Jose
Mi padre estaba sentado a mi lado, pronunciando palabras con una expresión de profunda tristeza en su rostro. Aunque no podía escuchar lo que decía, su expresión transmitía el amor y la preocupación que sentía por mí. Desearía poder responderle de alguna manera, pero mi situación era cada vez más desesperada.
Los médicos se movían frenéticamente a mi alrededor, pero no sabía si sus esfuerzos servirían de algo en este punto. Apenas podía respirar por mis propios pulmones, y en ese momento, me encontraba atrapado en un torbellino de pensamientos y emociones. Me reí entre suspiros, una risa que brotó de lo más profundo de mi ser.
- Jajaja, en verdad que soy infantil. —murmuré. —Aunque tengo que admitir que esas historias siempre me gustaron. ¿De verdad podré salir de esta, como los héroes en esos libros? Me levantaré y lucharé contra el mal. —Mis palabras estaban llenas de incredulidad, pero también de un deseo profundo de sobrevivir y luchar.
De repente, una voz rompió mis pensamientos. —Vaya, parece que te estás muriendo.
Una silueta extraña flotaba frente a mí. Aunque su forma era indistinta, irradiaba una pureza y tranquilidad divinas. Le pregunté quién era, pero su respuesta fue misteriosa.
- ¿Quién eres?
- Eso no importa, ahora dime cuál es tu deseo.
- Mi deseo, acaso eres algún tipo de ángel o algo por el estilo.
- ¿Ángel? si se pudiera decir que si lo soy —dijo. —Y bien, ¿cuál es tu deseo?
Me sorprendí por su oferta. “¿Un ángel? ¿Un ser divino que podía cumplir deseos? No sabía si debía creerlo o no”.
- Mi deseo... —murmuré — ¿Es posible vivir una vida normal? Sería fantástico — Suspiré. —Me sorprende que podamos tener una conversación en mi estado.
- Eso es una muestra de mi poder con eso puedes ver que puedo ser capaz de cumplir cualquier deseo si así lo deseas. —decía con orgullo. —será mejor que te apures no creo que te quede mucho tiempo.
La figura celestial sonrió y explicó su poder. Mi mente comenzó a dar vueltas ante la idea de que tal vez podría vivir una vida normal.
- Sí, seguir viviendo, ser una persona normal sería genial —dije con una mezcla de esperanza y resignación. —Pero ¿es posible?
El ángel asintió. —Eso y mucho más, siempre y cuando estés capacitado.
- Tiempo no es así, sabes me hubiera gustado tenerlo cuando era más joven, lo habría ocupado en leer más historias de fantasía que me encantaban, … —mientras tomaba una pausa para seguir entrecerrando los ojos y volviéndolos a abrir.
- Oye, oye, yo que tu mejor me voy apurando sabes.
- Las historias que más me gustaban eran en las que el héroe salía de situaciones desesperadas y luchaba contra el mar para proteger a la humanidad, son geniales no crees.
Mis pensamientos se dirigieron hacia lo que realmente deseaba. —Seguir viviendo, ser un héroe... eso sería increíble —confesé.
El ángel parecía intrigado. —Entonces, ¿quieres luchar contra el mal?
- No —respondí con determinación. —Quiero acabar con él. Ángel, no sé si tienes tanto poder como dices, pero si es verdad, por favor, escucha mi deseo. Libra a este mundo de cualquier maldad, de los villanos, para que haya paz.
- ¿En serio eso es lo que quieres?
- Si.
- Ya veo, así que un héroe supongo que se podría decir que con eso si eres uno.
- Jaja, … ¿y puedes hacerlo?
El ángel reflexionó sobre mi deseo y, finalmente, asintió. —Sí, parece que un héroe es lo que deseas ser. Puedo hacer algo similar.
Agradecido, le di las gracias. Sin embargo, su mirada reflejaba lástima. —Ángel, ahora que lo pienso, también me gustaría dejar una nota de despedida para mi familia.
El ángel no respondió.
- Entiendo —susurré. —No puedes interferir directamente en las vidas de los demás.
El ángel permaneció en silencio.
- Bueno, muchas gracias por hablar conmigo en estos últimos momentos —le dije con gratitud. —Ahora me siento muy cansado. Creo que voy a dormir por un largo tiempo.
El ángel continuó flotando en el aire frente a mí, sumido en sus pensamientos.
- Buenas noches, cuídate y gracias.
- En verdad me has dejado sin palabras —dijo el ángel. —No esperaba que hubiera algo que desearas con más fuerza que salvar tu propia vida. Lo siento tanto.
El ángel, con un dolor palpable en el pecho, se disculpaba ante el cuerpo moribundo de José, sabiendo que este ya no podía escucharla. Sus palabras eran un lamento, una expresión de pesar profundo.
- Lo siento, lo siento, lo siento —repetía el ángel con desesperación. —De haber sabido que pedirías eso, no te habría dado falsas esperanzas. No tengo el poder para cambiar el mundo por mi cuenta. Ni siquiera tengo el valor para habértelo dicho antes. Otra vez, cometo el mismo error.
A pesar de que José ya no podía responder, el ángel continuó disculpándose y lamentándose por su incapacidad para cumplir su deseo.
- Pero al menos cumpliré una parte de tu deseo —declaró el ángel. Extendió su mano y un ligero humo comenzó a rodear el cuerpo de José mientras su pecho se iluminaba.