Mientras tanto, en el edificio de Mazatake, la atmósfera era densa y cargada de ira. En su despacho, Mazatake se mantenía de pie frente al gran ventanal que ofrecía una vista panorámica de la ciudad. Su pierna, herida por Kurokawa, estaba ahora vendada y parcialmente curada, pero la mancha de sangre en su pantalón aún permanecía como un recordatorio de la reciente derrota. Su rostro estaba torcido en una mueca de furia contenida, y murmuraba para sí mismo, su voz cargada de resentimiento.
—¿Cómo pudo Kurokawa traicionarme de esa manera? —.Dijo Mazatake, sus palabras se mezclaban con el rugido lejano del tráfico de la ciudad.— ¿Cómo se atrevió a unirse a ese grupo de inútiles y abandonarme?...Él es mío por derecho...¡Mío!...Haré que regrese a mi lado...Claro que sí...¡Incluso si tengo que destruir todo lo que le importa!.
En ese momento, alguien tocó la puerta del despacho. Mazatake, aún enfurecido, giró su mirada hacia la entrada. La puerta se abrió lentamente y una figura femenina entró en la habitación. Era una joven de veintitantos años, casi rozando los treinta, con cabello negro que caía en una cascada hasta su cintura. Su mirada, aunque serena, llevaba un matiz de malicia que parecía a juego con la atmósfera del despacho.
—¿Desea verme? —.Preguntó la joven, su tono calmado y respetuoso.
Mazatake, al escuchar la pregunta, se giró por completo hacia ella. Su expresión cambió de ira a una especie de satisfacción calculada. A pesar de la furia que todavía burbujeaba en su interior, su rostro se suavizó al ver a la chica.
—Sí..Te he llamado porque tengo una misión muy especial para ti...hija mía—.Le respondió Mazatake, su voz grave cargada de un propósito renovado.
La joven, al escuchar las palabras de su padre, no pudo evitar una sonrisa que revelaba una satisfacción y malicia innata. Sus ojos brillaban con una intensidad que prometía no solo eficacia, sino también un deseo ferviente de cumplir con la misión encomendada.
—Estoy lista para lo que necesites, padre—.Respondió ella, con una mezcla de respeto y desafío en la voz.
Mazatake avanzó hacia su hija, el odio en sus ojos un claro contraste con la calma que intentaba mantener. Con una mano firme, colocó una mano sobre el hombro de la joven, como si transmitiera su deseo de venganza a través del contacto.
—Necesitamos acabar con esos Vengadores de la Noche de una vez por todas, y ahora más que el traidor que Kurokawa se ha unido a ellos—.Le dijo Mazatake, su tono ahora cargado de una furia calculada.—Y tú serás la clave para ello.
La joven asintió, sus ojos brillando con un fulgor decidido.
—No le decepcionaré, padre—.Dijo la joven, su voz firme y decidida.—Me encargaré de ello enseguida...Puede confiar en mí.
Mazatake, al ver la confianza y determinación en la mirada de su hija, asintió con satisfacción, para luego la chica marcharse del despacho.
La furia que había sentido durante la confrontación con Kurokawa comenzó a desvanecerse, reemplazada por una fría determinación. Si bien había perdido una pieza en su juego, sabía que tenía a alguien en quien confiar para restaurar su control y venganza.
El jefe de la Yakuza permaneció en su despacho, su mirada fija en la ciudad que se extendía ante él. Sabía que la lucha por el control no había terminado, y que los Vengadores de la Noche no podían relajarse aún. La batalla entre el bien y el mal continuaría, y la promesa de una nueva amenaza se cernía sobre el horizonte.
—Tashiro Kuma...Aún tienes mucho que sufrir...Tu verdadera castigo apenas está comenzando—.Susurró Mazataka para sí mismo, con una voz fría y cortante, dirigiendo sus palabras al vacío.