Tasting Of God

Alexander

Alexander paseaba por la ciudad, sintiendo la fresca brisa matutina. A pesar de ser fin de semana, las calles estaban sorprendentemente despejadas. Parecía que la tranquilidad se debía al temprano horario.

Alexander caminando se percató de varios locales.

  • Este parece ser un buen momento para probar ese lugar que Natalia me recomendó —murmuró Alexander, decidido. Su amiga estaba ocupada con un proyecto universitario, así que no tenía razones para visitarla en el trabajo. Era la oportunidad perfecta para explorar el nuevo local.

El negocio, al que pronto llegó, tenía un aspecto limpio y atractivo. Alexander se preguntó por qué no había más clientes a esa hora, pero decidió no darle mayor importancia, atribuyendo la escasez de personas a la madrugada.

  • ¡Buenos días! —lo saludó el amable cajero con una sonrisa sincera.
  • Hola, me gustaría probar esa promoción de desayuno con un café —respondió Alexander.
  • De inmediato preparo su orden.

El cajero avanzando y comenzó a preparar el pedido. Mientras tanto, Alexander notó a un hombre sentado en un rincón del local. Era evidente que no era un cliente, sino un indigente que había encontrado refugio del frío en el establecimiento.

El personal mientras preparaba el pedido uno de ellos se acercó al indigente.

  • ¿Debo marcharme? —le preguntó el indigente al cajero.
  • Sí, lamentablemente. Aquí solo permitimos a los clientes. —El cajero mantuvo su amabilidad, pero su tono indicaba que las reglas eran inquebrantables.
  • Pero afuera hace tanto frío —protestó el indigente.
  • Lo siento, pero debes marcharte, así son las reglas.
  • Pero no estoy molestando.
  • No quiero llamar a la policía. Acá solo te podemos permitir si no hay clientes —El cajero se encogió de hombros, como si esa fuera la norma.

Comprendiendo la situación, Alexander se dirigió nuevamente al cajero.

  • Voy a pedir dos promociones de desayuno con café y se las llevaré a él.

El cajero se quedó sin palabras ante el gesto generoso de Alexander y se apresuró a preparar los pedidos sin hacer ningún comentario.

  • Gracias, señor, de verdad. —El indigente agradeció con una voz débil y una sonrisa tímida.
  • No, gracias a ti —respondió Alexander mientras se acercaba al indigente.
  • Puedo darme cuenta de que no eres de este país, ¿verdad?
  • No, no lo soy. solo soy un idiota sin patria tratando de encontrar su lugar en el mundo.
  • Ya veo…, entiendo lo que sientes. Yo también he perdió algo importante. Puede ser que no sea comparable, pero he sentido una pizca de ese dolor. He perdido a mi familia y mis amigos. Me he sentido perdido y sin un lugar al que pertenecer. —El indigente ofreció sus palabras con empatía. —Puede que no tenga mucho, pero quiero decirte algo. Eres mucho más valiente de lo que crees.

Alexander se acercó con gratitud. Sus ojos reflejaban una mezcla de emociones mientras el indigente continuaba compartiendo su historia y escuchando a la de alexander que había conocido en ese lugar inesperado

  • ¿De que estas hablando? — preguntó Alexander, desconcertado.
  • Puede que no lo veas, pero el simple hecho de estar aquí te hace 100, no, 1000 veces más fuerte que yo. Solo mírame, estoy aquí comiendo gracias a tu benevolencia, sin amigos y teniendo el doble de tu edad — dijo el indigente, mirando su plato con una mezcla de tristeza y gratitud.
  • Puede ser como tú dices, pero yo soy tan patético como para necesitar que me animen —dijo Alexander con calma.
  • No te sientas mal. Todos necesitamos a alguien de apoyo
  • Recuerda que un verdadero pecado no puede ser borrado, sin importar lo que hagas. Pero puedes redimirte. Por lo que veo, tú has entendido que solo miras a otra persona hacia abajo cuando la ayuda a levantarse — agregó el indigente con sabiduría.
  • Puede ser, pero te equivocas en algo. No estás solo. Si tienes amigos, o al menos sé que tienes uno — dijo Alexander, ofreciendo una sonrisa amable.
  • ¿En serio? — preguntó el indigente, sorprendido.
  • Claro — respondió Alexander con sinceridad.

Con una sonrisa y lágrimas en los ojos, Alexander se despidió y dejó la mesa, colocando algunos billetes y una hoja con la dirección de un lugar donde podría encontrar trabajo para el hombre sin patria. Luego de ese emotivo encuentro, Alexander siguió con su día.

Más tarde, como de costumbre, Alexander visitó un centro médico. Allí, un niño lo esperaba con entusiasmo. Pasaron la tarde jugando y riendo juntos. Esta tarde fue una de las mejores para el niño, que se sintió feliz y lleno de ánimo para la operación programada para el día siguiente. Alexander le brindó palabras de aliento antes de despedirse.

Al día siguiente, Alexander regresó al centro médico, pero cuando preguntó por el niño, le informó que no había sobrevivido a la operación y que había fallecido. Alexander, con el corazón apretado por la tristeza, se dirigió al cementerio para cumplir su promesa de honrar al niño y asegurarse de que no se sintiera solo en su último viaje.



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Editado: 22.09.2025

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