Yo dejo las balas volar, oh deja que lluevan.
Mi suerte, mi amor, mi Dios, ellos vinieron desde...
Dolor!
Me hiciste un, me hiciste un creyente, creyente.
Imagine Dragons – Believer.
* * *
Alexander y Aurora no aminoraban un paso razón por la cual las paredes a cada lado se les hacían no más que un manchón borroso por la velocidad de la carrera. La joven sentía la fuerza de la mano de Alexander apretar su brazo, pues, su novio se negaba a soltarla y exponerla a otro peligro, minutos luego el largo pasillo llegó a su fin, dejando entonces dos opciones de la cual Alexander decidió por la de lado derecho, tirando de su novia y prosiguiendo la carrera mientras aquel montón de pasos semejantes a un tropel de caballos se acercaban desde atrás. Aurora echó un vistazo hacia lo que habían recorrido, para tener en cuenta cuanto de lejos estaba el peligro de ellos, pero no era lo que esperaba, el escuadrón había doblado la esquina pasada mientras otro grupo se acercaba desde más atrás por el mismo pasillo recto en el que avanzaban los perseguidos. Los disparos se escucharon, las balas chocaban contra el piso muy cerca de ellos, lo cual hacía que la adrenalina recorriera con más violencia el cuerpo de cada uno al intentar escapar.
Alexander se detuvo en seco y como un reflejo Aurora también, no esperaban que otra parte de lo que parecía ser un batallón interminable los esperara al final del pasillo en el que estaban mientras otros se acercaban desde atrás, no lo pensó ni cinco segundos cuando continuaron la carrera tomando un atajo hacia la izquierda por otro camino corto y con luces parpadeantes. El lugar era inmenso y lleno de vías tanto largas como cortas, caminos transversales y quizá sótanos también, todo se podía esperar. Al llegar al final de este otro doblaron nuevamente hacia la derecha, sin detenerse un instante, luego hacia la izquierda en uno de tantos pasillos que partían de otro y se asemejaban a un laberinto interminable. Los pasos acechantes se escuchaban retumbar, ecos de gritos que parecían darle instrucciones a otros, como diciéndoles por dónde debían correr para acorralar a los objetivos. Aurora sentía que sus pulmones explotarían en algún momento, casi se daba por vencida; mientras Alexander aún tenía reservas de resistencia, no era la primera vez que corría de una manera semejante.
Llegaron al final de otro pasillo y eligieron un atajo distinto, sin detenerse un instante, doblaron otro centenar de esquinas, cruzaron otras vías en forma de túnel hasta que llegaron al final del camino opacamente iluminado e igual de parpadeante que muchos de los otros, entonces se detuvieron al fin, Aurora observó todo rápidamente, fotografiando con la vista y guardando en su memoria, en cambio Alexander ya conocía todo el lugar. Era una especie de salón redondo perfectamente iluminado, con varias alternativas, vías de escapes, parecía ser el lugar madre del cual partían caminos hacia distintas partes del extraño edificio. Los gritos se escucharon nuevamente y con estos los fuertes y afincados pasos de sus cazadores, si no corrían ahora, no lo harían nunca, pues, Alexander y su compañera se percataron que de distintos pasillos se acercaban seres vestidos de negro con sus armas arriba, los disparos prosiguieron y las balas sonaban como de costumbre al chocar contra cualquier superficie con una fuerza mortal.
-Por acá... – Dijo Alexander con rapidez, tirando una vez más del brazo de Aurora y eligiendo una de las ocho salidas donde solo dos de ellas no tenía a la vista aquellos perversos seres.
Después de correr por sus vidas durante aproximadamente quince minutos sin pausa, se detuvieron al final de una vía que permanecía con un tono claroscuro, un pasillo ciego, con una pared de cristal que dejaba ver la altura en la que se encontraban, un cielo estrellado, la luna llena y todos los árboles que se imponían a los alrededores, impidiendo a medias la vista hacia las luces de la ciudad a lo lejos. El pasillo había llegado a su fin y Aurora entró en cuenta que ambos estaban atrapados.
Alexander con fría y calculada determinación clavó su mirada en las pupilas de ella, viéndola con una expresión ausente de algo que no fuera salvarla, mientras la joven no tenía en sus ojos algo distinto a una laguna de miedo. Una idea chocó contra la inteligencia del joven de piel pálida, fusionándose y dándole luz verde a la actitud que tomó a continuación.