CAPÍTULO 18
Todos tenían un pasado, ella debía tener el propio, Leah le llamaba mucho la atención, sin embargo desconfiaba. La tenía vigilada. Solo Jessie y su guardaespaldas lo sabían, no obstante le aseguraban que la joven era intachable, no había nada raro en su vida.
—El auto pasará por usted a las ocho de la mañana, señor Herworth —Le informó Elisabeth, la secretaria de Ricardo cuando coordinaban junto a las demás secretarias y suplentes su ausencia en las siguientes semanas
—Bien, espero hagan un trabajo impecable en mi ausencia como siempre —habló con tono formal.
—Ya Leah dejó todo listo, esperamos su viaje marche como debe ser —dijo Verónica al ver que la reunión concluía.
—Gracias, debe ir bien. Ahora pueden retirarse –Las tres hicieron chicas se levantaron
—Usted espere, señorita Ferrer —Un tanto más nerviosa de lo común asintió. En silencio esperaron a que estuvieran solos.
—Ha demostrado mucha eficiencia en estas semanas, este viaje implica grandes cosas, no quiero errores, más bien soluciones a todos los problemas que ocurren... Revisé la información que me hicieron llegar de la sede de Italia, compruebe si todo está completó —Su forma de expresar la hizo clavar los ojos en los suyos. Él aire era tenso, haciéndolos conscientes de sus respiraciones.
—Todo saldrá a la perfección —zanjó decidida.
—¿Nada te intimida? —Se encontró preguntando sin soltar su mirada esmeralda. Leah ladeó la cabeza pensativa.
—¿Le importa? —Maciel cerró los puños para de inmediato abrirlos—, ¿puedo irme? –quiso saber, sonriendo con cinismo.
—No pierdas el rumbo —le advirtió—, no sabes nada de mí.
—Tampoco deseo saberlo y tú no sabes nada de mí —expresó sujetando con firmeza la tableta…
—Así debemos quedar, nadie pasa la línea y todo estará bien —desvió la mirada a su ordenador sin más. Leah estaba que echaba chispa de la rabia. La retaba todo el tiempo y ella no siempre lograba contenerse. Logró controlarse, se levantó.
—Entonces, mantente detrás de la línea también Maciel —y salió dejándolo paralizado mirando estupefacto el lugar que acababa de abandonar.
No sabía qué le pasaba con ella, además del deseo, pero esa atracción que sentía solo le hacía sentir ganas de alejarla para protegerse y por lado acercarla. No la entendía, lo alejaba, lo acercaba, pensaba que sus mundos no debían juntarse, se distanciaba, estaba confundido. Ni él mismo sabía qué hacer con lo que le ocurría, ahora comprendía que proponerle ese juego había sido un error. Ahora no tenía ni la remota idea de cómo saldría de ello.
El vuelo privado transcurrió en medio de una reunión entre Maciel, Jessie y Leah para planificarlo todo. Al llegar, Leah se dedicó a caminar a su lado junto a Jessie con quien reía de cualquier tontería a medida que salían del aeropuerto.
Ya en el auto la joven no pudo evitar perderse en los paisajes de la ciudad, las calles, las construcciones talladas, era como estar en un lugar de ensueños; todo era como salido de un cuento, ojala las personas también lo fueran, pensó.
El clima era caluroso, el verano pegaba pues en New York apenas comenzaba, se había retrasado. La comitiva llegó sin contratiempo llegaron a los hoteles Pryde. Los recibieron casi de inmediato, la suite presidencial era de él, y ella se quedaría en una de la planta inferior. Todo sin problema. El equipo de seguridad entró primero a revisar como Leah comenzaba a acostumbrarse que debían hacer antes de instalarse en un lugar mientras esperaban fuera.
—¿Nunca había salido de New York? —Maciel imaginaba la respuesta, pero quería escucharla, ese día ambos vestían relajadamente; un jean ajustado, calzado plano, una blusa blanca y una coleta de caballo caía por su espalda demasiado sensual de observar. Se veía realmente increíble. La joven lo miró curiosa esperando encontrar en sus ojos algo que le dijera que no debía responder. Sonrió negando al ver que aún seguía esperado su respuesta—. Italia es un lugar impresionante. Si quieres tienes la tarde libre, aunque hay tiempo suficiente —su consideración la dejaba intrigada.
—Es un viaje de la empresa —le recordó confundida.
—Y yo soy el dueño —le rememoró de vuelta—. Si no quieres ir sola solo dime —dijo sin más. La chica sonrió y sacudió la cabeza.
—¿Saldrías conmigo? —Maciel colocó las manos sobre su barbilla pensativo, estudiándola con atención —. ¿Aceptaría que fuera su guía turístico, señorita Ferrer? —La chica soltó carcajada sin poder creerlo.
—¿Lo dices de verdad? —La sinceridad con la que hablaba, sus movimientos, su incredulidad, solo lograban aumentar sus ganas de hacer ese tour, la primera vez que le vio, desde que la conoció, juro haber recordado un rostro familiar, pues cuando hablaba con Bella, cosa casi diaria, su rostro brillaba al preguntar por ella y ese hombre de hielo que solía ser, se transformaba en alguien más cálido, llamativo y sincero.
—La pasaremos bien…¿O quieres recorrer la ciudad sola?—la desafió elevando una ceja.
—Tu compañía me vendrá bien... —admitió mirándolo a los ojos
—Señor, ya pueden instalarse —apareció Jessie interrumpiendo el juego de miradas que ahí se generaba. Asintió y volteó a verla.