Llegamos al lago pusimos las tiendas, y prendimos la fogatas donde todos estábamos reunidos, mi abuela haciendo historias, y los demás pues escuchando, aunque una de ellas estaba contemplado la fogata como lo mas interesante que había, y para mí ella era lo más interesante.
Pienso, acercarme pero luego quitó esa idea de mi cabeza cuando veo que ella se disculpa y retira.
— Anda ve y habla con ella — me dice mi hermano alentando a ir tras ella.
— No creo que sea el momento — digo, algo triste.
— Hermano ¿Entonces cuando será el momento? No me digas que estás esperando una señal divina porque eso no pasará Hermano mío, así que deja de perder el tiempo y vete — dice mi hermano empujando.
— Bien iré, desearme suerte. — digo decidido.
— Ya la tienes Hermano, solo no la pierdas — me dice y se va donde está Lorena.
Bueno eso intentaré, voy hacia donde esta, está en un puente que hay en el lago tiene los pies dentro y viendo al cielo, me acerco ella mira hacia atrás, donde estoy y vuelve a mirar a dónde lo anterior. Tomo asiento a su lado en silencio, hubo un momento de silencio algo incómodo.
— Te quedarás callado o vas a seguir contemplado tus pies. — dice al ver cómo veía mis pies en el agua. Río por su comentario.
— Este... no, sí ....— digo nervioso, ¿Desde cuándo?.
— Si o no vas a hablar — dice mirándome ahora, riendo y yo nervioso.
— ¡SI, CLARO! — digo en un grito de los nervios mirándola, ella me ve raro, hasta yo lo haría.
— No tenías que gritar casi me dejas sin tímpanos — dice masajeando su oído.
— Perdón, estoy algo nervioso, siendo sincero. — digo y ella ríe.
— ¿Tu? Alan García ¿Nervioso? Eso sí que es novedad — dice riendo, extrañaba ver esa sonrisa en ella que solo a mí me regala.
— Bueno sí, Alaia pero es que quiero decirte algo pero no puedo estoy tan nervioso que no puedo dejar de hablar ahora sin parar. — digo rápido espero y halla entendido.
— Hey Alan respira, por Dios lo peor que puede pasar es que no te perdone — dice riendo, enserio se ríe, y yo con los nervios de punta — No pongas esa cara y habla te voy a escuchar, pero no importa que, tu también me escucharás ¿ok? — dice esta vez sería.
— Si claro Alaia, te escucharé — digo serio.
— Bien entonces ahora habla. — dice acomodándose en su lugar del puente y se pone como un buda.
— Bien, Alaia se que he hecho mal muchas cosas, y se que no estuvieron bien, y si puede que las halla visto como pequeñez pero no son así, y te pido perdón, se que me haz perdonado millones de veces pero cada una significa mucho para mí porque es cómo volver a conquistar tu corazón, se que muchos de nuestros problemas es por mi madre y se que ella no ha hecho más que hacerte la vida imposible, pero Alaia si de algo estoy más que seguro es que ella nunca cambiará, pero no importa y sabes ¿por qué?, Porque aunque ella no cambie yo siempre aunque a ella le moleste o duela tu eres la mujer que yo amo, y la madre de mi fríjol, tu y ese bebé son mi familia, ella siempre será mi mamá pero ustedes siempre serán el amor de mi vida y mi familia. — digo mirándola fijamente, en sus ojos, hay una mezcla de nostalgia, amor, tristeza, felicidad, de todo un poco, y están cristalizados.
— Alan, yo te perdono, y sabes que siempre así será, pero, no todo el tiempo, voy a volver contigo, cuando una piedra recibe gotas de agua di a día esa piedra con el tiempo, llega a tener un agujero, y no es porque no te amé, por qué si te amo, y mucho y lo sabes pero ahora amo más a mi bebé, no puedo estar pensando en que me amas o no, Alan y se que me amas pero te puedo asegurar, que no más de lo que yo a ti — dice secando unas lágrimas que salieron sin permiso, me duele verlo así. Agarro su rostro, con mis manos secando esas lágrimas.
— Alaia, créeme que se que tienes toda la razón, y si debes de estar enojada o más que eso conmigo, pero Alaia, yo te amo más de lo que crees, y nunca créeme nunca podría, dejar que alguien te lastime por eso con mi mamá, siempre te defiendo y así lo haré de cualquier que te quiera hacer daño si tú no me quieres devuelta, lo acepto, pero nunca, nunca te dejare sola un día me dijiste que nunca soltara tu mano y eso nunca lo haré aunque no esté contigo. — digo besando su frente.
— Alan no te estoy pidiendo que te alejes, o que me dejes solo te pido que no importa que pase siempre, vuelvas a mí y nunca sueltes mi mano porque el día que eso pase ese día ya no estaré para ti — dice y la abrazo, necesitaba hacerlo la necesitaba, ella me corresponde, y apretando fuerte su cuerpo.
— Me sacarás el aire y ahogadas a mi maní — dice y reímos, aflojo el abrazo y acaricio su cabello.
— Nunca haría eso mi frijol tiene que terminar de crecer — digo y le doy un beso en la frente.
— Alan, solo espero que de verdad no sueltes mi mano. — dice mirándome, seria.
— Nunca amor — le digo y le doy un beso en los labios, sellando una promesa, que no se la dije pero que la voy a cumplir, nunca soltaré su mano. Nos separamos del beso por falta de aire ese que demuestra que se extrañaban y se pertenecen uno del otro, la veo a los ojos, esos que te derriten el alma.
— Bueno, vamos a dormir, me está dando frío — dice sonriente como niña pequeña, me derrite su ternura.
— Claro amor, ven vamos — le digo ayudando a pararse.
Nos fuimos, a mi tienda que gracias a Dios y era cómoda no quería que Alaia en su estado durmiera así de incómoda. Pero no fue así dormimos muy bien, además pude hablar y besar a mi frijol.
Al otro día, nos levantamos, temprano, y dimos la noticia de nuestra reconciliación, cosa que a mí mamá no le agradó. Pero seguiré el consejo de mi hermano y voy a dar todo de mi por mi familia.
Estamos haciendo parrilla, de carne asada, siento unos brazos muy suaves, abrazarme la cintura y a subirlas y bajarlas por mis pectorales.
— Estos últimos días, al parecer te hicieron bien están fuertes, creo que tendré que dejarte más a menudo. — dice riendo en mi oído.