CAPÍTULO 21
En ese tiempo ambos permanecieron en las nubes. Leah se sentía con mucha energía y demasiado enamorada. Maciel era como el hombre sus sueños, a pesar de esos meses, le costaba asimilar que él estuviera con ella. La trataba como si fuera lo más importante en su vida, cuando estaban solos, lo aprovechaban besándose, acariciándose y tocándose sin parar. Una semana después del inicio de su relación les informaron a Cloe y a Adam lo que sucedía entre ellos, ambos brincaron de la felicidad y tomaron la noticia muy bien, más el chico quien estaba viendo a su hermana mayor volar alto, tan alto que incluso él tenía miedo que esa realidad se desvaneciera en segundos.
Durante esos meses la relación se fortaleció, ninguno de los había exteriorizados sus sentimientos, Leah sentía que al mencionar un “te amo” podría despertar de ese hermoso sueño, y que su realidad fuera mucho peor, Maciel aunque quisiera decírselo tenía miedo de espantarla. Ambos habían decidido intentarlo y aunque solo habían pasado meses, los sentimientos crecían a una velocidad asombrosa. Recordaba todo como una fantasía, aún esa mañana despertó pensando que no era verdad, su vida había dado un giro drástico, y aunque estaba feliz tenía un mal presentimiento, pero Maciel le mandó un dulce mensaje y desde ese momento no pudo quitarse de la boca aquella sonrisa. Durante esos días sus hermanos y ella se quedaron donde Lolitha, planificando el primer festejo de cumpleaños de Cloe, la menor de los hermanos cumplía ocho años ese día.
—Feliz cumpleaños pequeña, te amo mucho cielo, tú y Adam son el mejor regalo que nuestros padres pudieron dejarme —brincó Leah en la cama de su pequeña hermana colocando un pequeño pastel frente a ella con ocho velitas.
—Feliz cumpleaños princesa —exclamó Adam acercándose a ambas—. Mi pequeña mariposa está creciendo—dijo y una vez la pequeña apago las velas puso el pastel a un lado y las abrazo ambas—. Yo también las amo.
Lolitha veía la escena junto a Maciel que recién había llegado, ambos con el tiempo comenzaron a apreciar esas escenas entre hermanos, era simplemente maravillosa la unión que se tenían. Cuando un día le pregunto más de sus vidas el joven de casi quince años le respondió que solo necesitaba a sus hermanas para ser feliz, porque aunque tuvieran edades diferentes la vida los unió, ellos eran uno solo, venían un junto no separados, de lo contrario no quería nada. Y Leah se había encargado de que ellos permanecieran a su lado después del accidente de sus padres.
En el transcurso del día hicieron muchas cosas, con el objetivo principal de hacer a Cloe disfrutar su cumpleaños al máximo, a Lolitha le gustaba preparar la comida y postres ella misma, así que entre todos picaron, cortaron, pelaron y dispusieron lo que más tarde se comerían en medio de risas, conversaciones sin sentido y diversión.
Maciel la buscó con la mirada, siempre lo hacía. Las horas sin ella se le antojaban eternas cuando por razones ella decidía pasar días con Lolitha, estar con Leah era adictivo, cada día necesitaba más de su olor, de sus besos, de sus caricias, de sus ojos… sobre todos de ellos, esos ojos verdes en donde se podía perder y lo hacían sentir el hombre más feliz del mundo. Cuando ella conectó su mirada con la él, paso la saliva, sin más, se veía… preciosa, estaba convencido de que ni siquiera ella se daba cuenta de lo hermosa que era.
Más tarde en la cena todos reían y hablaban animadamente. Los regalos llovieron para Cloe, idea de los mayores y Maciel, pues deseaban que su primer festejo en familia fuera inolvidable para la niña que jamás había tenido la oportunidad de vivir algo siquiera cercano.
Mientras ellos disfrutaban en otro lugar de esa ciudad, Rebeca estaba reunida con la pandilla Pirror y Ricardo, para sorpresa de ambos el hermano de la mujercita con la que su Maciel había decidido estar formaba parte del grupo de delincuentes y estaba metido cañón en todos los asuntos de contrabando, desde que se enteró supo que él sería una pieza fundamental en sus planes.
—¿Entendido? —gritó y los hombres que “el jefe” les había puesto a su disposición asintieron —. No quiero fallas—exclamó con malicia impresa en cada una de sus palabras.
Tomó su abrigo y salió de prisas de ese almacén que se encontraba a las afuera de New York. Por nada del mundo iba a dejar que Maciel Herworth fuera feliz, mucho menos Leah. Ella juró destruir la familia Herworth, a su padre, y así lo haría. Ellos eran culpables de toda su desdicha. La odiaba, antes de que volviera a entrar en la vida de Maciel, antes de que llegara, hacía más de un año, ella pensó que podría lavarle un poco la memoria a Maciel, porque a pesar de todo si había desarrollado algunos sentimientos por él pero sus planes no podían venirse a bajos por amor, quizás podía haber algo, podía volver a tener a ese hombre en su cama, pero basto que apareciera la “huérfana” para que esa fantasía se disipara. No entendía ¿Cuál era la diferencia entre las mujeres? A ella nadie la iba a convencer con el cuento barato de amor, para Rebeca tales sentimientos eran puras patrañas, las personas solo eran muy idiotas para creer en cupido y sus demás cuentos de hadas, ella nunca recibió amor, creció en un ambiente toxico, y eso la llevó a ser quien era, una persona sin escrúpulos, que solo quería venganza cuando ni Maciel ni Leah estaban involucrados, eran niños cuando todo ocurrió. Se suponía que se iban a casar, jamás contó con que Maciel la descubriera con su abogado, que descubriera que ella estaba detrás del accidente de sus padres, que había estado embarazada y abortó sin decirle nada. Rebeca Ruiz se había salido con la suya poco a poco, le había quitado dinero, a su familia y a un hijo, para colmo lo había traicionado, pero, su objetivo era casarse y quitarle todo. Dejarlo en la ruina, no obstante Maciel pudo darse cuenta antes de cometer el gran error de contraer matrimonio con una mujer como ella.