Por qué no me dejas entrar, ¡sólo dejame entrar!
Vamos a enmascarar esta fase incómoda en la que estamos atascados.
Si me aceptas y por siempre estás a mi lado,
¿recuerdas lo qué te dije? Cada día es un nuevo amanecer
Así que vamos a fingir que esto nunca sucedió
Soy tu guardián arcano...
Sólo déjame entrar
Ya sabes que nuestro amor está atrapado en tus ojos
Y esos ojos color avellana...
¡Ellos se aterrorizan, ellos se aterrorizan!
Famous Last Words - The show must go on.
* * *
Aurora se sobresaltó, incorporándose rápidamente sobre la cama con el corazón latiendo tan fuerte como un tambor de ritual africano. Intentó asimilarlo todo, confundida. Su respiración no dejaba de ser agitada; pero se tranquilizó un poco más al ver a Alexander dormir plácidamente envuelto en sábanas blancas a un lado de ella, se veía como siempre, tan angelical, inofensivo y vulnerable mientras mantenía los ojos tranquilamente cerrados, entregado a un sueño profundo y calmado; para ella era el ser más adorable del mundo. Volvió a recostarse sobre el colchón, bañada en sudor y con los nervios de punta, alucinó con sentir aún el impacto en la espalda, el fastidioso dolor del golpe en un sueño pesado, esta vez se situó de costado para poder observar más de cerca el perfecto perfil de este mientras lo abrazaba con un brazo y una desnuda pierna como si se tratara de una almohada humana. Todo había sido no más que una pesadilla, había estado durmiendo en su cálida habitación, en casa de sus padres y a un lado de su misterioso novio.
Era perfecto, el ser más hermoso, la piel más suave y tersa. Una nariz recta y puntiaguda bajo ligeras pecas, un par de rosados labios llenos y unas cejas abundantes que dejaban en claro la cantidad de reservas que tenía. Pero más allá de un perfil ideal había un objeto que le llamó mucho la atención, la visión se hizo menos borrosa conforme enfocaba más aquello que se le antojaba curioso. Era blanco a simple vista, de modo que contrastaba con lo demás que tenía alrededor, se incorporó nuevamente sobre la cama, esta vez más lento para no despertar a su novio; entonces decidió colocar sus pies descalzos sobre la madera fría del piso, levantarse y averiguar de qué se trataba.
Dio pasos calmados hacia aquel extraño y llamativo objeto. Se detuvo justo en frente y se inclinó lo necesario para tomarlo en sus manos; era firme, un poco frío por la temperatura del ambiente y parecía tener forma... una máscara. Estaba sobre una túnica negra de la cual no se había percatado antes, todo comenzaba a cobrar sentido, armándose como un rompecabezas en el interior de su mente.
En medio de la incertidumbre volvía a retumbar dentro de su pecho un corazón advertido por una película mental desarrollada durante el sueño.
<< ¡Demonios! – Rectificó y decidió darse la vuelta para ver nuevamente al... ¿inocente Alexander? – No pued... >>
Dio un respingo al percatarse de algo más extraño e inesperado, aquella persona que había estado dormido hace algunos segundos, ahora permanecía sentado sobre la cama con los pies sobre el suelo, observándola con un rostro bastante serio y carente de expresión.
En la escasa claridad de la habitación, Aurora prefirió desviar la mirada después de segundos, disimulando la sorpresa y la incomodidad que provocaba el silencio de su pareja. Prestó entonces atención a la ventana, que extrañamente estaba abierta de par en par, dejando a la vista la solitaria calle a horas de la madrugada y la hileras de casas al otro lado de esta cuyas luces apagadas le daban un aspecto bastante tenebroso. Se acercó para cerrarla, con las piernas temblorosas debido a los nervios y una vergüenza inexplicable mezclada con una pizca de temor que ni el viento que removió su cabello logró desvanecer. Después de juntar las dos tablas macizas y ajustar el pestillo se llevó otra sorpresa que le dio escalofrío y casi provocó en ella otra brusca reacción. Alexander había recostado su pecho en la desnuda espalda de esta, colocando con delicadeza una mano sobre el vientre y otra un poco más arriba, abrazándola. Aurora detuvo la respiración sintiendo entonces el suave aliento de su novio justo al oído.
-No tengas miedo. – Susurró este.