El sol comenzaba a caer sobre Viña del Mar, tiñendo el cielo de tonos dorados y anaranjados. Aziz se encontraba en su pequeño departamento, sentado en el sofá y contemplando el mar desde la ventana. Su mente divagaba entre sus estudios y la nueva realidad que había cobrado forma desde que Adir apareció en su vida. A pesar de ser un demonio, ella había traído consigo una chispa de luz que iluminaba sus días.
La Navidad se acercaba y, a pesar de que su familia se encontraba en el sur, Aziz decidió que aquella noche no podía pasar desapercibida. Con una sonrisa, empezó a decorar el modesto árbol de Navidad que había comprado en la feria un par de semanas atrás. Mientras colgaba las luces, pensó en Adir, quien observaba desde la esquina del salón, jugando con un copo de nieve conjurado por ella misma, deshaciéndose lentamente en el aire.
—¿Sabes? —dijo Adir, su voz suave como un susurro—. No entiendo por qué celebras esto. ¿Qué es exactamente la Navidad?
Aziz se detuvo, mirando a la demonio con curiosidad. Su rostro iluminado por las luces del árbol reflejaba un aire de inocencia que contrastaba con su naturaleza.
—Es una celebración de amor y unión —respondió él—. Es cuando la gente se reúne, comparte regalos y celebra la amistad. Es una forma de recordar lo importante que es estar juntos.
Adir frunció el ceño, intentando asimilar las palabras de Aziz. Desde que había aparecido en su vida, había experimentado muchas cosas del mundo humano, pero la Navidad era algo completamente nuevo para ella.
—¿Y tú? ¿Qué deseas en esta Navidad? —preguntó ella, acercándose un poco más.
Aziz se sintió repentinamente vulnerable. Miró a Adir a los ojos, aquellos ojos rojos intensos que a menudo reflejaban una mezcla de curiosidad y misterio.
—Lo que más deseo... —se detuvo un instante, el corazón latiendo con fuerza—. Es que mi familia esté aquí. Estar con ellos en esta época especial. Y tal vez... —se aventuró, sintiendo la calidez de su cercanía—. Quizás que tú y yo podamos ser más que amigos.
Un leve sonrojo apareció en las mejillas de Adir, algo que nunca antes había visto. Era casi como si la propia esencia demoníaca de ella se ablandara ante el deseo sincero de Aziz.
—No sé si puedo entender eso del todo, Aziz —confesó Adir, recolectando los copos de nieve desvanecidos en su mano—. Pero me agrada estar contigo. Hay algo en este lugar... en ti... que me hace sentir viva.
La habitación quedó en silencio, el único ruido era el suave sonido del mar rompiendo en la orilla. Aziz tomó una decisión y se acercó a ella, extendiendo su mano.
—¿Te gustaría cenar conmigo y celebrar de alguna manera? Tal vez un simple plato de pastas, pero será nuestra primera celebración navideña juntos.
Adir miró su mano, dudando un momento, pero la curiosidad la llevó a tomarla. La conexión entre ellos parecía hacerse más fuerte, como las luces que titilaban del árbol.
—Está bien, Aziz. Haré lo mejor que pueda. Pero no prometo que no termine explotando algo en la cocina.
Ambos rieron, la tensión se disipó, y así, juntos, pasaron horas preparando la cena. Adir, tomando prestados elementos de su poder, intentó ayudar en la cocina. Entre risas y pequeñas explosiones de luz, la comida finalmente estuvo lista. Se sentaron a la mesa, una tabla sencilla adornada con un mantel blanco y algunas velas que Aziz había comprado.
—Por los momentos compartidos —brindó Aziz, levantando un vaso de jugo de uva.
—Por los momentos difíciles que vendrán —respondió Adir con una sonrisa traviesa.
Mientras la noche avanzaba, las risas llenaban el aire y la magia se sentía a su alrededor, no solo por los poderes de Adir, sino por el sentimiento que comenzaba a brotar entre ellos. Aunque no eran pareja, había algo especial en la vulnerabilidad que compartían, en los secretos susurrados y en los miradas cómplices.
En esa Navidad, lejos de la familia de Aziz, algo nuevo floreció entre él y Adir.
Después de la cena, Aziz y Adir se acomodaron en el sofá, ambos con un vaso de jugo en la mano. La calidez del hogar los envolvía y el aire estaba impregnado del aroma a pino y dulces navideños. La música suave de villancicos sonaba de fondo, creando un ambiente reconfortante.
—Gracias por esta noche, Aziz —dijo Adir, mirando a su alrededor—. Nunca pensé que celebraría algo como esto. Creo que entiendo un poco más ahora.
Aziz sonrió, sintiendo una conexión con ella que crecía cada vez más.
—Me alegra que estés aquí, Adir. No solo por la Navidad, sino porque... por alguna razón, siento que eres una parte importante de mi vida.
Adir lo miró con atención, sus ojos rojos brillando como rubíes. Antes de que pudiera responder, un ligero temblor recorrió el apartamento. Unos momentos después, Aziz sintió como si una sombra flotara en el aire, oscureciendo el ambiente.
—¿Sentiste eso? —preguntó Aziz con une de preocupación.
—Sí —respondió Adir, su voz ahora seria. Se levantó, el aura de la demonio que era volviendo a encarnarse—. Hay algo más aquí, algo oscuro.
Aziz se puso de pie, el miedo creciendo en su pecho. Recordó las advertencias que había escuchado sobre la presencia de sombras en algunos momentos del año, especialmente en épocas como la Navidad.
Editado: 01.09.2025