Alexander

Un día, Alexander tuvo un sueño muy bonito con unos buenos amigos. Pero al despertar, descubrió que tenía poderes. Para entrenarlos, decidió dirigirse a las montañas. Allí, encontró un lindo gato del cual se hizo amigo. Sin embargo, ese gato resultó ser en realidad una humana con poderes llamada Clara. Ella le permitió unirse a su grupo. Alexander confiaba en sus poderes y sabía que nadie podía superarlo, así que aceptó sin pensarlo mucho.

Estaban en un edificio abandonado en las montañas, donde había cinco personas además de Alexander y la mujer que lo había traído. Todos los demás tenían la cabeza tapada.

• Nosotros somos débiles; hay una abrumadora diferencia en habilidades de pelea entre nosotros y los demás humanos con poderes. Pero nosotros no nos rendiremos. Nuestra meta no es como la de otros grupos. Estamos aquí para volverte más fuerte y negociar con Dios para poner fin a este estúpido juego. Necesitamos a todos los aliados que podamos conseguir —hablaba la líder del grupo.
• Espera, ¿realmente podemos confiar en él? ¿Y si él es peligroso? —dijo un compañero con vestimenta formal.
• Permítanme presentar a nuestro nuevo miembro

Alexander confiado, saludo alegremente.

• Bien, antes de empezar cualquier cosa, tenemos un ritual al que todos los nuevos miembros deben someterse
• Ya veo un pacto especial.
• Si no quieres hacerlo, está bien pero no podrás unírtenos.

Después de Alexander pensarlo un poco accedió a ello.

• Entonces como funciona este pacto.
• Haremos que jures proteger nuestro secreto.
• Ya he escuchado eso. ¿Qué se supone que debo hacer exactamente?
• Bueno, poniéndolo simple, tengo el poder de saber si una persona esta mintiendo, en palabras simples si es digno de ser nuestro compañera. —El líder sacó de una mochila una especie de pulsera hecha con parte de su cuerpo. La pulsera desapareció en el momento en que la puso en el brazo de Alexander. Lo que hacía esa pulsera era asegurarse de que, si tenia la mínima intención de mentir o herir a uno de sus compañeros esta le informaría a su dueño.
• Listo, el pacto está completado. A partir de ahora, Alexander es uno de nosotros.
• Bien, ahora ya podemos hablar. Un gusto, yo soy Cristóbal.
• Lo mejor es que podemos quitarnos estas máscaras. No me acostumbro a andar con ellas. Mi nombre es Rodrigo.
• Yo soy Isidora —decía tímidamente una compañera desde un rincón, medio escondida.
• Soy Susana, la líder del equipo.
• Y yo me llamo Gabriel.
• Bien, supongo que lo mejor es mostrar nuestros poderes para demostrar que confiamos los unos en los otros —dijo la líder del grupo.

Uno de los miembros tenía un poder que se podía utilizar en batalla, era un poder de fortalecimiento del cuerpo, mientras que el resto tenía poderes más orientados hacia la utilidad que hacia la pelea. Cuando Alexander mostró su poder, dejó a todos sorprendidos por su increíble poder destructivo.

A pesar de que Alexander tenía más poder que todos los demás, eso no impidió que todos se acercaran y se unieran. Compartieron aventuras juntos, salieron a divertirse, jugaron, celebraron y estudiaron. A veces se encontraron con personas con poderes extraños, pero siempre los enfrentaron juntos y los derrotaron. Aunque Alexander cometía errores o jugaba bromas de vez en cuando, el grupo lo reprendía o lo consentía. Alexander, alguien que nunca había tenido amigos, no quería separarse de ellos y se había encariñado profundamente con ellos.

Con el tiempo, tanto Alexander como los demás miembros del grupo fueron creciendo en poder. Sin embargo, todo cambió cuando Isidora pudo controlar mejor su poder y llegó al punto en el que podía ver las “líneas de Dios”. Todos creían que este juego de poderes era un juego de Dios, y querían encontrarlo para detenerlo y poner fin a todo este caos. Crearían un pacto para acabar con el infierno que podría desencadenarse si esto se masificaba. Isidora se convirtió en la encargada de buscar a Dios, ya que con su poder podía ver dónde se concentraba más el poder divino. Solían buscar al azar, pero un día, Isidora les dijo que había encontrado un lugar específico en una montaña.

• Este juego expone a las personas a sus deseos más básicos y terrenales, haciendo traicionarse y asesinarse mutuamente. Las personas que obtienen estos poderes están dispuestas a ver cumplidos sus deseos a cualquier precio, incluso si se transforman en monstruos. Pero nosotros no somos idiotas y no viviremos como viles monstruos. No olviden, sin importar cuán poderosos podamos volvernos, seguimos siendo humanos y estamos aquí para poner fin a este juego sin sentido —dijo el líder del grupo con determinación mientras todos se dirigieron a la montaña.

La montaña tenía un extenso bosque que se extendía por todo el sector. Las únicas áreas despejadas eran donde pasaba un río o donde había habido enfrentamientos. Se notaba que en esos enfrentamientos no se contenían, ya que el área estaba completamente destrozada. El grupo avanzó sin mayores problemas, todos armados y con silenciadores, hasta que se encontraron con una extraña piedra.

• Parece que es una marca de territorio. — comentó Rodrigo, examinando la marca en el suelo.
• Entonces, otro grupo está del otro lado. — Susana, la líder, parecía preocupada.
• Así es, creo que fue puesto aquí como advertencia. Si pasamos esta marca, seremos atacados. No obstante, el poder de Dios se junta del otro lado. Si podemos llegar, obtendremos una gran ventaja sobre los otros grupos. — Alexander señaló con determinación.
• En resumen, continuar así es malo para ellos. — Cristóbal hizo un gesto de inteligencia.
• Estás loco, no habrían puesto esto aquí si no hubieran pensado que podrían ganar las peleas, porque debemos ir tras ellos.
• ¿Por qué te asustas tanto? — preguntó Isidora, algo nerviosa.
• Bueno, en fin, ¿qué haremos, jefa? — Clara buscó orientación.
• Solo estamos tras el encuentro con Dios. Quiero evitar batallas sin sentido. Será un viaje largo, pero rodearemos esta montaña. Estén todos alerta. — Susana tomó la decisión final.