Nunca me había enamorado de nadie en toda mi vida, me parecía algo imposible. Había intentado infinidad de veces hacerlo pero al final no podía sentir algo más allá que cariño hacia la persona con algunos incluso aun hablaba otros me tenían cierto resentimiento por lo que había sucedido pero no me interesaba. Los días pasaban sin novedad alguna pero realmente no era algo que me incomodara, estaba en el último año de secundaria; con mis 16 años no era precisamente hermosa, tenía altura promedio de 1,58 centímetros, cabello de un tono rojizo que llegaba a mi cintura resaltaba más por mi piel blanca y mis ojos de color café claro, tampoco era popular en la escuela, mi grupo de amigos era bastante reducido, quería estudiar literatura por lo que conocer a alguien no estaba dentro de mis planes a corto plazo. En las tardes era voluntaria en un hogar geriátrico, ayudaba a cuidar a los ancianos me encantaba escuchar sus historias divagando entre sus recuerdos de épocas pasadas algunas de las cuales eran tan alegres que me causaban gracia así como otras tan tristes que rompía en llanto al escucharlas.
Era un día de verano Lucerna estaba de vacaciones en la escuela por lo que disfrutaba de caminar cerca de la orilla del lago me detuve en una pequeña cafetería llamada Seebistro luz y pedí una galleta de avena y un jugo para refrescarme, cerca de mi mesa vi un joven bastante apuesto llevaba una chaqueta de color café oscuro y que parecía de mi edad. Noté que era de tez morena y que tenía los ojos azules mientras estaba distraído leyendo un libro, lo que atrajo mi atención, apenas sintió que lo observaba se giró hacia mí y sonrió traté de disimular pero me alcancé a sonrojar un poco, después de un rato él se marchó. Me quedé cerca al rio mirando la forma de las ondas en el agua largo tiempo hasta que anocheció y me fui a casa. Seguí frecuentando ese sitio y él también lo hacía por lo que decidí acércame y conversar un poco, le dije:
—hola, me llamo Ángela, nunca te había visto en esta ciudad.
Él me miró fijamente y respondió:
—mucho gusto soy Gabriel, llegué hace poco y este es el único lugar que conozco.
Platicamos durante varias horas sobre asuntos varios y me contó el motivo de su viaje a nuestra ciudad, su semblante cambió cuando lo dijo por lo que intenté animarlo ofreciéndome a mostrarle la cuidad, sus ojos me miraron con emoción y aceptó, en la mañana siguiente recorrimos las calles mientras le mostraba los sitios más icónicos como la Iglesia Jesuita de San Francisco Javier y el antiguo ayuntamiento, después de eso fuimos a comer a un lugar llamado Confiserie Bachmann pedí una porción de torta de chocolate y un té, él comió un rollo de canela con café nos quedamos conversando durante horas hasta que se hizo de noche y él me acompañó a mi casa; aquella noche soñé con Gabriel, paseábamos cerca al lago Lucerna con un hermoso atardecer de fondo mientras él tomaba mi mano y me daba un beso en la mejilla. Madrugué ese día porque habíamos quedado de hacer un recorrido por los castillos, me encantaban las historias de amor medievales y la ciudad se adecuaba bastante a ello, estaba feliz de pasar el tiempo a su lado pero lo ocultaba lo mejor que podía me había vestido con un jean desgastado, una camisa de tiras, una chaqueta negra de cuero y un pequeño bolso para llevar el celular, cuando nos encontramos en la cafetería que nos conocimos, vestía una camisa de manga corta y jean oscuro se veía deslumbrante sus ojos brillaban lo que me encantó aún más el recorrido hacia el Castillo Wyher fue agotador pero divertido, nos tomamos varias fotos durante el trayecto observamos los jardines y torres quedando sorprendidos; al terminar regresé a mi casa, me duché y me acosté en mi cama, imaginando como hubiera sido un romance en aquel hermoso castillo y me dormí; soñé que estaba vestida con un gran traje de color lavanda, un corsé blanco y una capa larga de color vino, era una noche de luna llena y caminaba por el jardín en eso llega un joven traía una camisa blanca con un chaleco gris oscuro, un pantalón y una abrigo largo de color negro que apenas era perceptible en la oscuridad, pude ver en la distancia quien era y estaba nerviosa por lo que él comenzó a hablar:
—princesa Ángela, que pena citarla tan tarde esta noche pero necesito decirle algo con suma urgencia. Desde hace años siento algo muy especial por usted, pero jamás tuve el valor de hacerlo hasta hoy, me disculpo si esto la hace sentir incomoda, sin embargo no puedo negarle que la amo desde hace tiempo y el tiempo que he compartido con usted ha sido el más maravilloso de mi vida. Le doy las gracias por aceptar este encuentro y por permitirme expresarle mis sentimientos antes de marcharme, quiero que recuerde que siempre la amaré sin importar lo que suceda.
Antes de que él se fuera le confesé que también lo amaba y que me dolía que se partiera pero entendía que era necesario, él se acercó a mí y me beso en la frente diciéndome que apenas regresara pediría mi mano en matrimonio, me desperté emocionada por aquel sueño. Con Gabriel habíamos quedado en ir al kapellbrücke para cruzar el rio Reuss que ya había visitado en ocasiones anteriores pero nunca acompañada. Las semanas pasaron tan rápidamente que tenía que regresar a la escuela, nos dijeron que ingresaría un chico nuevo ese año y al verlo me sorprendí, era Gabriel. Se sentó junto a mí y me saludó como de costumbre en las últimas semanas, lo que causo murmuraciones entre los de mi clase sobre el tipo de relación que teníamos, era bastante atractivo para su edad por lo que llamaba la atención de las chicas de la escuela, incluyéndome. Cuando las clases terminaron, él se despidió indicando que tenía algo pendiente que era ineludible y que debía marcharse de inmediato, de camino a casa estuve pensativa sobre que sería ese asunto tan importante que no podía aplazar. La tarde pasó rápidamente mientras hacia algunos cosas que tenia pendientes en casa cuando me desocupe le escribí a Gabriel para saber cómo le había ido con lo que tenía que hacer pero no obtuve respuesta alguna, lo que hizo que me alarmara; al día siguiente noté que él no había venido lo que hizo que mis miedos se intensificaran, no podía concentrarme en nada por lo que apenas salí le marqué sin éxito. Pasaron varios días en los que él no se presentó, cuando llegó nuevamente su aspecto se había deteriorado bastante, tenía finas ojeras debajo de sus ojos y se veía extremadamente agotado, sus labios lucían resecos; Cuando me vio, me saludo sin el ánimo de siempre, lo mire asombrada pero el pareció no notarlo. Al de la escuela lo invité a tomarse un café conmigo necesitaba saber que sucedía pero el declinó la propuesta argumentando que no podía porque tenía ya un compromiso. Me sentí mal sin embargo no objete nada al respecto, era obvio que algo grave sucedía y que no deseaba contarme y no quería presionarlo.