Te amaré... En esta vida y en la otra.

Epílogo

Cuándo estaba embarazada, soñaba con un tierno y dulce niño. Él sería mi peluche viviente para apapachar al menos sus primeros años.

Pero, está visto que. Casi nunca se obtiene lo que se quiere.

Tengo al niño, pero ni es dulce, ni es tierno. Para la burla de muchos es serio y totalmente amargado.

Tal vez piensen que miento. Pero la realidad es esta caótica cara seria, molesta y para nada amigable de mi hijo.

—Yo no quiero ponerme eso mamá— se queja cuando intento ponerle una linda pajarita roja, que combina a la perfección con su pequeño traje negro.

—Ted a tu hermana le hace mucha ilusión verte así— intento las cartas de Frederick. Manipulación cruda y directa.

— ¿pero porque no se lo pide a papá? — pregunta obstinado.

—Ted sé que no te gusta. Pero es el cumpleaños de Diane. Piensa que entre más rápido la uses más rápido podrás quitártela.

El suspiró.

En serio lo hizo.

Así como suspiras para tragar un montón de insultos y no quedar mal delante de los demás. Así lo hizo.

¡Por Dios! Que solo tiene seis años, no cincuenta.

—Está bien mamá— accede resignado.

Yo soy muy dulce y Frederick bueno él es más dulce que yo... ¿entonces?

Al menos logre mi objetivo. Está listo, galante y hermoso para celebrar el cumpleaños número cuatro de nuestra pequeña reina.

Ella está abajo con papá y mi esposo, y si mi Ted es un caso, mi Diane no tiene remedio.

Esa pequeña cosa de no más de medio metro es la persona más glamorosa y coqueta que ha pisado las fas de la tierra y sus alrededores.

Su gran vestido amarillo como el color de nuestros ojos, tiene una enorme falda súper amplia y con volantes de encaje, sus mejillas naturalmente rojas y su espeso cabello color caoba hace de mi niña una hermosa muñeca que admirar.

Sí, soy una madre babosa ¿pero en mi lugar quien no lo seria?

Mis hijos son perfectos.

Bajamos al comedor donde ya nos esperan.

La fiesta está ambientada en un bosque encantado. Árboles se mueven de un lado otro. Cortinas con hojas de árboles, hongos lo suficientemente grandes para sentarse. Y un gran colchón inflable que por nada del mundo podría faltar.

Palabras de mi pequeña.

Cuando llegamos, Diane saluda a todos como si ella fuera la reina de Inglaterra.

Listo. Hombres de la familia convertidos en un charco derretidos por mi bebé.

Frederick se queda con Teddy, al parecer otros niños que no sean su hermana y su prima Amy hija de Alexa y Matt, le dan alergia.

— ¿cómo está mi sobrino preferido? — pregunta Matt revolviendo su cabello.

—soy el único sobrino que tiene.

Bueno no sólo los niños le dan alergia. Sus tíos también.

—eres como un horrible viejo prematuro ¡casi parece que te hicieron molestos!

—Matt silencio— dicen mi esposo y mi hijo al mismo tiempo, Matt carga a su hija y se alejó molesto.

Desde que Teddy nació él siempre ha querido absorberlo para él. Pero mi niño simplemente se aleja.

—tito esta bravo— susurra Diane como si fuera un secreto, para después encogerse de hombros y agarrar la mano de su hermano —bailar.

—Acabamos de llegar, más tarde— respondió él.

Y por lo que veo todos usaremos la manipulación con Ted, porque los ojos de ella comienzan a llenarse de lágrimas que al instante ya están cayendo por sus mejillas. Estoy a punto de reprenderla porque no debería jugar así con su hermano mayor.

Pero Teddy, hace que yo también me derrita cuando con mucho cuidado seca las lágrimas de su hermana y le da un pequeño beso en su nariz —vamos a bailar princesa loca.

Bueno al menos eso no fue tan difícil.

Todos en la fiesta están atentos a la pareja de niños bailando, y poco a poco otros niños se unen.

—Es incómodo para mi desde algún punto muy lejano tener los hijos más perfectos del planeta— susurra Frederick abrazando mi espalda.

— ¿y es incómodo porque?

—porque justo ahora todos quieran ser yo para tener mis genes. Me siento ultrajado.

Me río de él y sus locuras. Ni siquiera dice que ellos son bellos por ambos. ¡No! Todo es por él.

—arrogante engreído.

—así me amas.

— ¡mucho!

Y luego de eso solo disfrutamos de la fiesta de una pequeña de cuatro años, junto a mi familia.

 

[...]

 

Quien me diga que la vida de casados es desagradable ¡miente!

Y.

Quien me diga que la vida de casados es absolutamente maravillosa también ¡miente!




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