A la mañana siguiente, el grupo se despertó en el tatami. La luz artificial del refugio subterráneo se filtraba suavemente, proporcionando un resplandor cálido pero sin el brillo del sol. Los cuerpos aún adormecidos estaban amontonados en los cojines, y la televisión, ahora en silencio, había sido la última compañía antes de que se durmieran. Se quejaron en conjunto del dolor de espalda, resultado de una noche de sueño en los incómodos sillones del suelo.
—¡Ay!...Esto no es nada cómodo—.Se quejó Kaori, estirando la espalda con un gesto exagerado.
—Sí, creo que tengo una vértebra en el lugar equivocado —.Añadió Haru, masajeándose el cuello.
—Si nos hubieramos ído a dormir en lugar de hacer una maratón de My Hero Academia como sugirió Ikuko ahora mismo no tendríamos dolor de espalda—.Replicó Naka, intentando mover el cuello.
—No metas a My Hero Academia en esto—.Se quejó Ikuko, cruzándose de brazos.
Tashiro, ya en pie y con una actitud algo resignada, se estiró con calma.
—Parece que tengo suerte de estar acostumbrado a dormir en el suelo—.Murmuró Tashiro, sonriendo un poco.—Esto no es nada comparado con algunas de las noches que he pasado.
Desde la cocina, Takai, que había estado despierto mucho antes que los demás, los saludó con un tono amistoso y una sonrisa en el rostro.
—¡Buenos días, dormilones!—.Les dijo Takai, con un toque suave de humor en su voz.—Espero que hayan tenido un sueño reparador.
—Buenos días, papá...—.Respondió Haru, aún masajeándose el cuello, muy dolorido.
Los miembros del grupo, aún medio adormecidos y algo doloridos, le devolvieron el saludo mientras se levantaban y se dirigían al comedor. Intentaron estirarse y enderezarse mientras se acercaban a la mesa, donde luego se acomodaron alrededor de la mesa.
—¿Qué hay para desayunar, señor Sotan?—.Preguntó Ikuko, con un brillo de impaciencia en sus ojos.
—Bueno, no queda mucha comida, así que hice algo muy simple y muy americano: tostadas, café y huevos revueltos—.Respondió Takai, con una sonrisa ligera mientras les colocaba el desayuno en la mesa.
Kaori, al oír la mención del café, se animó.
—¡Perfecto!...Pero para disfrutar el café, hacen falta unas buenas galletas—.Dijo Kaori, muy contenta.
Se levantó con entusiasmo para buscar las galletas en los armarios, pero pronto su rostro se tornó en una expresión de sorpresa y desilusión al ver que estaban vacíos.
—¡No!...No hay galletas...—.Anunció Kaori, con un tono que mezclaba frustración y resignación.
—Ya les había dicho que era necesario hacer una compra—.Le dijo Takai con comprensión, quien ya había anticipado esa reacción.
—Bueno, entónces irémos a comprar en cuanto terminemos de desayunar—.Dijo Haru, moviendo el cuello de un lado a otro.
—¡Sí!...¿Y podemos ir al centro comercial también?...Me gustaría comprarme unas camisas nuevas—.Pidió enseguida Ikuko, muy contenta.
Haru, que estaba bebiendo su café con calma, suspiró y accedió.
—Está bien, pero no te gastes mucho dinero...No quiero que vuelvas con un agujero en el presupuesto—.Le dijo Haru, suspirando.—Recuerda que el dinero es de todos.
El rostro de Ikuko se iluminó con una sonrisa amplia, y Kaori se unió al entusiasmo.
—¡Genial!...¡Gracias, Haru!—.Dijeron ambas al unísono, muy contentas.
—Oye, Naka...¿Ellas son las típicas chicas que se gastan mucho dinero en compras?—.Le susurró Tashiro, sonriendo un poco.
Naka se rió y sacudió la cabeza.
—La verdad es que no suelen gastar tanto en ropa, pero sí en comida—.Respondió Naka mirando a ambas.—Ambas son las que más comen del grupo, y aún no sé cómo es que no engordan nada...Me gustaría saber cual es su truco.
—No hay truco, querido Naka...El secreto es que nosotras estamos hermosas comamos lo que comamos, ¿verdad, Iku?—.Le dijo Kaori, con mucho orgullo.
—Exacto, Kao—.Respondió Ikuko, también con bastante orgullo.
—Nunca cambiarán—.Murmuró Haru, riendose un poco mientras se comía las tostadas.
El comentario provocó una risa general, especialmente de Tashiro, quien se rió a carcajadas.
***
Cuando terminaron de desayunar, el grupo se preparó rápidamente para salir. La sensación de confort en el refugio dio paso a la actividad frenética de un día de compras. Tras organizar sus cosas y abrigarse con lo que pudieron, el grupo salió de las alcantarillas y se dirigió al coche de Takai. Era un vehículo de seis plazas, ideal para llevar a todos juntos. Takai se hizo cargo del volante, mientras el resto se acomodaba en los asientos.
—Vamos a por las provisiones primero, así nos lo quitarémos de encima—.Anunció Takai, iniciando el motor y dirigiendo el coche hacia el mercado cercano.
El viaje estuvo lleno de conversaciones animadas y risas, algo que animó mucho a Tashiro. Cuando llegaron al mercado, uno de esos lugares que destacaba por sus precios bajos y su variedad de productos, Haru se puso en modo controlador.
—Recuerden, no se dejen llevar por las chucherías ni los productos caros, que os conozco....Necesitamos mantenernos dentro del presupuesto—.Les recordó Haru, con un tono que mezclaba autoridad y preocupación.
—Que sí, que sí—.Le dijo Kaori, dándole la espalda.
—Tashiro, vigila que no metan chucherías en el carro...Son capazes de camuflarlas entre la fruta—.Le dijo Haru, cruzándose de brazos.
—Echo—.Le dijo Tashiro, riéndose.
Ikuko y Kaori, con la misma determinación que cuando buscaban sus galletas favoritas, comenzaron a llenar sus carritos con productos básicos. A pesar de sus intentos por desviarse hacia golosinas, Haru y los demás las mantuvieron enfocadas en los elementos esenciales: frutas, verduras, arroz, y otros alimentos no perecederos.
—¡Mira qué frescas están estas manzanas, Haru!—.Exclamó Kaori, tratando de convencerse de que una manzana era una compra justificada.
—Está bien, pero no olvides que también necesitamos papel higiénico y otros artículos de primera necesidad—.Le replicó Haru, revisando la lista con una mezcla de paciencia y firmeza.