¿te casarías en navidad?

3. ¿Nos casamos en navidad?

En el mismo restaurante, volvieron nuevamente a reunirse para comer. Maggie se veía feliz, igual a como era en la secundaria. En cambio Roy, se veía tenso y muy nervioso, sin saber exactamente porque estaban juntos en ese momento. El deseo de estar a su lado lo consumía, y solo quería verla, oler su perfume, y robarle algún beso, aunque ella no abandonara a Ronald. No le importaba ser el otro, mientras ella lo aceptara a su lado. No sabía si serían amantes, pero tampoco le importaba, haría lo que no hizo en la secundaria, estar con ella sin condiciones. Antes de irse, no pudo aguantar más. Debía hablarle sobre la propuesta, no quería seguir mintiendo, y le contó con todo detalle, lo que ese día había hablado con Johnny. Estuvieron en silencio un rato, hasta que ella se levantó, tomó su vaso de agua, y se lo lanzó en la cara. Se agachó para tomar su maletín, y de pronto, sintió como la mano de Roy le agarraba fuertemente su brazo. Antes de que Maggie pudiera reaccionar, Roy le dijo:

—El amor lo sostienen tres pilares: La honestidad, la compresión y la gentileza. Yo te amo Maggie, y fui honesto contigo. Te espero a las 10 de la noche del día de Navidad, en la iglesia de San Román. Casémonos aunque sea de mentira, no me importa, solo sé que mi vida sin ti no tiene sentido. Quiero estar a tu lado el resto de mi vida, sin importar que esté oculto en las sombras de la tuya

Le soltó el brazo y la dejó ir. No sabía que haría ella, tendría que esperar la noche de navidad para saberlo. Regresó a su casa, y se acostó en la cama ansioso, con el teléfono a su lado. Tenía la esperanza de que ella lo llamara, aunque tan solo fuera para pedirle que la olvidara. Las horas pasaron lentamente, hasta llegar la noche. Se duchó con agua fría, y comió algo de fruta. Mañana sería nochebuena, y seguiría pacientemente esperando su llamada.

Se levantó tarde la víspera de navidad, y desayunó con una taza de café. Con el teléfono en la mano, se sentó a ver televisión, hasta que le diera un poco de hambre. A las cinco y media de la tarde, sonó el teléfono y contestó nervioso. Era su madre, preguntándole porque no había llegado para la cena de nochebuena. Le inventó una excusa, justificando que no podría ir a verlos hasta fin de año. Un poco desilusionada, la madre de Roy colgó el teléfono, haciendo que él comenzara a llorar. Se acostó en la cama deprimido, y se durmió.

La mañana de navidad, llamó a sus padres para felicitarlos, y saber cómo la habían pasado en nochebuena. Escuchó pacientemente los relatos de su madre, y saludó a todos los que estaban en ese momento acompañando a sus padres. Al colgar el teléfono, decidió almorzar bien, para tener las fuerzas suficientes que necesitaba esa noche. Luego, se preparó un baño caliente, y se durmió en la tina. Se rasuró bien, y se vistió. Cenó algo de fruta, y salió a la iglesia de San Román para conocer su destino.

Llegó cerca de las nueve y media, y encontró a Johnny sentado en una de las bancas, elevando algunas plegarias. Nuevamente, y sin saber la razón, comenzó a relatarle todo lo que había sucedido entre él y Maggie. Cuando se dieron cuenta, ya eran pasadas las 10, y ella no había llegado. Johnny le pidió que tuviera algo de paciencia, y que esperara un poco más. Cuando el reloj marcó las 10 y 45 minutos, Johnny se sentó, colocó sus codos sobre las piernas, y apoyó su cabeza sobre sus manos. Las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos, y dejó escapar algunos gemidos lastimeros. Al rato, se comenzaron a escuchar los pasos de varias personas, que estaban entrando a la iglesia. Se levantó, y se secó las lágrimas con el pañuelo que traía en el saco.

Desde donde estaba, logró ver la figura de dos mujeres, y un niño en brazos. Al acercarse a él, la reconoció, era Maggie. El trataba de sonreír, pero los nervios no se lo permitían. Ella lo miró algo nerviosa, y dijo:

—Lamento llegar tarde. Tuve mucho en que pensar, y la verdad, yo también debo ser honesta contigo.

Señaló con la mano al niño, y dijo:

—Él es mi hijo de seis años, Ronald, lo adopté hace dos años en África, y el próximo año iré de nuevo, para adoptar una niña de cinco años. Cómo ves, no estoy sola, vengo con equipaje. ¿Aún quieres casarte conmigo?

Los ojos de Roy comenzaron a brillar de emoción, y sonrió, hasta que sus pómulos resaltaron en sus mejillas. La tomó de las manos, y dijo:

—Sí, quiero casarme contigo. Si él es tu hijo, también será el mío, y lo amaré toda mi vida.

Colocó sus labios sobre los de Maggie y la besó. Quiso tomar al niño en brazos, pero como estaba adormilado, el niño se negó. Maggie le presentó a la nana de Ronald, y luego le preguntó:

—¿Nos casamos?

Roy le ofreció el brazo para que ella lo tomara, y se dirigieron al altar. Le preguntó a Johnny por el sacerdote, y le respondió con una gran sonrisa.

—Lo estás viendo




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