Te amo, Edelweiss

Prólogo

Ah, North Valley. Mi querido pueblo invernal. Desde pequeña he vivido entre grandes montañas nevadas, lagos helados y vientos que congelan el aliento a cualquiera. Aún así, los meteorólogos han dicho que este mes de diciembre será el más frío de la década. Por eso mismo he preparado mi habitación contra el gran frío huracanado que vendrá dentro de pocos días.

La semana pasada, Anne, Lindsay y yo nos pusimos de acuerdo para crear nuestra propia cabaña, por lo tanto, como hoy no tengo nada más interesante que hacer, me he puesto manos a la obra y he transformado mi pequeño cuarto en un refugio calentito y muy cómodo. Todo está repleto de mantas aterciopeladas, cojines de plumas, pantuflas de lana… ¡Incluso he preparado unas tazas de chocolate caliente y palomitas caramelizadas! He encendido el proyector y he buscado un par de CD’S con películas clásicas que a mis amigas y a mi nos encanta ver cuando estamos juntas. Nunca nos cansamos de repetir las mismas escenas, aunque ya nos sepamos de memoria algunos de los diálogos. Es una tradición, supongo.

-Cariño, tus amigas acaban de llegar -dice mi madre mientras asoma su cabeza por el filo de la puerta de mi habitación. En las manos lleva puestos sus guantes de cocina y trae consigo una bandeja con galletitas de canela y vainilla que acaba de hornear. Los guantes tienen estampados de flores y melocotones con tonalidades naranja y amarillo. Se lo regalé yo y sigue siendo su favorito.

Según los vecinos de la zona y familiares, mi madre y yo somos muy parecidas. Por no decir idénticas. No voy a negarlo, sé que nos parecemos un poco, es normal, tengo sus genes, pero creo que la gente tiende a exagerar demasiado. Las dos tenemos el cabello naranja y encrespado, la piel pálida y nos quedan igual de mal los moños. Bueno, de esto último no estoy tan segura, creo que solo padezco yo el síndrome de el-pelo-recogido-te-queda-fatal.

- ¡Vale mami! -le respondo a la vez que acabo de ordenar y guardar un par de jerséis que había dejado tirados por el suelo.

El olor de esas galletas recién horneadas me está abriendo el apetito, así que le hago una señal a mi madre para que las deje encima de mi mesita de noche. Presiento que esta noche nuestra cena no será muy sana que se diga.

- ¡Edel! -suenan dos voces al unísono desde el marco de mi habitación. Son Anne y Lindsay. Mis mejores amigas.

Donde vivimos, hace tanto frío que apenas podemos vernos. Incluso muchas clases en nuestro instituto se suspenden diariamente a causa del mal tiempo. Normalmente acabamos estudiando más en casa que en la escuela. Por eso mismo, cuando hay un día que parece estar más despejado que los anteriores, no dudamos ni un segundo en vernos.

- ¿Habéis visto el nuevo coche que se han comprado mis padres? -Lindsay señala hacia la ventana y nos obliga a mirar a través de ella. El coche está aparcado fuera. Es un mercedes amg g63 todoterreno, de color blanco, incluso va a juego con el color de la nieve que está cubriendo la entrada de mi casa.

Lindsay proviene de familia adinerada. Así que ya no nos extraña que cada cierto tiempo se compren un modelo de coche nuevo. Sus padres son fanáticos del motor y siempre van a la moda. La última vez que fuimos a su casa o, mejor dicho, su mansión, tenían un garaje enorme lleno de coches de todo tipo. Incluso están pensando en comprarle un coche a Lind para cuando cumpla la mayoría de edad. A mi me parece buena idea, ya que así podríamos vernos más seguido e irnos a visitar otros pueblos cercanos a North Valley.

- ¿Ya cabéis todos dentro del coche? -pregunta Anne en modo sarcasmo. Y las tres empezamos a reírnos. Veo como Lind coge uno de mis cojines fucsia aterciopelado y me lo lanza, pero consigo atraparlo al vuelo. Al cabo de unos minutos los cojines están volando por toda la habitación. Acaba de comenzar una guerra que puede durar horas. Y esto es solo el principio de la noche.

Al final, como de costumbre, nos hemos pasado la noche debajo de las suaves sábanas de lana. Además, Anne ha traído una especie de parches contra el frío invernal que emiten calor y nos los hemos puesto entre los pliegues de nuestro pijama. Hoy está siendo una de las noches más frías del año y aún no hemos llegado a diciembre. Mientras veíamos la película de Mean Girls, hemos rebañado las tazas de chocolate caliente y nos hemos comido el bol entero de palomitas caseras. Incluso la pequeña bandeja de galletitas de canela y vainilla que había echo mamá está completamente vacía.

- ¿Qué tenéis pensado hacer este otoño? -pregunta Lindsay mientras se desenreda uno de sus mechones rubios con la gema de los dedos. Anne y yo nos miramos y encogemos los hombros al unísono. -Había pensado que podríamos hacer una lista de deseos.

-Déjame decirte que mis padres no pueden comprarme un coche para mi cumpleaños -suelta Anne con ironía. Suelto una carcajada y le doy un codazo. A Anne le encanta sacar de quicio a Lindsay.




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