Te atreves a amarme

Capítulo 16

CAPÍTULO 16

 

Por la mañana Maciel decidió permanecer en su habitación, haciendo algunas llamadas, incluso logró hacer una video llamada con su mejor amigo Jareb que lo alegró bastante, más aún porque pudo verlo feliz al lado de su esposa. Eran una pareja hermosa de ver. Hablaron más de una hora. De esa manera pudo olvidar todo lo que su mente maquinaba, hizo que cada pensamiento se esfumara y dejara de tener relevancia. Después de todo lo único que realmente le importaba estaba justo afuera de su oficina, trabajando todos los días. Aun así, durante la madrugada decidió que si no podía ponerle freno a lo que entre ambos surgía, tendría que hacer algo al respecto. Ya pensaría que, esa mujer lo estaba volviendo loco.

Leah mientras optó por ir al parque con sus hermanos, compartir junto a ellos un tiempo agradable. Le compró un detalle a Lolitha, también a Daniel y  a Raquel. Se sentía diferente, pero nada evitaría que disfrutara de lo que más amaba, sus hermanos, de su alrededor. Si el deseo nos disminuía entre ambos tendría que hacer algo al respecto. Aún estaba pensando en cómo alejarse de él. ¿Dejaría el trabajo? Si tenía que hacerlo, lo haría.

En cuanto entró al edificio, un día más tarde, su aroma inundó sus pulmones. Él veía por el gran ventanal de la sala de reuniones, parecía no percatarse de su presencia y cuando Leah estuvo punto de marcharse habló.

—Buen día señorita Ferrer —saludó con cortesía. Alejándose del ventanal y apoyándose en la gran mesa invitándola a tomar asiento. Él asintió con la cabeza pero no habló. Torció la boca notando que hoy no sería un día de charla. Debía ser muy difícil vivir de esa forma, siempre pensando su próximo paso, con rabia y en el recuerdo de un pasado que ya debía dejar atrás, siempre, desconfiado y juzgado sin saber, pero que equivocado estaba con Leah. Si, de todo eso se había percatado ella en las pocas semanas que llevaba laborando en las empresas Herworth

Era un hombre calculador, no se abría, y no parecía tener la menor intención de hacerlo, sin embargo con ella era diferente, algo lo llamaba, no tenía idea de que lo había llevado a esa frialdad, a ese encierro sin embargo, la intrigaba y la atraía, tanto que sin esfuerzo siempre se encontraba pensando en él.

Apenas le mencionó sobre su semana cuando recibió la llamada de un socio, sin perder tiempo Leah se entregó al trabajo, en ese ámbito se sentía segura, además de cuando estaba con sus hermanos y entre sus brazos, lo había descubierto hace unas horas.

Durante el resto del día hablaron lo necesario. Puro profesionalismo fue ese día.

—Mañana, en la tarde mande a imprimir los últimos informes. Buenas noches, señorita Ferrer —Subió a un auto negro y sin mirarla una sola vez cerró la puerta. Leah pestañeó torciendo los labios. Sentía un frio arrasador, como él no fuera el mismo de aquellas noches. Jessie apareció con otro auto para llevarla,  en silencio observó cómo nevaba en la enorme ciudad de New York.

 Dejaría sus cosas, buscaría a sus hermanos y se iría a relajar, era amante del arte, adoraba bailar, de niña dedicaba sus tardes a ensayar, el ballet había sido su soporte, su ancla y sus hermanos no se quedaron atrás Adam y Cloe, siempre que podía le daba clases a Cloe.  Raquel le había conseguido lugar en una academia no muy lejos de su casa e iría a visitarla luego de liberar la tensión de su cuerpo.

Cuando entró a la casa que rentaba observó una nota en la entrada

«Brank », pensó.

“No hay tiempo Leah, el jefe ha pagado millones por tu cabeza”, leyó sintiendo un escalofrió recorrer su espalda.

 

Leah se recostó en la puerta una vez esta estuvo cerrada. Enterró su cabeza entre sus piernas, en que momento a Lohan le pareció buena idea meterse con esa gente. No sabía cuánto tiempo había transcurrido pero retomaría sus planes.

Una vez sus hermanos estaban a su lado se encaminaron a la academia.

—Leah —llamó Adam captando su atención—no soy tonto, ya comprendo todo, sé de Brank, ¿por qué lo ocultas? ¿Por qué no pides ayuda?

—Sé que ya no eres un niño, lo sé —admití mirándolo a los ojos—, no es tan fácil Adam —susurré para que Cloe no nos escuchara.

—No estás sola —dijo abrazándome para luego seguir caminando—, no quiero que te pase nada —admitió con terror en su mirada—. La casera ha ido a cobrar los meses que debemos, mandó a sacar nuestras cosas Leah, ya no nos quiere alquilar —mencionó una vez entramos al lugar.

La sala estaba sola, colocó una pista que Cloe solía bailar.

—¿Me acompañas? —preguntó su hermano comenzando a realizar los paso de la primera coreografía que ella le había enseñado.                                                                                                                                                                                                                                           c                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                        




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