Unos momentos después una mujer que aparentaba unos 38 años atravesaba la puerta.
Hola... - dije mientras mi voz temblaba – soy... - no pude terminar de hablar porque Mary me interrumpió.
¡Lidia!¡eres Lidia! – corrió y me abrazó a lo que yo también respondí con un abrazo, no sé por qué si casi ni la recordaba, pero en ese momento me sentí bien y unas cuantas lagrimas cayeron de los ojos de ambas, fue un momento muy especial.
E-entonces... – dije tartamudeando mientras nos separábamos del abrazo – ¡sí me recuerdas!
¡Claro que te recuerdo mi niña! – dijo sonriéndome y soltando un par de lágrimas más – ¡te he extrañado tanto!
Me quedé callada ya que no sabía que decir entonces ella continuó...
¿¡Pero que esperas!? ¡Pasa! – entonces miré a Michael y mi tía continuó – Tu también...
Michael – dijo el – un gusto señora Mary.
Mary, solo Mary – sonrió dulcemente y nos cedió el paso.
¡La cabaña era preciosa, hermosa, y todo lo que termine en osa! Tenía un amplio pasillo que llevaba al patio trasero, había una escalera de madera en forma de espiral que llevaba a un segundo piso, se podía apreciar también un hermoso salón con muebles rústicos pero elegantes con fotos de mi familia y algunas que reconocí que eran mías. Había una cocina amplia de tonos blancos y marrones. Había un comedor que daba a una mampara amplia, mostrándose así el precioso riachuelo y parte del bosque. Finalmente, también en el primer piso se hallaba un espacioso baño para visitas.
Mi tía nos guio por el pasadizo y nos enseñó donde estaba el baño por si necesitábamos usarlo y luego nos condujo a través de la sala llegando así al comedor desde donde se podía apreciar la cocina. En todo ese tiempo estaba asombrada de la belleza de la cabaña y a la vez pensaba en que preguntas le podría hacer a mi tía. Luego nos hizo un gesto sutil de que nos sentáramos en la mesa:
Espérenme ya vuelvo – dijo con entusiasmo.
Pronto regresó con una jarra de leche y unas galletas recién horneadas, el olor me resultaba familiar.
Hermosa, estas eran tus galletas favoritas cuando eras pequeña – dijo con una mirada nostálgica – que suerte que has venido hoy, pero... ¿Qué haces aquí?