué la botella de agua que había traído conmigo y le di a beber. Esperé un momento para ver cómo reaccionaba, me mostró el pulgar a modo de aprobación, pero no me lograba convencer de aquello.

—¿Y si vamos a la enfermería? Estás algo pálida.

—Te aseguro que debió ser por el cambio de temperatura. Mejor busquemos la cafetería y consigamos algo de azúcar. Eso me caerá perfectamente bien.

No fue difícil encontrarla. Mandy se pidió un chocolate caliente mientras que yo un americano, junto con unas magdalenas de vainilla. Le avisé a Valentine que nos encontrábamos en este lugar, le expliqué que Mandy se sentía un poco mal, y él solo me pidió que estuviéramos a la hora acordada para volver al hostal todos juntos.




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