Bryony
¿Tres meses? ¡Imposible! No pueden haber pasado tres meses desde mi operación. En mi mente fue ayer cuando nerviosa entre a un quirófano.
¿Cómo puede haber pasado tanto tiempo de mi vida sin que yo me diese cuenta?
No es lo que imaginé que pasaría.
Tampoco espere sentirme de esta manera al despertar.
Me siento entumecida, siento que estoy en un cuerpo que no es el mío y no lo puedo controlar.
Me empiezo a sentir nerviosa al intentar moverme y no poder. Los médicos me examinan y hablan a mí al rededor pero nadie me explica porque no puedo controlar mi cuerpo.
— ¿porque no puedo moverme? — pregunto asustada.
—es muy normal en tu condición Bryony. Tu cuerpo ha estado en reposo por bastante tiempo...
El doctor me observa, sus palabras no me tranquilizan. Sabia antes de la operación cual podrían ser las consecuencias de la cirugía.
— ¡no me mienta y dígame porque no me puedo mover! — exijo sintiendo como lágrimas de miedo puro se derraman por mis mejillas.
Todo el personal médico estaba atento a mí. Me sentía como una vil rata de experimento y no me agrado la sensación.
—trata de calmarte, no es nada recomendable que fuerces tu cerebro de esa manera, como ya te explique es normal. No te miento ¿sientes esto? — pregunta mientras pellizca mi dedo meñique del pie.
Asiento porque siento y ¡me duele!
— ¿y esto? — repite el procedimiento pero esta vez en mi brazo. Nuevamente asiento porque el dolor que produce no me lo estoy imaginando.
— ¿vez? Tu cuerpo responde al contacto. No tienes nada de lo que preocuparte. Debes dejar que tu cuerpo se acostumbre al movimiento nuevamente.
Diría que me tranquilice, pero un agudo y fuerte. Tremendamente fuerte dolor de cabeza me hice gritar. — ¡por favor cálmate! — insistía el doctor Flynn.
Pero el dolor era más fuerte que yo.
Cerré los ojos muy duro y presionaba mi cabeza buscando aliviar el dolor.
Pero nada ¡no cesa!
—me duele... me duele mucho— sollozaba sin parar.
Todos corrían a mi alrededor pero nadie hacia nada que me aliviará.
Hasta... segundos. Minutos. Horas no lo sé, solo sé que me sumí en una niebla oscura que no me permitió sentir más dolor.
La brisa del mar mecía mi pelo. Enviando unos mechones a mi cara. Sin embargo no me molestan porque mis ojos están cerrados. Solo disfruto del sonido del vaivén de las olas, del olor a agua salada y del sol.
—Te vas a tostar princesa— oigo que dice papá.
Él está en una tumbona bajo una sombrilla al igual que mamá. Mientras se bebe un vaso de whisky. Mamá observa una revista o simula observarla no lo sé. Sus lentes de sol dificultan la tarea de averiguar.
—No importa papá— respondo disfrutando de estas merecidas vacaciones junto a mi familia.
—Después te arderá toda la piel— comenta mamá.
Pero yo estoy muy cómoda aquí tirada. No quiero moverme. No quiero levantarme
—princesa ven... deja la flojera y acuéstate a mi lado— pide papá
Pero yo solo sonrió y cual niña consentida le saco la lengua.
—nena ven te quedarás dormida y te hará daño— pero era muy tarde ya yo estaba dormida.
—Princesa por favor despierta— oigo una voz que me habla.
Ya no es la voz de mi papá, ni estoy en la playa... ni si quiera recuerdo haber ido a la playa con mis papas.
El dolor ya no está. Pero esa sensación de estar en otro cuerpo no me abandona
Sin embargo puedo abrir mis ojos y solo veo ante mí, unos lindos y hermosos ojos oscuros.
Ojos que, al mirarme muestra la más pura de las emociones. Y me emocionó de verlo aquí... delante de mí.
Lo que significa que se quedó conmigo...
— ¿cómo te sientes princesa? — pregunta acariciando mi mejilla.
Su tacto me reconforta de mil maneras si es posible... pero hay algo que siempre quise hacer y esta es mi última oportunidad.
— ¿quién eres tú? — pregunto.
Su rostro palidece... y mentalmente me abofeteo por ser tan mala.
Él no lo merece.
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Editado: 05.10.2020